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Columna: «El vaquita» o la forja de un héroe de la resistencia

Por Francisco Javier Villegas
Profesor de Castellano

La naturaleza parece haber dotado a los perros con recursos físicos y hasta espirituales de índole superiores y nosotros, los seres humanos, recién estamos sabiendo de ello. Lo que, a las claras, es una razón para invocar una empatía entre las especies. Por esa razón, mi primer recuerdo de “el Vaquita”, no es viéndolo en las marchas y manifestaciones, de estos casi ochenta días, mojado y apaleado; sino que moviéndose alegre ante los lobos que salían a la superficie y se sumergían, una y otra vez, en el Terminal Pesquero de Antofagasta, hace por lo menos unos cinco o seis años atrás. Era viéndolo acercarse, un poco desconfiado ante los vehículos y correr ensanchado, en su propia confianza, por la orilla de nuestra costanera.

Sin embargo, ninguno de nosotros debe haber pensado que este perro libre y extraordinario nos iba a dar una lección de humanidad y un compartir, en clave, sentimientos y emociones. Una lección de naturaleza visible, compasiva y libertaria. La ternura máxima. Qué increíble: un perro reemplazando el criterio humano; un animal callejero llamándonos poderosamente la atención respecto de cómo ser solidario y colaborativo en la lucha social en las calles y cómo ser empático interconectándose con cada uno de nosotros en las marchas.

Nervioso e insomne, seguramente, por la vida que lleva en las calles, es a la vez, seguro, combativo y ágil como los muchachos de la primera línea, aunque, en rigor, los que hemos visto su performance en las manifestaciones, “el Vaquita” es, en efecto, un “primera línea” que se ha enfrentado ante la soberbia de la autoridad y ante las balas que le han minado el cuerpo durante los últimos días. Lo que hace falta, entonces, es aprender a ver lo que hay de conmovedor, bello o trágico, según como se observe en la situación de nuestro perro combativo, ya sea en una escena con él, en sus ladridos; en su corretear, en su contagio emocional con los manifestantes o en su propia y particular forma de indomabilidad.

¿Qué cautiva hoy a la gente de Antofagasta aficionada a “el Vaquita”? ¿Por qué fue elegido, entonces, el Personaje del año 2019, superando por lejos a una serie de nombres…humanos? Con seguridad es porque, en vez de palabras que pueden salvar sin mayor afán las cosas, la propia generosidad universal de este perro es lo que nos estremece. La particular y genial capacidad de ir adelante de una marcha, animando y protegiendo a las personas, y de no decaer ni rendirse en medio del gaseo o de la nube de bombas lacrimógenas.

Vale la pena mencionar, entonces, qué mejor manera de ganar amigos cuando un grupo de personas, este jueves 2 de enero, llevaron a nuestro héroe a la clínica veterinaria para curarle sus heridas y en el horizonte de nuestra propia marcha, la primera del año 2020 en Antofagasta, esta se llevaba a cabo en auxilio de nuestro can-héroe en un verdadero acto de fe humana y perruna, a la vez.

No importa cuántos estudios acerca del comportamiento de los perros domésticos y callejeros muestren el rol de las interacciones con las personas. O lo que signifique la hipótesis de la domesticación. Lo que importa es lo que “el Vaquita” nos enseña en su propia habilidad social similar a la humana: a ser valientes, directos y originalmente protagonistas. Y no en cualquier lugar, sino en la calle y dando la cara. Parece ser, entonces, que tenemos nuestro propio ícono simbólico elevado a la dignidad con una estampa que ya más de un ilustrador ha viralizado como un verdadero “protagonista de la calle”.

Hoy, nuestro fiel compañero de ruta en este estallido social, y de protestas, se está recuperando de las heridas a la espera de volver a su verdadera casa que no es otra cosa que la calle libre. Es un “choro”, un valiente. Seguirá acompañando a los manifestantes y continuará, por cierto, en su ajetreo callejero porque “el Vaquita” funciona en grupo, en un entorno ambiental y en la concentración de masas, aunque sin perder su independencia. Habrá, por lo tanto, todavía energía que “el Vaquita” seguirá captando en cada marcha y continuará siendo la representación consciente de nuestro mejor símbolo de unidad en la movilización más allá de toda duda. Larga salud “al Vaquita”: ¡Un leal a la causa en el frente de batalla!