Cada jueves, sin falta, un grupo de jóvenes voluntarios recorre las calles del centro de Antofagasta con una misión clara: repartir pancitos, abrigo y sobre todo, dignidad. Se hacen llamar “Acción Colectiva en Territorio” y están lejos de cualquier institución estatal. Son 19 voluntades organizadas y autogestionadas, que intentan tender una mano a quienes el sistema ha empujado a vivir entre cartones y miradas esquivas.
“Entregamos pancito con atún y mayo, un tecito, un café. Pero lo más importante es que preguntamos cómo están, qué necesitan. Les escuchamos. Porque ellos viven una marginación sistemática”, relata Chantal Bravo, coordinadora de la organización.
Hace dos años que salen todos los jueves. Partieron con 10 pancitos. Hoy ya son 60, gracias a aportes voluntarios y un fondo adjudicado recientemente. Cubren el mercado, Plaza Colón, la playa frente al hotel Antofagasta, Bandejón Central y la Copec. Lo hacen con constancia, con rostro visible, y con una convicción que va más allá del asistencialismo.
“Nuestra lucha es contra la desigualdad estructural. No se trata solo de caridad, se trata de exponer que hay un abandono del Estado, una falla del sistema que debería garantizar derechos básicos como vivienda, salud mental y apoyo social. Y no lo hace”, afirma con fuerza Bravo.
El relato de Bravo desnuda una realidad incómoda: el drama de los rucos no se resuelve con retroexcavadoras ni operativos sorpresa. La estrategia municipal de “recuperación de espacios públicos” se traduce, en la práctica, en desalojos sin soluciones de fondo. “A las personas en calle les botan sus cosas, sus carnets, sus cepillos de dientes. Son sacados con violencia y vuelven al mismo lugar porque no tienen a dónde ir”, denuncia.
Algunas de estas personas han sido desalojadas más de diez veces en lo que va del año. “¿Cuál es el costo de esos operativos? ¿Qué sentido tiene gastar recursos públicos en acciones que solo reciclan el dolor?”, cuestiona la vocera.
El problema, insiste, es público y estructural. “Estas personas no están en calle solo por malas decisiones. Hay historias de salud mental no tratada, de redes familiares rotas, de pobreza crónica. Hay gente que vive lo mismo que ellos, pero no termina en la calle gracias a sus privilegios, su red de apoyo. No es justo juzgar sin comprender”.
Aunque reconocen que lo suyo es una acción asistencialista, desde Acción Colectiva en Territorio también buscan algo más: visibilizar la crisis. “Queremos que se vea, que no se esconda. Que las autoridades entiendan que esto no se resuelve con más carabineros ni con seguridad ciudadana. Se resuelve acogiendo, no desplazando”, sostiene Bravo.
Antofagasta es una de las ciudades con mayores problemas de vivienda y una de las que más personas en situación de calle concentra. “No se puede seguir ignorando esto como si no existiera. Es una urgencia pública”, concluye.
Y mientras las políticas sigan sin atacar las causas reales, cada jueves, una bolsa de pancitos y una conversación sincera seguirán siendo, para muchos, el único refugio posible.