El proyecto La tierra que andamos surge del trabajo colaborativo entre las artistas transdisciplinarias Marcela Páez Miranda y Ángel Álvarez Bon, ambas originarias de Antofagasta. Su propuesta busca ir más allá del arte académico, cuestionando sus fórmulas y métodos convencionales. En lugar de «llevar el arte» a un lugar determinado, el proyecto se orienta a explorar las formas creativas que surgen de la misma población, de la cual ellas también forman parte.
Desde principios de 2024, las artistas han trabajado en la Población René Schneider, un territorio al que ya se acercaron en 2022 con una exposición. Semanalmente, subieron el cerro, conversaron con las vecinas sobre sus historias, sus orígenes y sus primeros hogares, mientras observaban cómo el terreno se transforma en un espacio de memoria y creación. Recolectaron objetos, exploraron el suelo junto a geólogos, documentaron la relación entre cerro y población, capturando imágenes que van desde lo íntimo hasta las panorámicas aéreas. Todo esto, impulsado por el deseo de reconocer las identidades múltiples que coexisten en este espacio, lejos de los imaginarios comunes asociados con el arte.
Para las artistas, el arte no es solo una práctica de creación, sino una forma de conocer el mundo y participar en la construcción de lo «real». En este proceso, se han reconocido como parte de una red de cuerpos, símbolos y afectos que se entrelazan. Este enfoque cuestiona las normas aprendidas en la formación académica, descentrando la mirada convencional que asocia arte con belleza canónica, y buscando en su lugar una relación más directa con las personas y los objetos cotidianos, como el patio de una vecina donde el cerro se convierte en parte de su historia.
El concepto de «reconocimiento» cobra relevancia aquí, diferenciándose de términos como «descubrimiento» o «rescatar», que son comunes en el discurso artístico. A través del reconocimiento, se busca entender las huellas de la memoria colectiva y cómo estas forman parte de la identidad de una comunidad. Aunque el proyecto comparte ciertos puntos con estudios patrimoniales, se inclina hacia una mirada performativa, donde las identidades dejan de verse como elementos aislados y se entienden como interacciones dinámicas en la creación de un lugar.
El trabajo de las artistas se inspira en las ideas de Karen Barad sobre la performatividad y las identidades como relaciones en constante construcción. Esta visión se lleva a la población y al cerro, donde las historias, los objetos, la tierra y las casas se entrelazan, creando un espacio común donde memoria y naturaleza se fusionan. Este enfoque no solo deconstruye visiones estáticas del pasado, sino que también invita a repensar cómo las identidades emergen en la interacción constante de personas, objetos y paisajes.
En un contexto marcado por crisis sociales y medioambientales, este proyecto abre un espacio para la reflexión y el diálogo. A través de cada montajes, se busca activar las memorias de los vecinos, explorando nuevas formas de relacionarnos con los entornos y con los demás. La exposición La tierra que andamos: Memoria del gesto invita a la comunidad a participar de esta conversación a través de la acción artística, mostrando cómo la vida se materializa en los gestos de las personas y en las marcas que dejan en su entorno.
La exposición estará abierta a partir de la segunda semana de febrero en el Ex-Centro de Madres de la Población René Schneider, ubicado en Alfonso Meléndez 3030. A través del Instagram @latierraqueandamos, se pueden consultar las fechas y coordinar actividades pedagógicas.