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Fantasía y patrimonio: Sobre la exposición “Ofrendas funerarias imaginarias para el pueblo chango”

En su libro, titulado “Los Changos de las costas de Chile” (1910), Ricardo E. Latcham sugería la posibilidad de que los changos, como pueblo, tuviesen “creencias en un estado futuro”. Dentro de aquel texto, la frase aludía a los objetos rituales que los deudos dejaban en las sepulturas de los fallecidos: piezas de alfarería, herramientas, adornos, incluso comida y bebida para el difunto. De tal forma que estuviese preparado para el siguiente paso después de la muerte, tan desconocido entonces, hace miles de años, como ahora, en pleno 2024.

Resulta paradigmática la existencia de estos rituales, en una etnia estigmatizada —a pesar de los constantes esfuerzos de reivindicación que ha habido— por carecer de expresiones culturales. Una exposición como “Ofrendas funerarias imaginarias para el pueblo chango”, inaugurada a mediados de octubre en la Sala de Arte de Fundación Minera Escondida Antofagasta, resulta, pues, interesante y necesaria en los afanes reivindicativos de este pueblo originario.

La exposición, del artista tocopillano Manuel Dongo Rosal, y curada por Camilo Araya, presenta un ejercicio imaginativo de rituales changos, compuesto por telas de gran tamaño, ilustradas en xilografía y colgadas alrededor de una sala oscura. Al centro, un cubo abierto sirve de ventana al proceso creativo del artista, mostrando herramientas, una libreta con bocetos, impresiones de menor tamaño y algunos objetos alusivos al mar, a esa costa nortina que se presenta de forma concreta en un video proyectado al fondo de la sala, junto con escenas del proceso de producción de las obras, y el propio artista mostrándolas junto al mar.

En el montaje destacan también dos telas arrugadas en el piso, donde descansan dos figuras en madera —las originales que diseñó el artista para la xilografía—, iluminadas con una luz tenue, dándoles un efecto de volumen o pop-up que no termina de cuajar. El espacio invita a la reflexión, a escuchar los sonidos del mar y contemplar los grabados, técnicamente muy buenos, que combinan cuerpos humanos, a veces enteros, otras en primer plano, con elementos del océano como peces, algas o moluscos, dando forma a seres misteriosos, fantásticos, que sugieren un bestiario desconocido pero fascinante. Por eso, se extraña un sitio para sentarse. Un espacio común, si se quiere, desde el cual sea posible apreciar con relajo y atención tanto las obras colgadas como la propuesta audiovisual que se proyecta.

Esta no es una exposición científica sobre los changos, ni el resultado de una investigación que revele nuevos datos de esta cultura sumamente importante para la región. Tampoco aspira a serlo. La elección de la preposición “para” en el título revela quizás la intención real de la propuesta: ser un regalo, un homenaje, un tributo al pueblo chango, más que una representación fidedigna de las ofrendas rituales que esta cultura llevaba a cabo. Y cumple con el objetivo.

La exposición se encuentra abierta de martes a sábado en Fundación Minera Escondida Antofagasta, de manera gratuita y hasta diciembre de 2024. Además, cuenta con visitas mediadas —previa solicitud por correo electrónico—, para acercar la simbología y el ejercicio creativo del artista a la comunidad.

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