No es ningún misterio que nuestro presente está lleno de emociones relacionadas con el desinterés en lo público, el individualismo y el creciente apoyo a proyectos centrados en la performance de sus líderes: Casos como el de Trump, Bukele y Milei a nivel internacional, con sus expresiones nacionales como Kayser, Parisi y en menor medida Kast (viene de la UDI y mantiene lógicas de la política tradicional). Bajo ese parangón, afloran los análisis interesados de que el triunfo de Jeannette Jara en las primarias del oficialismo se debe 100% a las características personales de la candidata, para así negar el hecho de que el Partido Comunista pasa a liderar por primera vez en la historia de Chile una coalición de partidos de izquierda y progresistas que buscan llegar -o mantener- al gobierno.
La región de Antofagasta sabe de elegir liderazgos tipo caudillos como representantes en cargos de elección popular: Adaro, Karen Rojo, Jonathan Velásquez, los hermanos Araya y Sebastián Videla son sólo algunos ejemplos de políticos que con mayor o menor éxito han administrado responsabilidades públicas bajo lógicas personalistas. De hecho, varios de ellos mantienen o mantuvieron cierta popularidad en base al uso de redes sociales y a su propio culto a la personalidad, estableciendo conflictos con otros liderazgos políticos, y también renegando de su participación e incidencia en el actual gobierno, en el cual tienen representación política a nivel regional.
No obstante, para mi un caso arquetípico y separado de los anteriormente nombrados lo expresa nuestro gobernador regional, Ricardo Díaz Cortés. El principal representante electo democráticamente de la región saltó a la palestra por la contaminación que genera el puerto y la actividad minera, a través del movimiento “Este polvo te mata”, realizando denuncias y generando movilizaciones y conciencia en la opinión pública sobre el problema, incluso con alcance nacional. Probablemente, el gobernador regional sea el ejemplo más exitoso a nivel regional de como una persona que incide desde un movimiento social conquista una posición política relevante, lo que se podría comparar a casos nacionales de políticos nacidos del movimiento estudiantil del 2011 que llegaron al poder legislativo y al ejecutivo.
En comparación a su tiempo de dirigente social, donde expresaba claramente antipatías políticas hacia partidos que formaron parte de la Concertación, actualmente se guía por una visión pragmática: Su núcleo más cercano en el GORE son militantes DC, PPD y PS, sumando también a su administración a dirigentes del Frente Amplio y del Partido Comunista tras su reelección, lo que le asegura un amplio arco político de apoyo a su gestión, que de otra manera estaría mucho más cuestionada por los casos conocidos en la opinión pública. Su experiencia como militante no ha sido constante: Fue parte de Revolución Democrática (apoyando a Javiera Parada, quien hoy tiene posturas de derecha), fue cercano al PRO de MEO (aún figura en su página web: https://www.progresistas.cl/profile/ricardo-diaz/ ) y actualmente tiene cercanía con diversos dirigentes políticos de los partidos que lo apoyan, siendo parte de su administración.
¿Es Ricardo Díaz una evolución de la política caudillista de Antofagasta? La pregunta da para un análisis profundo de su historia, vicisitudes y gestión política. Es curioso como su presentación en la página del GORE está escrita en primera persona, también lo es el contenido en redes sociales, donde sube muchas fotografías en compañía de ex alumnos. Y cómo olvidar la alegoría de la cebolla en el contexto del caso convenios. Sobre esto último, el gobernador ha señalado que el caso convenios ha sido ocupado como estrategia para debilitar la implementación y fortalecimiento de la descentralización a través de los gobiernos regionales.
Considero que existe una mirada superficial e interesada respecto de la descentralización, que se supedita al apoyo de una gestión en particular. Es patente que existe un centralismo regional, donde las comunas periféricas de la región sufren aislamiento, trabas en las postulaciones a recursos y poco trabajo territorial con los municipios. Asimismo, por cierto que se requiere una descentralización política y no una meramente administrativa, y ello no se facilita cuando el énfasis es decidir desde la región a qué privado le entrego fondos públicos para ejecutar las políticas, en vez de ir fortaleciendo el intersector y la coordinación con el Estado en todos los niveles en que se expresa regionalmente.
Al parecer, el escenario político regional donde afloran los caudillos y el amiguismo tiene bastante peso en la región de Antofagasta. Aunque los liderazgos tienen diferencias ideológicas y en estilos de trabajo, la mayoría responden a proyectos personales y no colectivos, y se centran en la acumulación de poder y las disputas con los adversarios, por sobre el bienestar general de la población, lo que fácilmente se percibe con el poco efecto visible en el aumento de la calidad de vida regional, considerando los problemas sanitarios y medioambientales existentes en nuestro territorio. ¿Será posible proyectar nuevos liderazgos que nazcan desde la base social y mantengan la coherencia una vez asuman posiciones de poder? Si así fuera, quizás ello aportaría en combatir el rechazo a la política e incentivar la participación popular en la gestión pública.