El revolucionario de sotana que nos dejó cuatro encíclicas para cambiar el mundo y un acto de justicia para Chile

Jorge Mario Bergoglio falleció a los 88 años, y su partida quedó sellada como un hito en la historia humana. No fue solo un Papa. Fue un transformador, un provocador de conciencias, un revolucionario con sotana. Su intelecto punzante y sus palabras sin filtros tocaron almas en todos los rincones del planeta. Nadie quedó indiferente.

Sus reflexiones, hoy viralizadas por redes y medios, siguen interpelando especialmente a los jóvenes, sembrando esperanza con frases como aquella inolvidable en La Habana, 2015: “No importa que a veces sueñen cosas que nunca se van a cumplir. Ábranse a cosas grandes y piensen que el mundo va a ser mejor con ustedes. Y si a veces se les va la mano con los sueños, no importa, porque la vida los va a ir acomodando. Primero, soñá”.

Francisco no se escondió tras la diplomacia ni se arrodilló ante el poder. En 2018, dio un golpe histórico al expulsar del sacerdocio a Fernando Karadima, símbolo de impunidad en Chile, protegido por sectores de la derecha y el Opus Dei. Fue un acto de justicia que marcó un antes y un después.

Fue irreverente frente a la curia, incómodo para los de cuello almidonado. Hizo temblar estructuras al declarar que los homosexuales también son hijos de Dios y al dejar atrás las misas en latín como dogma. No fue un Papa para los altares del protocolo; fue un Papa para las calles, para la gente. Su legado vive en sus cuatro encíclicas, verdaderas cartas del alma que hoy siguen retumbando como gritos de humanidad.

Las 4 revolucionarias cartas de Francisco

Lumen Fidei (2013): No fue del todo suya, pero no se desentendió. Comenzada por Benedicto XVI, Francisco la completó con humildad y visión. En ella, la fe se presenta como una linterna en la tormenta del relativismo moderno.

Laudato Si’ (2015): El grito ecológico que sacudió al mundo. Una encíclica sin anestesia: “Si no cuidamos el planeta, nos lo vamos a tragar con todo y plástico. Cuidar la Tierra es amar al prójimo”.

Fratelli Tutti (2020): En plena pandemia, nos lanza esta bomba de fraternidad. Denuncia el egoísmo, el racismo y la desigualdad con una claridad profética. Nos sacude: “Si estás cómodo, probablemente no estás ayudando lo suficiente”.

Dilexit Nos (2024): La última, la más íntima: “El amor como desafío radical. No un cliché, sino un llamado a ponernos en los zapatos del migrante, del excluido, del enemigo. Todos somos hijos de Dios, sin asteriscos”.

Mi vínculo con Bergoglio fue indirecto, a través de mi amigo Sebastián García, un abogado, montañista y académico argentino a quien conocí durante una expedición al Everest en 2022. Su amistad con el Papa, cuando aún era párroco en Buenos Aires, le permitió conocer de cerca al hombre detrás de la sotana: 

“El Papa Francisco nos deja una Iglesia en movimiento, una como él la soñó: comprometida con los pobres, las periferias y los descartados del sistema.

Habló con valentía contra los poderes que deshumanizan, denunció la indiferencia ante la guerra y la destrucción del planeta, y predicó con hechos y palabras, una fe encarnada, compasiva y profundamente humana. Su estilo cercano, su humor sencillo y su capacidad de incomodar a los poderosos marcaron un antes y un después en el Vaticano”, me compartió.

Finalmente, aunque ya no camine por los pasillos del Vaticano, la voz de Francisco sigue viva, como una luz encendida en cada palabra que dejó escrita para iluminar con humanidad y esperanza al mundo entero.

Por Felipe Flores Toledo

Felipe Flores es Administrador Publico – U. Mayor, Consultor Político Goberna y Especialista en Comunicación Estratégica UC.