Columna | A 5 años de la revuelta social: Un llamado a la izquierda para enfrentar los nuevos desafíos

Las condiciones de vida definen cómo vemos el futuro.

Durante la revuelta popular de 2019, se evidenció una desconexión profunda entre las demandas ciudadanas y la capacidad del Estado para canalizarlas. Las personas comunes y corrientes fueron las protagonistas de estas movilizaciones, exigiendo soluciones a problemas históricos que habían sido desatendidos por décadas. La crisis de “inseguridad social”, provocada principalmente por la mercantilización de los derechos fundamentales como la educación, la salud y las pensiones, junto a una extendida sensación de abandono y desprotección estatal, fueron el detonante.

Cinco años después, si bien los problemas originales de la revuelta permanecen sin solución —y muchos de ellos incluso se han agravado—, las preocupaciones en la agenda pública parecen haber cambiado. Hoy, los temas que copan el debate son la seguridad, la migración y el crecimiento económico. Es importante subrayar que, aunque estos son problemas reales que no se pueden ignorar, también han sido aprovechados políticamente desde la postdictadura para reprimir protestas sociales bajo el manto de la “seguridad ciudadana”. La seguridad se ha utilizado no solo para abordar la “delincuencia común”, sino para frenar la oposición al neoliberalismo.

Frente a este escenario, es fundamental que la izquierda no se vea arrinconada ni ceda terreno en estos debates. Si bien es crucial abordar el problema de la seguridad —sin dejar que la derecha lo monopolice—, debemos tener cuidado de no perder de vista el trasfondo de desigualdades que persiste en nuestro país. El énfasis debe estar en distinguir entre los problemas reales y la manipulación política de los mismos. La izquierda no debe limitarse a soluciones reactivas que reproduzcan el discurso hegemónico de seguridad represiva. Debe ofrecer alternativas que, sin traicionar sus principios, respondan tanto a las preocupaciones inmediatas de la gente como a las causas estructurales que originaron la revuelta.

A partir de nuestros propios ideales, la tarea es clara: formular soluciones concretas que vayan más allá de la narrativa simplista y efectista que ha promovido la derecha. Esto implica abordar temas como la seguridad y la migración, pero siempre desde una perspectiva de justicia, igualdad y dignidad. Sin embargo, también es imprescindible no relegar a un segundo plano los problemas históricos que permanecen intactos, como las desigualdades, la continuidad del pinochetismo en la postdictadura y las implicaciones del neoliberalismo en nuestras vidas cotidianas.

Mientras mantengamos un sistema político anclado a un modelo incapaz de adaptarse a las nuevas realidades sociales, después de un intento fallido de cambiar la Constitución, Chile seguirá atrapado en un marco institucional que bloquea las reformas estructurales necesarias para enfrentar los desafíos del presente y del futuro. Mientras tanto, la corrupción y los escándalos políticos continúan, minando la confianza ciudadana y alimentando la indignación que dio origen a la revuelta.

Las demandas de millones de chilenos y chilenas en 2019 siguen sin ser satisfechas. La izquierda no puede permitirse perder de vista este descontento; al contrario, debe convertirlo en el motor de propuestas viables que hagan de Chile un país verdaderamente libre y soberano.

*Felipe Cuevas
Candidato a CORE