Columna: Hoy salimos por las compañeras que no están y que dejaron su huella de lucha para seguir

No existe duda en la noción de que para hablar de la dictadura cívico militar debemos relevar la lucha y resistencia frente al genocidio civil militar implantado por el gobierno de Pinochet y Jaime Guzmán.

Y debemos siempre recordar a quienes fueron asesinadas y asesinados, torturadas y torturados, relegadas y relegados, y a todes quienes vivieron las atrocidades que este periodo manchó en la historia de Chile y en toda Latinoamérica.

Pero además de tanto dolor, también debemos destacar el alza de los movimientos que retornaron con fuerza sus  voces y puños. Uno de los que menos hemos escuchado durante los últimos años y principalmente en la pasada conmemoración de los 50 años, es la organización fuerte de las  mujeres.

Durante los años 80 diferentes movimientos de mujeres comenzaron a realizarse y a conocerse en distintos espacios.

Mientras la organización estudiantil y académica resolvía nuevas reflexiones sobre la identidad femenina y comenzó campañas de lucha contra la dictadura llamadas “Democracia en la calle y en la casa”, también crecieron otros movimientos populares de mujeres que estaban convocando desde la necesidad.

Diferentes ollas comunes, cordones de economía solidaria comprando juntos, organizaciones de derechos humanos, entre otras, comenzaron a aparecer.

Algunos de estos, dirigidos por grandes mujeres que siendo militantes dieron las fuerzas para organizar los espacios y las poblaciones.

Cuando vemos el sinfín de conmemoraciones también debemos recordar estos puntos, ya que no solo hablamos de roles de cuidado, hablamos de esas mujeres que hacen funcionar al mundo y pueden detenerlo si así lo quieren.

Desde el oficialismo, poco hemos escuchado hablar en la prensa tradicional de Arcadia Flores, quien fue una de las fundadoras de la agrupación de familiares de detenidos desaparecidos y que a través de la militancia logró alzar las fuerzas para la organización. Desde el gobierno, poco hemos escuchado hablar de  Elizabeth Cabrera, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario, quien también era asistente social de la Universidad del Norte y que fue asesinada junto a su compañero por soldados del regimiento de Antofagasta en el camino hacia la base Cerro Moreno.

Poco ha hablado el gobierno de María Inés Cajiao, defensora de los derechos de las mujeres durante la dictadura cívico militar, militante del Partido Socialista durante el periodo y luchadora por la defensa de los derechos humanos hasta su último momento de vida.

Estas son mujeres que fueron perseguidas, torturadas y algunas asesinadas por el Estado de chile. Todo por mantener el pie de lucha estable y realzar las voces durante la dictadura cívico militar.

Durante años han sido las organizaciones, las pobladoras y familiares y amigos, quienes han relevado la imagen de estas mujeres. Y este 8 de marzo es una oportunidad para iluminar nuevamente sus caras y que el recuerdo de ellas vuelva a florecer en la memoria. El de ellas y el de todas las mujeres, trans, disidencias, que tuvieron que sufrir la persecución política y el peor de los vejámenes por organizarse y salir a la calle en los 70’y  80’.

Todas aquellas mujeres y disidencias que salieron a la rebeldía y convocaron organizaciones que hasta ahora son la base de la exigencia por la verdad y la justicia estarán siempre en nuestra memoria y en  nuestra historia, para inspirar y levantar organización política contra la violencia machista y del sistema.

Este 8 de marzo, es el  momento de reconocer que los avances en materia de género no han sido otorgados por los gobiernos de turno, han sido ganados por las mujeres que levantaron históricamente sus puños y lo siguen haciendo hasta ahora.

Gritando con fuerza «que no nos maten, que no nos torturen, que no nos persigan, que no nos repriman y que nos releven como así lo merecemos». Debemos agradecer a las organizaciones de mujeres que hoy han salido a las calles y a quienes en sus casas persisten con los ideales intactos, aunque la vida en el sistema les complique la posibilidad de organizarse.

Para todas quienes no pueden llevar sus pañuelos al centro de la ciudad, les mandamos fuerza colectiva para resistir en lo que queda. Como siempre, hoy nos encontramos en crisis, porque el costo de la vida está alto, porque siguen asesinando a quienes se defienden de la violencia machista, porque la impunidad persiste, porque el clasismo aún existe en nuestros derechos. Por esto y por un millón de razones más, debemos salir a gritar con pañuelos verdes y morados. No obstante, llamamos a que este año sea también relevando a las compañeras que hoy no pueden salir, que no están con nosotras, pero son a quienes les debemos organizaciones que hasta ahora perduran en la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación, son a quienes les recordamos con convicción y permanencia.

Paula Latorre es Presidenta de la Agrupación Por la Memoria Histórica Providencia de Antofagasta

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