Stranger Things, la serie que consolidó y demostró que el éxito de Netflix no iba solo por un posicionamiento como plataforma de streaming, sino también como una productora de contenido, estrenó hace algunos días la primera parte de dos que compondrán esta cuarta temporada, y que se puede entender como “el principio de fin”, que se llevará a cabo en el quinto y último ciclo ya anunciado.
Para contextualizar un poco, la serie continúa con las consecuencias de la temporada anterior. La desaparición de Hopper, la reinstalación de los Byers en otra ciudad, y la adaptación de nuestros personajes favoritos al paso del tiempo, son algunos de los arcos que se van explorando en los diferentes episodios que componen este volumen 1.
Ahora bien, ordenemos las ideas. El mayor problema lo encontramos en el ritmo de sus primeros episodios, sumado a las incontables situaciones que no llegan a nada, como, por ejemplo, el bullying a Eleven o la fuga frustrada de Hopper.
En lo positivo, tenemos nuevamente aquella magia que nos enganchó hace algunos años, la cual ayuda a la recomposición de identidades debido al crecimiento de sus protagonistas, sin perder la mayor gracia de estos: su carisma.
Lo que es claro, es que la serie no pierde el toque en general. Su villano Vecna, aunque parezca un poco rebuscada su creación, me parece que logra su cometido. Las referencias a los 80 ‘s están ahí y funcionan. Mención honrosa a la secuencia que Max levanta por los aires, corriendo en “el otro lado” para salvar su vida, musicalizada con Running Up The Hill de la icónica Kate Bush.
En pocas palabras, Stranger Things temporada 4 Vol. 1 cumple con lo que promete. Gran parte por su historia y química entre sus protagonistas. El gran problema viene por el relleno y el exceso de situaciones que llevaron a los diferentes personajes a generar muy poco, atribuible a la tendencia de dividir los cierres de exitosas series o franquicias, lo que genera más de algún problema al guionista para rellenar tantos minutos.
Redacción 
Valeria Ríos Guerrero