—La informalidad laboral y la falta de compromiso de la clase política son las principales causas de la crisis que vive el sistema de transporte público en regiones —afirma Núñez con un tono firme y decidido, como quien ha repetido esa frase muchas veces antes—. Un sistema que tiene enfermos a sus trabajadores.
Con 58 años, el presidente de la Federación de Conductores de Trans Antofagasta ha pasado gran parte de su vida al volante, casi el mismo tiempo que tarda una persona en alcanzar la mayoría de edad. En su voz se percibe una mezcla de cansancio y frustración, acumulada tras recorrer Antofagasta aproximadamente 24.960 veces. Pero también se nota la tenacidad de quien lucha día a día por mejorar las condiciones laborales de sus compañeros.
El desgaste físico y mental es evidente en cada conductor. “Los conductores están enfermos, estresados, agobiados… hay mucha violencia en las familias. Estamos todo el día afuera”, dice con seriedad.
Sin embargo, los avances en la protección de los conductores siguen atascados por la burocracia. “Nadie avanza”, lamenta. Un proyecto de ley que buscaba prevenir las agresiones hacia los trabajadores del transporte y garantizar cabinas de seguridad quedó paralizado. «No quieren que las empresas se metan la mano en el bolsillo para defender a un trabajador», añade con frustración.
Núñez se refiere a un proyecto aprobado por el Senado en 2023, que finalmente fue publicado como la Ley N° 21.692 en el Diario Oficial el 12 de septiembre de 2024. Esta ley establece un nuevo marco de financiamiento para el transporte público remunerado de pasajeros, creando un subsidio fiscal para compensar las diferencias entre ingresos y costos operativos de los servicios. También reestructura el Fondo de Apoyo Regional (FAR) para financiar iniciativas de transporte público en regiones y zonas aisladas, como la modernización de flotas y mejoras en la conectividad.
Aunque la ley es un avance en términos de financiamiento, Núñez sostiene que «las mejoras tangibles para los conductores aún están lejos», subrayando la lentitud en la implementación de los cambios que realmente mejoren las condiciones laborales.
«Nos levantamos a las tres y media, cuatro de la mañana», describe, mientras relata las duras jornadas laborales. “Los conductores pueden hacer hasta cuatro vueltas diarias, que duran hasta dieciséis horas”. A pesar de que las leyes exigen un descanso de diez horas entre turnos, la realidad es otra. “El promedio de sueño de un conductor es de cuatro o cinco horas”, confiesa con resignación. Tampoco hay mucho tiempo para comer: “Almorzamos en diez minutos, algunos ni siquiera almuerzan”, comenta.
El problema no es solo la extensión de las jornadas. La feroz competencia entre los conductores por cumplir con los tiempos y captar pasajeros aumenta la presión. “El estrés es mayor que antes”, asegura, debido al aumento de vehículos y los constantes tacos en la ciudad.
Núñez también denuncia la falta de protección para los conductores mayores. “Un 60 o 70 por ciento de los conductores tienen más de 45 años”, explica. Muchos de estos trabajadores, algunos ya mayores de 70, siguen manejando micros porque sus pensiones son insuficientes. «Tenemos colegas de 75 años que aún están al volante», lamenta, subrayando la precariedad en la que se encuentran tras años de servicio.
A pesar de todo, el líder sindical no se da por vencido. Sigue luchando, no solo por él, sino por los cientos de conductores que enfrentan jornadas interminables y condiciones que afectan tanto su salud como sus relaciones familiares. Ahora, además de su rol como presidente de la Federación de Conductores de Trans Antofagasta, Núñez busca ampliar su influencia como candidato a Consejero Regional (CORE) por el PS, con el objetivo de llevar estas problemáticas directamente al ámbito político regional.
«El Estado no se ha querido hacer cargo de un problema de décadas», concluye con firmeza, mientras su voz resuena, tan constante como el rugido del motor de la micro que sigue conduciendo día tras día.