Los días 7 y 8 de julio se presentó en el Aula Magna Mario Bahamonde del Campus Coloso de la Universidad de Antofagasta, la obra de teatro La Oficina, montaje que nace fruto de la experimentación teatral realizada por los estudiantes de cuarto año de la carrera de Artes Escénicas de la UA, en el marco de la asignatura Taller Integrado y que conforman Letanía Teatro.
En palabras del Director de la obra, Carlos González Muñoz, se trata del resultado de un proceso creativo colectivo, donde los estudiantes han asumido los diferentes roles y funciones propias de una compañía teatral.
«Así, han logrado desarrollar una propuesta escénica desafiante, que interpela al espectador desde una estética poética y visual. Es una obra que cuestiona nuestra sociedad: Un sistema que nos impone un ritmo de vida frenético y una obsesión por los valores materiales, todo lo cual nos aleja de lo que de verdad es esencial e importante», destaca González.
«En La Oficina se nos presentan unos personajes atrapados en su puesto laboral, que no saben que están condenados a repetir una y otra vez el mismo ciclo de trabajo, estrés y sufrimiento. La obra es un delirio con el que queremos desnudar ante el espectador esta realidad cruda y desoladora y provocar una reflexión sobre el sentido de nuestra existencia», precisa.
Regionalista.cl conversó con parte del elenco, para conocer sus impresiones y reflexiones sobre la presentación.
Benjamín Zepeda reconoce que le encantó «la exigencia corporal y todo lo que fue esta travesía» y considera que la obra «fue un balde de agua fría en mi, empezar a vivir el reflejo de mis seres amados día tras día, trabajar hasta reventar para subsistir pero sin tiempo de calidad a quien dárselo».
«Fue un camino duro, que me dio a entender que en nuestra sociedad se valoriza el darlo todo por el trabajo, sin importar que dejemos a todos de lado, incluyendo a nuestra familia, sin importar que pasemos horas y horas sin descanso y llevando trabajo a casa. Lo que vale es el resultado que le diste y lograste en tu trabajo por horas que te consumieron en cuerpo y alma. Y cuando llega el momento de por fin estar con tus seres amados, estás cansado, malhumorado, estresado y te diste cuenta que el tiempo que tienes para ellos lo compró tu trabajo», reflexionó.
Por su parte, Constanza Leyton, relata que «tanto el proceso creativo de la obra como el diseño integral de esta, nacieron totalmente desde la experimentación y el trabajo en laboratorio. Cada día era un nuevo desafío para todos nosotros, puesto que teníamos conocimientos simples y vagos sobre como son y como funcionan las oficinas que estamos acostumbrados a ver».
«Un día completo nos dedicábamos a explotar un solo elemento de una oficina (por ejemplo, un archivador o un lápiz). De esta manera, nacían nuevas propuestas sobre como darle uso en las escenas y en el diseño de materialidad. También explotábamos los recursos cotidianos de una oficina, que hizo en gran parte formar este mundo tan caótico», comentó.
«Si había que mostrar papeles con firmas, no solo decorábamos con una o dos, sino que todo el espacio, desde el suelo hasta las paredes. Esto no era solo con un fin decorativo, sino que queríamos evidenciar también la cantidad exagerada del uso de este material con el que se sustentan los trabajadores, las oficinas y nosotros mismos. Por último, para representar a los trabajadores de la oficina, era necesario destacar el límite en el que se les explota. Por esto, las ojeras y el aspecto desaliñado de sus cabellos y ropa dejaban en evidencia el tipo de vida a la que son sometidos», concluyó.
En tanto, Yanadis Núñez destacó que desde el punto de vista de difusión y marketing se trató de «todo un desafío, especialmente para nosotros que estamos recién empezando a consolidarnos como actores y actrices, lo difícil que es darnos a conocer y lo que ha nacido fruto de nuestro trabajo».
«A partir de el plan de difusión que habíamos acordado, comenzamos con la creación del contenido, queríamos presentarnos como compañía, una compañía juvenil y naciente de la carrera de Artes Escénicas. Así como también dar indicios, sin revelar mucho, de la concepción de la obra, orientando hacia dónde iba el mensaje que queríamos transmitir. Y desde ahí no paramos, realizamos intervenciones en la universidad para atraer a los demás estudiantes de otras carreras, profesores y trabajadores», relató.
«Y con respecto a mi experiencia personal con lo que fue el proceso de La Oficina, la verdad es que desde el inicio el concepto de la obra me apasionaba bastante, era esa idea que había estado dando vueltas en mi cabeza, porque lo veo en mi entorno. Una vez que teníamos la obra montada, recuerdo terminar los ensayos y realmente sentir la angustia de finalizar en un bucle que nunca acaba. No voy a negar que fue un proceso complejo, de sacar muchas veces energía de no sé dónde, de desacuerdos y mal gustos. Sin embargo, ahora veo cómo empezamos, que fue solamente con una mesa y cuatro sillas, y cómo el público conectó, que siento que valió la pena todo el esfuerzo puesto en La Oficina», resaltó.
Finalmente, Natalia Ortiz indicó que «es complejo para mi hablar de un proceso largo y en colectivo, porque los márgenes de inicio y término no son tan claros. Y en mi caso, se complejiza el doble, ya que acostumbraba a ser una persona más cuadrada y que, con frecuencia, terminaba ordenando el proceso a su gusto en vez de vivirlo».
«Soy una persona que prioriza lo funcional ante lo estético. Lo primordial para mi es que esté bien ensamblado, pero en este proceso había una necesidad en mi de que además de que esté bien, sea coherente con el estilo y la estética que queríamos lograr y lo que estaba propuesto. Así que como actriz tuve que tomar decisiones que estaban fuera de lo que acostumbraba regularmente. Como dedicarme más a disfrutar el proceso por primera vez en ves de intentar que todo funcione», concluyó.
Cabe destacar que las funciones se realizaron con gran éxito y a tetro lleno.
A continuación algunas imágenes destacadas: