Calama es el corazón productivo de Chile, la provincia que sostiene por décadas el desarrollo nacional, pero cuyos hijos e hijas aún deben migrar para acceder a educación superior pública. Esta contradicción —territorio que produce riqueza, pero que no recibe proporcionalmente oportunidades— expresa con fuerza la deuda histórica que el país mantiene con el Loa y que hoy, por fin, comienza a corregirse.

El compromiso presidencial de Jeannette Jara de impulsar una Universidad Pública para Calama es un gesto político cargado de sentido territorial y justicia social. En el Plan de Futuro para Antofagasta, la apertura de una sede universitaria es presentada como una prioridad estratégica del Norte Grande; y en Un Chile que Cumple, la descentralización del acceso a derechos —entre ellos la educación— aparece como pilar para reconstruir la confianza entre ciudadanía y Estado. La educación superior pública en Calama pasa así de ser un anhelo comunitario a un proyecto país.

Porque hablar de una universidad en Calama es hablar de potenciar el talento local, de formar capital humano para la transición energética, la minería del futuro, el litio y la innovación aplicada al desierto. Es permitir que las jóvenes loínas, que hoy enfrentan barreras económicas y geográficas, proyecten su vida desde su propio territorio. Es, también, abrir espacio a carreras pertinentes: minería avanzada, energías renovables, geología, astronomía, salud, agricultura y ganadería del desierto, pedagogías interculturales. Una universidad no solo forma profesionales; transforma identidades y ancla desarrollo.

Para la gente de Antofagasta —crítica, exigente y consciente del aporte que la región hace al país— la propuesta de Jara representa algo más profundo: por fin se reconoce que el Norte Grande no es solo zona de extracción, sino una región llamada a liderar la industria del mañana. Una universidad pública en Calama, reduce brechas y consolida un nuevo pacto territorial donde el conocimiento, la investigación, la innovación y el valor agregado se producen desde el desierto y para el mundo.

Porque esta vez no hablamos de sueños lejanos, sino de una realidad que comienza a tomar forma. En nuestra región nacerán las ideas, la innovación y el talento que moverán al país en las próximas décadas. Lo que antes parecía improbable hoy se vuelve posible. Y cuando la esperanza se vuelve política pública, el futuro deja de ser promesa y comienza a ser destino.

Ariel Aguirre Flores
Presidente Colegio de Profesores y Profesoras de Calama
Comando Jeannette Jara