Como profesional de la salud que ha trabajado durante años en la Región de Antofagasta, he visto de cerca la desigualdad sanitaria que recae sobre nuestros pacientes con cáncer. Aquí la enfermedad no llega sola: Viene acompañada de horas de viaje, gastos que desbordan a las familias, diagnósticos tardíos y una permanente sensación de abandono estatal. No es casual que tantas veces escuchemos a nuestros pacientes decir: “Si viviéramos en Santiago, esto sería distinto”. Y lo es.
Por eso, el compromiso de construir un Centro Oncológico Ambulatorio en Calama, incluido en el Plan de Futuro para Antofagasta de Jeannette Jara, es un gesto político que importa. No se trata solo de levantar un edificio, sino de enfrentar una deuda estructural que el Estado ha mantenido por décadas con la Provincia El Loa y con todo el norte del país.
El cáncer es la segunda causa de muerte en Chile, y nuestra región presenta tasas superiores al promedio nacional en cáncer gástrico, pulmonar y de vesícula, con diferencias que alcanzan hasta un 15%, siendo la primera causa de muerte en la región de Antofagasta. Estas cifras no son casualidad: Responden a factores ambientales, laborales y sociales que marcan a territorios mineros como el nuestro.
En comunas alejadas, la falta de especialistas y de infraestructura diagnóstica provoca que la pesquisa sea tardía y que las familias deban viajar una y otra vez a Antofagasta para recibir atención.
Por eso es significativo que, según las proyecciones del proyecto, el 70% de los pacientes de Calama dejará de viajar a la capital regional para su tratamiento oncológico.
El Centro Oncológico propuesto incorpora 10 sillones de quimioterapia, central de mezclas, un policlínico de oncología médica, y contempla una segunda etapa para diagnóstico temprano, integrándose a la Red Nacional del Cáncer. Esta estructura permitirá multiplicar por más de diez la capacidad de atención actual en el territorio.
El problema del norte no es solo de infraestructura: Es de desigualdad estructural. Antofagasta es una región que genera más del 50% de las exportaciones mineras del país, pero tiene menos de la mitad de los especialistas por habitante que Santiago. Y esa falta de especialistas no solo afecta a la atención oncológica: Repercute en toda la red, desde las listas de espera hasta la continuidad de tratamientos complejos.
Por eso es valioso que el plan de Jara incluya medidas que no suelen aparecer juntas:
-Un Centro Oncológico para Calama.
-Un programa para aumentar y retener especialistas en la región.
-La apertura de una sede universitaria estatal en la ciudad.
-Y una política explícita de trato justo en inversión pública.
Estas iniciativas hablan de una visión integral: No basta con inaugurar un centro; se necesita una estrategia que golpee la raíz de la desigualdad. Porque sin especialistas permanentes, sin financiamiento estable y sin formación local, cualquier infraestructura corre el riesgo de convertirse en una promesa incompleta.
El compromiso de Jara, tiene un valor adicional: Incluye plazos, financiamiento compartido, inserción en redes nacionales y articulación con la estrategia de formación regional.
Además, reconoce explícitamente algo que pocas veces se dice con claridad en un programa presidencial: que la Región de Antofagasta requiere un trato distinto porque produce distinto, aporta distinto y enfrenta riesgos sanitarios distintos. Es decir, que la equidad territorial no es un discurso; es un imperativo político.
El Centro Oncológico de Calama puede convertirse en el proyecto sanitario más importante del Norte Grande en los últimos 30 años. No solo porque acerca el tratamiento, sino porque puede inaugurar un nuevo estándar de justicia territorial: Que la vida y la muerte no dependan del código postal.
La propuesta de Jeannette Jara es seria, coherente y aborda la desigualdad desde sus cimientos: Infraestructura, especialistas, educación superior, inversión justa y redes nacionales. Pero su éxito dependerá de mantener la voluntad política, asegurar financiamiento y construir un modelo sanitario que respete la identidad del territorio.
Si estos elementos se consolidan, el Centro Oncológico de Calama no será simplemente una obra: Será el comienzo de una nueva era para la salud del Norte Grande. Una era donde la geografía deje de ser un castigo y donde las familias no deban elegir entre acompañar un tratamiento o conservar sus empleos.
Porque el Norte no está pidiendo más que el resto del país. El Norte está pidiendo justicia. Y la salud es el lugar donde esa justicia debe comenzar.
Por Jessica Troncoso Asís.
Médica Familiar.
Especialista Medicina Paliativa y alivio del dolor.
Comando Jeannette Jara.



