Enclavados en el clamor sensacionalista, trágico, catastrofista, pesimista, consumista y efectista de los tiempos que andan, en la mayoría de los medios de comunicación las causas que emergen para explicar las crisis de las pedagogías, la falta de profesores, la deserción y fuga de estos, no son tan difíciles de imaginar; quedándose en lo superficial, en lo visible, en lo mediático. Explicaciones que deambulan desde la culpabilización al profesional docente por la «crisis y carencia vocacional»; pasando por las diversas violencias que atraviesan al sistema escolar y llegando hasta las malogradas causas salariales y economicistas de nuestra profesión.
Todo esto no es mentira, es rotundamente cierto y merece atención absoluta para el logro urgente de su resolución; pero no es lo único.
Lo poco habitual que emerge en nuestro ecosistema comunicativo y en el imaginario colectivo, es la titánica misión que cumplen los docentes que elijen quedarse en el sistema; de aquellos estudiantes que, frente a todo pronóstico, optan por estudiar pedagogía y mantenerse en el sistema. También existe una falta de valorización a esos profesionales que optaron por ingresar y, frente a todo pronóstico, se quedaron en el sistema educativo cuando fácilmente podrían emigrar a otros trabajos donde ganan más y se desarrollan profesionalmente en ambientes más tranquilos.
Hay ausencia y omisión del destacado trabajo diario del docente, del profesorado, que logra sacar lo mejor del y de los y las estudiantes, que dibujan constantemente sonrisas y que mantienen la chispa viva de la niñez y de la adolescencia.
Porque el trabajo docente, sobre todo hoy, es nadar a contracorriente de lo que reproduce, produce y persigue la mayoría de nuestras y nuestros compatriotas, mayoría que rechaza todo lo que no es consumo y éxito personal a toda costa. La praxis pedagógica siempre es colectiva, entrando desde ya en contradicción en una nación con predominancia de conciudadanos individualistas.
El magisterio, los docentes, construyen día a día democracia y convivencia democrática, pensamiento crítico y científico, ética, creatividad, inclusión, respeto hacia el otro/a, aceptación y autoaceptación, abrazo al migrante, reparación de infancias quebradas, paciencia… entre otros pensares, haceres, sentires y actuares que van en sentido contrario a lo que está predominando en nuestra sociedad.
¡La docencia también está cansada porque resiste, tensiona, lidera y transforma! ¡La docencia también está agotada porque imprime democracia, humanidad, justicia, dignidad, felicidad y paz! ¡La pedagogía también está fatigada por la magna misión civilizatoria que se niega a abandonar!



