Cómo la jugada de Ricardo Lagos en Codelco hipotecó al país por 16 años y más de US $7.000 millones.
Era el año 2005. En los silenciosos pasillos del poder, mientras el mundo observaba con hambre las materias primas de Chile, se tomó una decisión que cambiaría para siempre la historia económica del país. Codelco, bajo el respaldo del gobierno de Ricardo Lagos Escobar, hizo una apuesta arriesgada: confiaron en que el precio del cobre caería. Para protegerse de esa supuesta tormenta, comprometieron millones de toneladas de cobre en contratos a futuro… vendiéndose a precios que hoy parecen casi irrisorios, muy por debajo del valor real del mercado. Una jugada que, en su momento, parecía prudente, pero que pronto se transformaría en un desastre histórico.
Lo que parecía prudencia, pronto se convirtió en tragedia financiera. Mientras los contratos fijaban la libra entre US $1,17 y US $1,57, el mercado internacional disparaba el precio por sobre los US $3. La apuesta fallida terminó costando al país más de US $7.000 millones. No solo se drenaron recursos fiscales que habrían financiado políticas públicas por décadas, también se hirió el corazón de la principal empresa del Estado.
En el directorio que aprobó la jugada estaban nombres de peso: Nicolás Eyzaguirre desde Hacienda, Alfonso Dulanto desde Minería y Juan Villarzú al mando de Codelco. Todos compartían la misma convicción: que el alza del cobre era apenas un espejismo. Pero la historia les jugó en contra, y el espejismo se transformó en una realidad sólida y persistente.
La prensa no hizo tanto ruido. Apenas en 2014, un reportaje de Emol recogió la voz de Andrés Tagle, entonces director de Codelco en el primer gobierno de Sebastián Piñera, quien no dudó en describir la jugada como “el peor negocio que ha hecho Codelco en su historia”. La Tercera también lo llevó a portada cuando la Cámara de Diputados aprobó una Comisión Investigadora. El informe reconoció el error estratégico, pero eximió de responsabilidad directa a los ministros. El costo, sin embargo, ya estaba pagado: la diferencia entre lo que Chile vendió y lo que pudo haber ganado se extendió hasta 2021 con el contrato con la empresa china Minmetals.
El impacto de estas decisiones financieras no se mide solo en números, sino en años de oportunidades perdidas. Según Jan Cademartori, economista de la Universidad de Antofagasta, “el promedio del valor de la libra de cobre en la Bolsa de Metales de Londres, entre 2005 y 2024, fue de 3,06 dólares por libra”.
Este capítulo inevitablemente evoca fantasmas del pasado. Una década antes, el nombre de Juan Pablo Dávila ya había manchado a la cuprífera. El brillante operador de futuros que se transformó en villano desvió más de US $200 millones y aceptó sobornos millonarios. El escándalo terminó en cárcel y reveló que los controles internos de la mayor empresa estatal eran mucho más frágiles de lo que Chile quería creer.
De los porrazos se aprende, dicen. Y en este caso, las lecciones son claras: que el manejo financiero de empresas estratégicas debe ser tan riguroso como transparente; que las apuestas de corto plazo pueden hipotecar a generaciones; y que la falta de supervisión no solo abre la puerta a la corrupción, sino también a errores históricos.
Hoy, Codelco enfrenta un nuevo cruce de caminos. Sus proyectos estructurales requieren más de US $14.000 millones en inversión, sus minas envejecen, la transición a la minería subterránea es cada vez más compleja y la demanda por sostenibilidad no admite excusas. La pregunta que flota es inevitable: ¿será capaz la cuprífera de evitar repetir los errores del pasado y mantener la confianza como la joya estatal de Chile?
En tiempos electorales como los que vivimos, los discursos sobre patriotismo abundan. Se llenan las plazas y las franjas con banderas y promesas de grandeza nacional. Pero, ¿no será que el verdadero patriotismo está en defender con firmeza nuestros recursos naturales? Cuidar el cobre, el litio y toda la riqueza de la tierra chilena no solo es un deber económico, es un acto de soberanía. Porque más que vender barato lo que otros transforman en riqueza, lo que Chile necesita es sumar valor agregado, industrializar, innovar y generar cadenas productivas que permitan al Estado multiplicar sus recursos. Solo así el patriotismo deja de ser un eslogan de campaña y se convierte en una fuerza concreta para el desarrollo.
Dicen que todos aman a Chile… pero ¿quiénes lo defienden de verdad? Usted saque sus conclusiones.



