Creo que cuando se produjo el llamado «encuentro de dos mundos», cuando el hombre de esta parte de América vio el brillar de los cabellos rubios de los colonizadores, abrieron sus brazos amablemente para recibirlos, sin saber que estos mismos los pondrían de esclavos, saquearían sus templos y principalmente pondrían con fuego la cruz católica por sobre sus tradiciones y creencias milenarias.
El Carnaval de Oruro en Bolivia es precisamente la muestra de una resistencia de esta parte del mundo hacia el viejo continente. Los colores adornados de una Fe irrevocable hacen fuerza para prevalecer a pesar del paso del tiempo y del «progreso». El frenesí de más de 50.000 bailarines saltando y danzando en uno de los lugares con mayor altitud sobre el nivel del mar, demuestra el compromiso eterno para con su pueblo y su tierra, sus hermanos y hermanas.
De alguna forma el presente y su modernidad han ido desplazando en la mayoría de los territorios estas bellas tradiciones. La mirada eurocentrista del hombre americano moderno que busca única y exclusivamente lo correspondiente a lo “Nuevo” o la “Vanguardia”, se aleja de toda la historia que le corresponde para reinventarse como un ser humano que encaja en sus estereotipos y estándares.
Este año se vivió unos de los Carnavales de Oruro más grandes en toda su historia. Más de 20.000 músicos y otros varios miles de asistentes de diferentes partes del mundo dieron vida a esta fiesta que mezcla fe, tradición y, por sobre todo, el cocimiento de nuestros antepasados que revive para danzar en honor a la virgen del socavón.
Carnaval de Oruro 2024, Bolivia.
Paula Corina Hernández 
Fernando San Román