Acabo de ver un video publicado por el equipo de El Reemplazante titulado “Que ganas de cambiar este país culiao”, donde sus proletarios personajes discuten si vale la pena ir a votar en el histórico plebiscito de este domingo. Ahí aparece Maicol (con c), personaje que representa a los jóvenes olvidados y marginados del modelo democrático que han cimentado casi cuatro décadas de violencia económica, social, física y sicológica, y quien se muestra contrario a participar. Esto, debido a la rabia e impotencia causada por el desempleo que sufre, por lo mal que lo ha pasado él y su familia, por la rabia de vivir en un país donde todos los días se produce y reproduce una desigualdad estructural, donde miles como él sobran para las mismas familias dueñas del país desde que Chile era parte del Virreinato.
Maicol se muestra reacio a recapacitar, aún al escuchar la plegaria de “una cabra chica”, demasiado joven para votar, pero no para cuestionar ni actuar en consecuencia. Ella le pregunta “¿y pa’ qué creí’ que saltamos los torniquetes?”, crítica que encapsula la valentía y esperanza de lxs escolares que dijeron basta a los abusos y a vivir con la cabeza baja. Jóvenes salidxs desde una chusma consciente, que desafiaron al modelo, a sus defensores, al estado y a su monopolio de la violencia. Lxs hijxs de los obreros que ni la dictadura ni su legado pudieron matar. Ella, como tantas otras, enfrentó de cara la brutalidad policial, la posibilidad de la tortura, de la vejación normalizada, de la violencia vengativa ante la rebeldía sin miedo.
Todo eso refleja la pregunta de la joven, y le otorga el peso moral para decirle a Maicol que “ahora a ti te toca ir a votar”. Porque no es suficiente haber participado de las protestas, compartido memes y arrancado de la policía. No es suficiente, porque el costo de esta revolución ha sido demasiado grande como para detenerse ahora: los ojos cerrados, las cuerpas mutiladas, la rabia que alimenta tantas noches de insomnio y las lágrimas por los caídos, por los presos y por las injusticias de “un país culiao”, que nos mata con la mala educación, la mala salud, la mala vida, las malas pensiones, la mala política y la mala democracia. En síntesis, la maldad explícita y banal de una clase acomodada, hoy aterrorizada por tener que compartir sus privilegios garantizados por la constitución política de su querido general.
Pero para comprender mejor el mensaje y sus subtextos, vale la pena considerar lo que se dice, cómo se dice y lo que se calla entre los protagonistas del video. El lenguaje es fundamental en la construcción y reconstrucción de nuevas culturas, así como en la disputa de ideologías instauradas (Threadgold, T. 1986) que cimientan hegemonías presentes (Gramsci, 1999). Sobre eso, mares de tinta llenan las páginas de la semiótica (Van Lier, 2006), antropología (Sherzer, J. 1987), feminismo (Fisher, C. H. 2017) y sociología, así como en las perspectivas del debate del poder, y enfoques gramscianos y neo-gramscianos (Levy, D. L., & Egan, D. 2003). Consecuentemente, cuando los protagonistas mencionan el “país culiao”, parecieran describir el Chile donde:
– El 80% de sus trabajadorxs gana un salario mínimo o menos de $320.500 (Fundación Sol, 2020), que vivir solo asegura la subsistencia. En otro país neoliberal extractivista, Australia, el salario mínimo es alrededor de $1.800.000 (seis veces el de Chile). Si consideramos que en Chile sólo el 5,7% de la población tiene un ingreso igual a superior a $1.550.001 pesos (mucho menor al salario mínimo de Australia) concluimos que Chile es, entonces, un país de pobres.
– Se tienen una de las mayores brechas salariales entre hombres y mujeres del mundo, donde las mujeres ganan alrededor del 22% menos que los hombres por realizar el mismo trabajo. En Chile, casi el 92% de las mujeres trabajadoras gana hasta $1.000.0000 de pesos (Fundación Sol, 2018), siendo que el costo de vida ha sido calculado cercano al $1.100.000 (Vergara-Perucich, 2017).
– La población indígena ganaba en promedio $132.500 pesos el 2017 (El Desconcierto, 2017), situación que no ha mejorado significativamente.
– El 50% de lxs jubiladxs en Chile recibe una pensión de $48.271 pesos, y el promedio de quienes cotizan hasta 25 años es de $245.000 pesos (Fundación Sol, 2018).
– A pesar de tener una macroeconomía alabada por su continuo crecimiento, Chile es uno de los miembros de la OECD que menos gasta en educación (OECD,2019). Se suma la suspensión de las Becas Chile para estudios de postgrado en el extranjero (La Tercera, 2020), mientras continúa el aumento del gasto en elementos represivos (Bio Bio, 2020).
– Las denuncias por homofobia y transfobia fueron las más altas en la historia de Chile durante el 2019 (Movilh, 2019).
– El 99% de las mujeres ha sufrido acoso (Corporación Miles, 2016); alrededor del 80% de las denuncias por delitos sexuales son realizadas por mujeres; y el 77% declara haber sufrido violencia sexual pero aún no ha denunciado (Corporación Miles, 2018).
– La deuda de los hogares equivale al 73,3% de sus ingresos disponibles, que representa casi la mitad de todo lo que se produce en el país en un año (Fundación Sol, 2019).
– Existe casi total impunidad para los delitos de cuello y corbata, especialmente relacionados con corrupción y fraude al fisco. Ponce Lerou tuvo una ganancia neta de $125 millones de dólares por el caso cascada (Cooperativa, 2020), monto que podría haberse usado en pagar el salario mínimo a 25.572 trabajadores chilenos por un año o 4.553 salarios mínimos australianos por el mismo período.
– Carabineros concentra el 93% de las 2.520 querellas por violaciones a derechos humanos solo desde octubre del 2019 (Biobio, 2020). Además, el desfalco por el caso “Pagocate” (del coloquialismo “paco”) se calcula en $28.300 millones de pesos (CNN, 2018), equivalente a 7.360 sueldos mínimos pagados por un año, o 1.310 salarios mínimos australianos anuales.
Maicol se preguntaba un poco antes si “con un lápiz la hueá va a cambiar”, entendiendo la “hueá” como el coloquialismo al inestable y complejo equilibrio socioeconómico y político construido y profundizado desde la dictadura. Antes de octubre del 2019, cientos de miles también nos preguntábamos si algún día la “hueá cambiaría”, pero en realidad estábamos acostumbrados a una vida derrotada, considerando como imposible el vivir en un país mejor al que nos crió, socializó y domesticó.
Pero insipiradxs por lxs escolares, el 18 de octubre de 2019 salimos a las calles y “la hueá” la empezábamos a cambiar entre todxs. A un año de este hito refundacional, parece fundamental resaltar lo profundo de ese cambio nacional: hoy se reconocen orgullosamente a sus pueblos originarios, se defiende la lucha feminista y la paridad en todos los espacios, los quiltros antifascistas han sido elevados a héroes nacionales, las cacerolas a símbolos de clase, y consumidores privados se han organizado solidariamente como vecinos para la defensa, alimentación y bienestar público. Así, el llamado de la “cabra chica” para votar este 25 no es solo simbólico, sino que busca eliminar el pilar más importante de la injusticia: la constitución de la neoliberal y santísima trinidad Pinochet, Chicago Boys y la fanaticada del legado de Jaime Guzmán.
La “cabra chica” le recordó a Maicol y a cada espectador, la importancia de la esperanza en la victoria en un juego donde la casa siempre gana. La misma que Maicol encuadró en su foto durante las evasiones de un año atrás. Quizás el año de protestas, represión, matinales con defensores del moribundo sistema, el Coronavirus, la falta de pega y de sueño por el niño que tiraron al río; quizás todo eso mantenía a Maicol (y a muchos espectadores) agotado. Pero el cuestionamiento de quien lo arriesgó todo liberando las estaciones del metro y en las calles que conecta, le recordó su responsabilidad. Maicol recupera la esperanza solidaria, se sube a la moto, y parte a votar por una nueva constitución. Sabe que ya no solo tiene las ganas, sino una merecida posibilidad de cambiar el país. Y sí, con un lápiz, al igual que con un salto al torniquete, el país podrá comenzar a transformarse en aquel lugar coloquialmente conocido como “donde la dignidad es costumbre”. El tiempo le dará a la “cabra chica”, y a miles como ella, toda la razón.