Juegos populares
Andrés Sabella
“El Trompo: Yo tuve un hermoso trompo, que huía de mi diestra como un pájaro en cuyas alas hubieran volcado su locura todos los vientos.
Era grandote y bizarro. Lo vestían colores vivísimos y podía imitar a un danzarín que bailase ciego por sus propios sueños.
Cuando caía en tierra, era un minero afanoso por hacer una inmensa herida y extraer de ella oro, oro, oro.
Lo conservé por muchos años, como si en sus contornos se hubiese quedado adherida mi infancia. Y el día que lo perdí, me pareció que algo de mí había sido tragado por un ser cruel y despiadado: algo que me permitía la sonrisa y la alegría abierta de un tiempo en que yo era el dueño de todas las rosas del jardín.
El fantasma de mi trompito aún gira en mi corazón…”
“Los volantines: También jugué yo con volantines: aprovechaba el viento del mar, en una playa donde las gaviotas raspaban sus alas para mantenerla blanquita y acogedora.
Contra un cielo límpido, donde jamás gruñía el invierno, garabateaban mis volantines sus caprichos. El mar hacía coro a mis gritos: era mi compañero de guardapolvo azulejo.
Y creía poseer infinitos corazones. Y, cuando encumbraba un volantín, pensaba, seriamente, que uno de mis corazones salía de paseo por el cielo”
“Los runrunes: Los niños hacen que el runrún vocifere o arrulle. Entre sus manos, la rodela cantadora es una personalidad. A veces impreca el runrún y, sin duda, su contrincante será sólo perceptible para su vista. Otras, melodiosamente, entona una cancioncita como para adormir el aire…
Cuando en conjunto hablan los runrunes, ¿no podríamos pensar que se está discutiendo el porvenir de los pájaros?”
“Mundillos: ¿Qué otra cosa que mundillos son las bolitas, aún las bizarras bolitas de cristal? Mundillos que iluminan la infancia, que podemos echar en nuestros bolsones, en nuestros bolsillos, que podemos reunir en una riqueza fabulosa, que podemos ganar y perder.
Los niños con las manos repletas de bolitas son los millonarios insignes, dueños jubilosos de una vía láctea particular.”