Por Mg. Benjamín Rojo
Licenciado en Filosofía
Profesor Universitario
A finales de los 90 Jacques Derrida y Jacques Ranciere se enfrentaban a la pregunta (que por lo demás ha sido planteada en diversas épocas de la historia) ¿Qué es la filosofía? Hoy, en pleno 2021, la misma interrogante sigue más latente que nunca, puesto que al cuestionarnos con aquella pregunta, al parecer no sería por un carácter utilitarista, sino que se preguntaría más bien por la esencia de ésta. Interpelaciones como éstas, suelen surgir desde una reflexión, donde se va al por qué y no al para qué. Este 18 de noviembre celebramos, los que amamos la sabiduría, un nuevo día mundial de la Filosofía y tal vez sea la ocasión perfecta para volver a colocar en este escenario la pregunta: ¿Qué es la Filosofía y que entendemos por ella? Y reflexionar sobre lo que hoy en día entendemos de ella.
Estamos a días de un nuevo proceso eleccionario, en un contexto pandémico y de serios cambios sociales que demanda la sociedad chilena. Bajo esta premisa es que la Filosofía, como disciplina del conocimiento, juega un rol muy importante y de protagonismo, ya que nos vemos envueltos en una crisis de inestabilidad y de credibilidad, como si algunos políticos tuvieran la verdad absoluta. En este escenario, nuestra disciplina se ha visto confrontada a nuevas series de vicisitudes, tanto de manera interna (la Filosofía tiene sus propios problemas) como externa (la Filosofía no puede estar ajena a nuestra realidad), y es por esto, que una de las grandes tareas que le fue encomendada es el pensar, pero no pensar en “cualquier cosa”, sino pensar en la realidad (su realidad) y al ser humano dentro de ella.
Sin lugar a dudas, el contexto pandémico y el estallido social ayudaron a refundar nuevamente el espacio filosófico, o mejor dicho el protagonismo filosófico en nuestra cotidianidad, permitiendo constatar el valor y la importancia que tiene el reflexionar desde la experiencia misma de la filosofía, la cual estaría intentando indagar desde la profundidad, el sentido pleno de la experiencia humana y social, yendo siempre mas allá de la mera racionalidad utilitarista con la que hoy se intenta gobernar el mundo. En otras palabras, es observar con una mirada más critica la organización político-económica de las grandes potencias.
Al preguntar ¿Qué es la filosofía?, surge casi de forma inmediata la etimología de su palabra, a saber: Amor a la sabiduría, pero la idea no es quedarse allí, sino preguntarnos que significaría este amor a la sabiduría. Este amor a la sabiduría se traduciría en una búsqueda, en un amor por la reflexión y el pensar crítico, en un buscar para seguir buscando, no para encontrar una respuesta única y determinante para el resto de nuestras vidas. Es por ello que al parecer, entonces, la Filosofía no tendría que ver con un “ser filósofo”, sino con un aprender a filosofar, no tendría que ver con un “ser pensador”, sino con un aprender a pensar.
Karl Jaspers, en su libro “La Filosofía”, compara el iniciarse en la filosofía con la actitud de asombro de los niños, ya que los niños no se preguntan ¿para qué sirve esto?, sino ¿qué es esto? Es decir, se preguntan por el origen, y este, a su vez viene por el asombro, no desde el utilitarismo. Cuando logramos “captar” esto, es cuando nos estamos iniciando en la filosofía. Es decir, la filosofía tendría la “obligación” de desafiar lo normal, de cuestionar ese poder que nos trata de controlar. Hacer Filosofía sería, entonces, frenar cuando todos siguen de largo, sería buscar otro camino, es preguntarse por lo distinto y rebelarse ante lo normal (es sabido que a la filosofía no le gusta lo normal), es poner en jaque a mi yo interior con preguntas que no me dan respuesta, sino que me llevan a más preguntas.
Para esto está y estará dispuesta la filosofía. Confiemos entonces, en como dijo Ortega-Gasset, en que «la Filosofía es sorprenderse, extrañarse, es comenzar a entender”. Y si en este nuevo día mundial de la Filosofía logramos salir, aunque sea por un instante, de la somnolencia en que nos mantiene sumidos nuestro sistema, ¡ya valió la pena!.