Columna: Los escritos de la revuelta popular

Desde hace siglos el ser humano ha necesitado la urgencia de escribir. Tal vez, para dejar huella de su tiempo. Para tratar problemáticas con arte y estética. Para dejar un registro de su época. O para generar actos de denuncia insubordinados y tácitos. Los griegos dejaron su herencia. Y de qué manera. Filosofía, poesía, tragedias, mitos. Pero, también, hubo escritores anónimos y majestuosos cuyos textos se perdieron en el tiempo. O bien, los quemaron por odio o para olvidarlos en su arte. En alguna época, el acto de escribir estuvo reservado solo para algunos en un procedimiento tan sorprendente como elitista.

Pero, ¿por qué escribir en tiempos de convulsión social y política? ¿Qué mueve o qué perturba, de manera indignante, incluso, lo que provoca en el propio país? En esta víspera de fin de año es plausible traer a la memoria esos escritos generados en esta revuelta popular para ir devorando lo que observamos con disgusto, en esta realidad, en una mezcla de valiente espíritu y sensibilidad. No hay semana ni mes, desde ese octubre de 2019, que no haya aparecido un escrito, un texto, que refiera, desde distintas perspectivas lo que nos hierve a despecho y a enojo. La expresión crítica que un alto porcentaje de nuestra población y de la sociedad tiene contra el Estado, en el contexto de no aceptar más eso de que “tú debes hacer esto sin discutir”, es destacar lo que sucede en este hostil y cambiante espacio que nos toca vivir.

Aquí, la experiencia social y de vida, de muchas personas se ha ido acumulando y se expresa, de manera concreta, por sus mismos protagonistas que sienten y duelen con lo que realmente sucede en el país: en los novedosos carteles y lienzos de las marchas, en los mensajes de las murallas de distintos lugares de la ciudad; en las sensibles cartas de las madres de los presos políticos; en las crónicas y columnas que aparecen en algunos medios periodísticos, en la misma palabra oral que se lleva el ritual de la conversación esculpida en el acto del diálogo callejero, citadino, o en algún encuentro pasajero entre seres que solo desean extender sus ideas y sus angustias. Y, también, en los libros que se han publicado desde nuestra región: “Revuelta en 100 palabras”, del Comité de Emergencia y Resguardo de Antofagasta, y “Érase una vez… un estallido”.

Un texto logrado puede ser apasionante y nos descubre en lo que el autor o autora nos dice. La máxima es si se escribe desde el alma o desde lo que sentimos, aunque entremedio se sitúe el manido razonamiento. Los textos y escritos, de este tiempo, tienen el inapelable sentido de la reflexión, pero, también, de la indignación. Diríamos, como un compendio, a modo de título, La ciudad de la indignación es lo que nos llena, porque todos y todas podemos saber lo que nos trae la comprensión del mundo, ya que leer aquellos escritos es mucho más interesante que revolotear en la moderación de los gestos y las palabras más todavía, pensando, que existe, en nuestra población, el miedo y la tranquilidad pasmosa de una aceptación natural de las cosas.

Por desgracia, tenemos este tiempo. Y en este conocimiento, escamoteado y perverso, escribir y contar son también una manera de dejar en evidencia nuestros actos y nuestras propias contradicciones en esta historia nacional desoladora y, hasta, desgraciada. Por esa razón, también, dejemos a los imbéciles, a los que siguen haciendo sesgos a diestra y siniestra, a los que nos quieren desinformados y amorfos por la eternidad, porque, afortunadamente, tenemos el frescor de la palabra, y por cada espacio que exista, los que escriben preferirán decir sus propios juicios, sus propios ropajes en el hilo de las sensaciones buscando alimentar vidas, lectores, admitiendo que el mejor de los mundos será cuando reconozcamos que para cambiar todo no hay que aferrarse a ese mundo torvo y añejo, sino que por todas partes está el cambio: en una muralla, en un libro, en una carta… en un vínculo sensible… ¿qué harás en este mismo momento, entonces?

By Francisco Javier Villegas

Profesor de Castellano, Antofagasta.

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