Por Diana Moreno Pastenes
Directora – Profesora
Considerando el contexto de vulnerabilidad social y económica en el que viven la mayoría de nuestros niños, niñas y preadolescentes que fueron estudiados (350), y desprendiendo -según estudios- que es en pobreza donde son atropellados y precarizados mayormente los derechos humanos, según la investigación realizada las demandas sociales que emanan del movimiento social en Chile acarrean una sensación de alegría, de esperanza respecto a la generación de un espacio social más igualitario y justo.
Sin embargo, no se puede dejar de considerar que el miedo está también presente en un porcentaje no menor en los niños y niñas (NN) de primer ciclo (rango etario 6 a 9 años). Esto se explicaría por el escenario de incertidumbre y en algunos casos de violencia que se genera, a partir del estallido social. Si a lo anterior sumamos que en algunos hogares no se dan espacios para la reflexión, que el acceso a canales de información no se da con la misma facilidad que en los alumnos de segundo ciclo, y que los procesos de pensamiento que implican una capacidad de análisis superior aún no están desarrollados, se entiende que se genere un nivel mayor de angustia.
Se visualiza transversalmente que los hechos de violencia que surgen como efecto colateral del movimiento social, son experimentados de una manera negativa por la mayoría de los niños, niñas y preadolescentes, independientemente del rango etario.
Concluyentemente, la posibilidad de que a raíz de las manifestaciones se generen episodios de violencia, gatilla el vivenciar miedo en un porcentaje importante de nuestros niños, niñas y preadolescentes, independientemente del nivel que cursen.
Existe una diferencia valorativa entre el primer y el segundo ciclo básico, respecto a cómo se sienten en torno al escenario social actual. Por su parte los niños y niñas experimentan más inseguridad, a la vez que en nuestros preadolescentes predomina la indiferencia. La oscilación de pasar de responder categóricamente en algunas preguntas a la indiferencia, se entiende desde la etapa evolutiva que están atravesando.
A partir de este análisis, se aprecia como mayoritariamente se experimentan emociones de connotación negativa asociada al movimiento social. La incertidumbre genera miedo y angustia. Desde aquí el llamado es a los adultos que somos parte de la vida de nuestros niños, niñas y preadolescentes, a hacernos cargo de aquello y realizar actividades concretas que posibiliten bajar estos niveles de ansiedad.
Entregar información a nuestros niños y niñas, obviamente adaptada al rango etario, posibilitará que entiendan el escenario actual y futuro. Generar espacios de diálogo que despierten el espíritu cívico, les permitirá vincularse al movimiento social, no solo de las posibles consecuencias negativas de este, sino desde la esperanza y de la convicción de que podemos y debemos ser parte activa del escenario social, como seres humanos que formamos parte de una sociedad, es decir, vivimos comunitariamente.
Paralelamente, es importante transmitir a nuestros NN y preadolescentes, calma y seguridad, en tanto nosotros adultos mantengamos lo anterior, nuestros educandos se sentirán de la misma forma. Todo lo anterior, conllevará inevitablemente a disminuir la carga ansiosa.
Muchas veces por “proteger” a NN no se entrega información respecto a lo que es obvio: “No todo está normal”. No es aconsejable insistir en establecer una falsa normalidad. Lo central es qué connotación le doy a esta “no normalidad”. ¿Me centro solo en hablar de episodios de violencia? ¿O también le doy espacio a los aspectos positivos subyacentes al movimiento social (cohesión, sentido de comunidad, solidaridad, entre otros)?
Debemos entender que los NN y preadolescentes como sujetos sociales tienen derecho a tener acceso a información, participación y comprensión de la crisis social. Si así lo hacemos los vincularemos haciéndolos sentir respetados y seguros.
Desde la mirada socio emocional y educativa del estudio, debemos consignar la importancia del proceso pedagógico-educativo, de los aspectos sociales, económicos y políticos que vive el país. Es imperativo que los estudiantes, regresen a instruirse en educación cívica de forma obligatoria y desde niveles menores. De este modo revertiremos los porcentuales negativos de conocimiento o desdén, en cuanto al interiorizarse de las temáticas, conversación y análisis futuro de las contingencias socio económicas y políticas que pudieran afectar el país.
No debemos olvidar que el ser humano es un ente social y como tal posee un complejo tejido de relaciones sociales, algunas de las cuales son de crucial importancia para el desarrollo de su existencia como una forma de sobrevivencia y adaptación con sus pares. De este modo estaremos formando los verdaderos ciudadanos del futuro.
Posteriormente, en cuanto a la pregunta «¿Creo que mi país, Chile, estará mejor cuando termine este proceso?», la valoración positiva predomina con un 55%, 39% que no sabe y un 19% cree que no. Este porcentual nos lleva a reflexionar en la importancia de fortalecer los aspectos positivistas de la vida, del análisis de las situaciones visualizando todas sus aristas. Y lo más importante: establecer escenarios de conversación y debate frente a la contingencia, ya sea a nivel familiar, escolar, como estatal.
Finalmente, llamar a los actores educativos, familias y Estado, a vincular y vincularse con los procesos educativos y socio emocionales de NN y preadolescentes de forma integral. Y la contingencia del país también forma parte de esto.