Por allá por el siglo II, el escritor Lucian de Samosata inventaba el género de ciencia ficción al escribir “Una Historia Verdadera”. Esta es una sátira inteligente y descarnada del sistema político y religioso griego del momento, donde el protagonista y sus amigues son enviados a la luna por una tormenta, comenzando una travesía que los llevará a participar en una guerra contra el Sol por la colonización de Venus, ser atrapados por una ballena gigantesca, conocer una ciudad hecha de queso y pasear por los Campos Eliseos, codeándose con héroes y dioses griegos.
En estas aventuras conoce bizarras criaturas, como los “dachanapteros”, o aves con lechugas como alas; “anemodromianos”, o personas que vuelan sin plumas y que se transforman en barcos; y “cynobalianos”, o personas con cabezas de perros que vuelan sobre bellotas con alas. El cuento termina abrúptamente cuando Lucian anuncia que las aventuras de él y su pandilla continuarán en un futuro tomo, que jamás fue escrito.
Fiel a su estilo, el presidente Piñera pareciera haber tomado la épica historia inconclusa de Lucian y, pensando que era realmente una historia verdadera, ha tratado de continuar la narración poniéndose a él y sus amigues como personajes principales de la verdadera historia del Chile contemporáneo.
Así, durante el presente siglo XXI, el presidente Piñera no inventaba, pero profundizaba sin querer queriendo, el género de la política-ficción al crear la obra “Chile, el Verdadero Oasis Latinoamericano”. Esta solo fue considerada inteligente por la barra más brava de un gobierno abiertamente pro-empresarial, y por aquellas/os creyentes más fervientes del dogma neoliberal. En esta historia, el presidente se percibe como héroe griego que, junto a sus amigues y ministres, enfrenta las tormentas de un país con alto desempleo y creciente descontento.
Visualizándose en túnica y sandalias para la aventura, el presidente cree participar en una legendaria guerra contra la izquierda latinoamericana, esa que busca colonizar las frágiles mentes chilenas e imponer un nuevo “Chilezuela”. Tal batalla era contra bizarras criaturas conocidas como “agentes soviético-marxistas” que, viajando en bus desde Venezuela o Haití, traían la revolución escondida en la mochila junto a las dos mudas de ropa y fotos de una familia que dejaron atrás. Para él, el oasis no era ficción, sino la historia verdadera de su mandato.
Dos semanas después (y durante el mismo siglo XXI), el presidente Sebastián Piñera rápidamente re-escribía el borrador de su obra, ahora titulada “Chile en Guerra Contra un Enemigo Poderoso”. Esta ya ni trataba de sonar inteligente, sino amenazante (y ojalá no muy desesperada). Aquí, Piñera y sus ministros cambian las túnicas griegas por armaduras militares, perfilándose como los Caballeros del Zodiaco criollo en una guerra épica provocada por una tormenta de protestas financiadas por oligarcas izquierdistas, comenzando así, una travesía que los llevaría a luchar contra formidables enemigos tales como “La Tía Pikachu”, “la imagen de un quiltro negro con bandana” y las temidas “abuelas con cacerolas”.
En esta aventura el presidente se renombra como “el Caballero del Huanaco” (o “Rat Knight”, en su versión subtitulada al inglés por Roger Waters), para hacer alusión a la fauna local e ideología estatal, y junto a sus compinches se han visto a sí mismes sufriendo fuertes bajas para avanzar por las 12 casas del Santuario Social (o 12 meses de estallido social). A mitad de camino apareció un maligno virus mala persona, que hizo toda la travesía mucho más difícil. Hasta el momento las bajas han sido fuertes: dos Caballeros del Interior, el de Salud y las Caballeras de Educación y Mujer, entre varies otres. También su fuente de poder ha disminuido considerablemente, debido al efectivo ataque contra las AFPs, pilar fundamental de la cosmoenergía neoliberal.
A pesar de todos los sacrificios, Piñera y sus caballeres han fallado en desarticular el maligno plan del temido “pueblo del Chile Despierto” quien, en lugar de ser una sola entidad se ha dispersado entre una plétora de bizarras criaturas, denominadas por los aventureros como “rotos patipelados”, “trabajadores no esenciales que trabajan igual, porque si no mueren de hambre”, “células cancerígeno-marxistas”, “ollas comunes, comunitarias y comunistas” y hasta “criaturas alienígenas con tintes de vietcong”.
Tal y como la “Historia Real” de Lucian, el cuento parece estar a punto de terminar abrúptamente casi un año después de comenzada la odisea. Espera en la última casa del Santuario, la de octubre, un Plebiscito para decidir el destino de la fuente de poder más importante de Piñera y sus caballeres: la Constitución de su deidad protectora, Pinochethanos. Los caballeres de Piñera, apaleados pero orgulloses, aún dan pelea. Algunos atacan pidiéndole ayuda a su deidad protectora, como la tercera reencarnación del Caballero del Interior, pero parece que el capítulo final será escrito por y para esos patipelado-roto-marxistas, que –sin armaduras ni poderes– se las han arreglado para poner fin al neoliberalismo esparcido por tantos cuentos y cuentacuentistas.