Por Matías Cortés Amaya, estudiante de Derecho, Universidad de Antofagasta
Una premonición gobernó en el clima de las últimas elecciones presidenciales. Era inminente la llegada de Sebastián Piñera a la Jefatura del Estado. Con todo lo que conllevaba su elección y el gran repudio nacional contra “nuestro Presidente”, nadie hizo nada por evitarlo. Nos metieron miedo, manipularon el contexto económico-social chileno, el Banco Mundial alteró el ránking de competitividad, materializando
aquello que sostenía Nicolás Maquiavelo: “Quien engaña siempre encuentra a alguien que se deja engañar”.
“La política no tiene relación con la moral”, así advertimos que mucho menos con la probidad y con la prevalencia del interés social por sobre el interés personal, haciéndonos creer que la designación del hermano de nuestro Presidente como “embajador de Argentina” tiende a fortalecer las relaciones con el país Trasandino, pensando exclusivamente en el mejor interés de Chile, pues “el vulgo se deja seducir
siempre por la apariencia y el éxito”. Sin embargo, la probidad nunca debe ceder, aquellos que predican constantemente el respeto a la institucionalidad deben también practicarlo.
Nuestro Ministro de Hacienda financia un viaje personal a Harvard con fondos fiscales para asistir a un encuentro de “ex alumnos”, quien asegura haber actuado de forma correcta, asimismo mandaba a las empresas públicas a “apretarse el cinturón” en el mes de abril. Al parecer los “tiempos mejores” llegaron de forma repentina en menos de un mes. Al menos, el ministro se arrepintió y devolverá de su «humilde bolsillo» la suma gastada por el mediático viaje, pues “es mejor actuar y arrepentirse, que no actuar y
arrepentirse”.
“El primer método para estimar la inteligencia de un gobernante es mirar a los hombres que tiene alrededor de él”. Advertimos que nuestro Presidente no tuvo en cuenta tal principio o simplemente no es inteligente. Los ministros designados por él mismo han dejado mucho que desear, a tal punto que el señor Piñera dispuso que “sus ministros debían ser muy responsables y prudentes con sus palabras”, no haciéndose cargo de sus palabrerías.
Entre aquellas, destacamos a su Ministro de Educación, quien sostuvo que “lo peor que ha hecho este gobierno (de la Nueva Mayoría) es negar a la educación su
naturaleza de bien económico”. En otro ámbito sostuvo que “no pondría penas de cárcel para la gente que gana plata”, en defensa al lucro en la educación. En virtud de aquella premisa del ministro Gerardo Varela, nuestro Presidente salió en su defensa señalando que “la educación definitivamente es un bien, o ¿alguien cree que es un mal?”. En razón de aquello, confirmamos definitivamente que nuestro Presidente no es muy inteligente.
“¿Como puede el Presidente Maduro tener tanta sed y ambición de Poder?”, sostuvo el Presidente Piñera ante la reelección de Nicolas Maduro en tal país, en medio de una profunda crisis democrática. Las virtudes en caso de no tenerlas, podrán simularse, según Maquiavelo: “Es central saber disfrazar bien las cosas y ser maestro en el fingimiento”.
Podemos advertir que la ambición de poder ha sido un calificativo de nuestro Presidente, como lo fue en el conocido caso “Piñeragate” en los años 90′, donde este intenta derrumbar la carrera política de Evelyn Matthei, justamente quien sería su ministra durante su primer periodo de gobierno. Sed de poder, se evidenció en las últimas elecciones presidenciales, donde Sebastián acusó la existencia de votos marcados a favor de Beatriz Sánchez y Alejandro Guillier, alegando un posible fraude electoral. No vendría al caso de nuestro Presidente repudiar tal ambición en el Presidente de Venezuela cuando la “virtud” es un término que al parecer Don Sebastián nunca ha entendido su significado.
Finalmente, los actos administrativos propios de nuestro gobierno actual y del Estado en general, podrían ser justificados si nos adentramos en la filosofía Maquiavélica. De cierta forma muchas individualidades han sido fieles a uno de los principales postulados del “Principe”, esto es que “el fin justifica los medios”, sobre todo para justificar las atrocidades cometidas por la Dictadura Militar en vista de la estabilidad económica del país como un supuesto fin.
Bajo esta lógica podemos cuestionarnos que, si el fin justifica los medios analizados y cuestionados de nuestro gobierno actual, ¿qué es aquello que justifica el fin cuando este tiene un mero interés personal y minoritario? ¿Acaso será el fin conservar el Estado o conservar su permanencia en él para satisfacer un fin personal?
Personalmente considero que la ambición nos ha gobernado, lamentablemente aquella solo mira en beneficio de unos pocos y de su bolsillo. Actualmente mentir es una práctica habitual a la que estamos acostumbrados, de la cual “El Príncipe” quizás estaría orgulloso. Tal como advertía Santos Discépolo en la composición del famoso tango “El cambalache”, de 1943: “No pienses más, sentate a un lado, que a nadie importa si naciste honrado”.