¿Qué se encuentra cuando se busca a un detenido desaparecido?: Apuntes sobre el trabajo en y desde lugares de desaparición forzada

¿Cómo uno retorna a esa escena de sometimiento sin reproducir la gramática de su violencia? – Saidiya Hartman  

Los siguiente son apuntes alrededor del trabajo que hemos desarrollado en el proyecto ‘Memoria Entretejida’ de la artista textil Soledad Fátima Muñoz, donde realizaremos una exhibición en los alrededores del pique minero La Veleidosa, lugar de hallazgo de 4 detenidos desaparecidos.

El proyecto consiste en 4 exhibiciones, dos de ellas ocurrirán este mes. La instalación en Tocopilla tendrá lugar el 8 y 9 de octubre de este año, la segunda será en La Providencia el 21 y 22 de octubre alrededor de las personas ejecutadas y detenidas desaparecidos en la denominada Caravana de la Muerte.

De todas las ideas que nos han rondado este tiempo, me gustaría rescatar una que vuelve cada vez que escucho relatos del horror: ¿cuáles son las imágenes que creamos en, con y desde los lugares de memoria?

Imagen 1. Caravana de la Muerte, Soledad Fátima Muñoz (www.soledadmunoz.com)

Hace ya varios años trabajé en un proyecto de la Universidad Alberto Hurtado donde mi primera labor fue revisar junto a una compañera alrededor de 200 carpetas de atención de personas afectadas por la dictadura cívico militar[1]. Ahí aprendí, en parte, cómo se construyó esa especie de carrera contra el tiempo de las personas por dar existencia legal a sus familiares. Por reconstruir hechos negados, silenciados.

Recuerdo a mi mamá argumentando por qué era una mala idea ser cremada en caso de morir. Tenía que ver con la prueba de que existía. Porque había gente que no tenía pruebas de ello. Hace unas semanas una persona, hija de un detenido desaparecido del norte de Chile me hizo ver una fotocopia de un documento que tenía la huella dactilar de su padre. “hay un documento con cosas de él”, dijo. Yo no lo había visto. En la búsqueda de los detenidos desaparecidos en Chile lo digital juega un papel más o menos nominal. Hoy, lo real se juega en otros planos, en cualquier rastro de la existencia factual.

Entre noviembre del 2020 y mayo de 2021 hicimos como que la pandemia no existía y recorrimos diferentes lugares del norte recopilando historias.

Las que encuentro más bonitas son de las mujeres que tuvieron que identificar y sepultar huesos inconexos en la pampa. Algunas los pegaron con scotch al fondo de las ánforas. Eran huesos muy chiquitos, uno o dos trozos de hueso que se movían y sonaban durante la procesión al cementerio; para que no lo hicieran, los pegaron.

Otras pusieron una esponja amarilla en el fondo de ataúdes, ordenando los fragmentos de huesos en su ubicación dentro del esqueleto completo. Historias debajo del hito. Infraestructura dirían por ahí.

Una de esas historias era la del pique minero La Veleidosa. Un hoyo en la tierra que se hizo para extraer mineral. Un hoyo en la tierra de 600 metros verticales que se hizo para extraer mineral en 1916. Para 1970 se dice que estaba semi abandonado. El 8 de octubre de 1973, en La Estrella del Norte y La Prensa de Tocopilla publicaron el mismo inserto: “Murieron dos extremistas en fuga: tres consiguieron huir”. La noticia era a todas luces incongruente. Según un comunicado de Luciano Astete Almendras -carabinero a cargo de la zona- dos personas, Freddy Araya y Reinaldo Aguirre, que permanecían en la cárcel de Tocopilla, habrían muerto en los alrededores de la mina en un operativo. El operativo tenía que ver con la búsqueda de explosivos.

Otras tres personas, identificadas como Carlos Garay Benavides, Luis Segovia Villalobos y Claudio Tognola Ríos, habrían logrado huir hacia el interior del pique minero. El comunicado termina señalando que estas personas son prófugas de la justicia y que, cualquiera que les preste ayuda, será consignada como encubridor.

Imagen 2: La Prensa de Tocopilla, 8 de octubre de 1973. Biblioteca Nacional.

En paralelo a esa historia, ocurría otra. Una que tangencialmente se cruza con las palabras de Saidiya Hartman, ¿cómo mujeres contaban a sus hijos e hijas que sus padres habían muerto sin mermar sus cortas vidas? No sólo eso, ¿cómo decirle que además de asesinados, estaban desaparecidos? Una de las hijas de los ejecutados en la mina nos señala que su madre le contó que su papá había muerto porque, al ser médico, fue a atender a personas en los alrededores de la mina y que había sido alcanzado por una bala. Esa misma niña guardó rencor a su padre durante años. Recién a sus 14, su madre le mostró un artículo que publicó la revista Cauce en marzo de 1984 titulado “El Lonquén de la Pampa”, donde se señala que un pirquinero vio cadáveres en el fondo de un pique minero abandonado. El artículo habla de una pila de cadáveres y señala algunos nombres de esos cuerpos, entre los que estaba el médico obstetra militante del Partido Socialista. Años después, uno de esos pirquineros en su declaración judicial sobre la investigación de la Veleidosa, diría:

“El caso es que estando en dicha mina, bajamos a explorarla, llegamos hasta los 150 metros de profundidad, no pudimos seguir bajando debido a la hediondez, había olor a muerto, además, que habían bastantes pájaros muertos, ya que bajaban por el pique y como la mina tiene más de 20 niveles, quedaban atrapados y no podían salir, eran buitres, habían muchos buitres muertos. Que no vi ningún cadáver, pero estaba el olor a cadáver.”

Declaración Constantino Soubaliotis, 28 de noviembre 1991. Expediente Causa rol 3231, foja 725

Esta declaración judicial nos remite a la pregunta por los lugares, por ese mapa inconexo de huesos que contiene nuestra pampa, por esa idea de que los lugares son rastro, documento y soporte. Por tanto fuente de información. Lo que quiere ocultar el personal policial se puede rastrear en esos documentos. He planteado en otro tiempo otra relación: son los documentos los que pueden establecer relaciones filiativas entre quienes no tienen un vínculo sanguíneo con la represión.

En paralelo otra historia. En Tocopilla fueron ejecutadas 23 personas. Tres de ellas permanecen desaparecidas hasta el día de hoy. Las historias se entrecruzan. Uno de esos desaparecidos había tenido varias hijas, en diferentes lugares del país. Una de sus hijas nos cuenta que siempre supo que su padre había sido ejecutado en el norte. Hace unos 15 o 20 años viaja en su búsqueda. Ella nunca había visto una foto de su papá. Soñaba con él, soñaba que estaba en sus piernas, que su papá la abrazaba y cuando ella lo iba a mirar, despertaba.

En Antofagasta, coincidentemente la ayudó la hermana de Freddy Araya, ejecutado alrededor de la mina, que la contacta con su hermanastra en Tocopilla. Ahí logra ver una foto de su padre, se impresiona por el parecido que tiene con él. Como en una especie de justicia onírica, logra soñar y ver la cara de su papá. Manuel Muñoz Cornejo, permanece desde el 15 de septiembre de 1974 -hasta el día de hoy- detenido y desaparecido. Como señaló un fallo judicial (histórico) en 2003 dictado por la desaparición de un militante del MIR, específicamente por el Ministro Alejandro Solís, el secuestro de esta persona es permanente, por lo que el crimen no ha sido consumado, es imprescriptible e inamnistiable[2].

Otros dos detenidos desaparecidos de la zona: Luis Gómez Cerda. Nació en el puerto de San Antonio. En el norte, para 1973 era delegado sindical de la planta termoeléctrica de Cobrechuqui, militante del Partido Socialista. Entre otras cosas, Luis organizó brigadas médicas destinadas a pobladores cordilleranos. Fue detenido el 13 de septiembre de 1973 a sus 33 años por Carabineros de Tocopilla, los mismos que a los dos días le dijeron a su compañera que había salido en libertad. Hasta el día de hoy se encuentra detenido desaparecido y su hija continúa su búsqueda.

Vitalio Muttarelo Soza, presidente del sindicato industrial de Soquimich de la oficina salitrera Pedro de Valdivia en 1973. Tenía 28 años al momento de su desaparición. Según consta en la carpeta de la Vicaría de la Solidaridad, Vitalio se presentó a la comisaría de Tocopilla, su esposa lo fue a buscar y el carabinero que la recibe le señala que fue liberado. Días después, en una declaración, el mismo funcionario estatal señala que seguramente Vitalio Mutarello estaba escondido por órdenes del partido.

Volvamos a la mina. En 1990 el caso del pique minero La Veleidosa ya era, como señalan varias personas en Tocopilla, un secreto a voces. Ese secreto a voces había llegado a oídos de Carabineros de la zona, quienes se encargaron de dinamitar el pique. La Comisión de Derechos Humanos de Tocopilla de la época presentó un recurso judicial por inhumación ilegal y el juez Cortés Monroy logró ordenar y destinar recursos para la investigación en la mina. Mujeres y hombres iban a trabajar en el pique. Las trabajadoras de la Comisión de DDHH hicieron de cocineras, ayudistas y veedoras del proceso que no podía quedar al alero de ningún organismo estatal, solo a meses de acabada la dictadura.

El 3 de agosto de 1990 se encontraron las primeras osamentas. Esto permitió seguir investigando. Se encontraron osamentas que correspondían a 3 personas: Carlos Garay Benavides, Luis Segovia Villalobos y Agustín Villarroel Carmona, que fueron entregadas el 6 de octubre de 1990. La Prensa de Tocopilla siguió de cerca el caso. El último día de investigación en la mina se encontraron nuevos restos: una mano izquierda que correspondía a Claudio Tognola Ríos.

La hija que guardó rencor con su padre participó de la búsqueda, había entendido que su padre no la había abandonado, lo habían asesinado e intentado desaparecer. Nos cuenta que en el transcurso del proceso, dado que se encontraron varios fragmentos de manos y dedos comenzó a revisar las fotos de su padre, a hacer ampliaciones de las manos de él. Se aprendió su forma y características por si en esa búsqueda ‘aparecían’ partes de sus manos. Me pregunto en qué se va convirtiendo esa búsqueda, en la configuración de las imágenes, esa importancia documental en que se transformaron esas imágenes familiares (Risco et al, 2021). Una vez que se cerró el caso y la mina, las vidas de estos hijos e hijas no eran las mismas. Habían, entre comillas (muchas comillas), encontrado a sus padres. Si bien eran solo restos, se establecía una verdad, o un atisbo de ella, un rito de cierre, algo material, alguna certeza, un lugar. No intento atribuirme qué es lo que lograron, sólo enumerar algunas cosas que nos han señalado.

Entre las personas identificadas a partir de los fragmentos de huesos hubo una que no aparecía en esta noticia de 1973: Agustín Villarroel Carmona, secretario de finanzas del Partido Comunista en Tocopilla. Copiapino. Su hijo, a los 23 años viajó a Tocopilla a buscar a su padre.

En 1990 los restos fueron enterrados de manera errónea. En un ataúd se enterró un cuerpo que contenía además, un brazo, un tercer brazo. Gracias a gestiones de los hijos, los restos óseos encontrados en la mina fueron re identificados. Recién fueron devueltos en mayo y junio del 2022. Un cúmulo de huesos no pudo ser identificado y yace en el cementerio de Tocopilla. También espera el pique minero, que dada las dificultades del 90 -tanto políticas como técnicas- no fue investigado en su totalidad. También esperan los restos de los desaparecidos del norte en algún lugar de la pampa.

Volvamos al título de estos apuntes, apuntes que no tienen –en ningún caso- exhaustividad del caso. Cabe preguntarse por la persistencia de procesos que no cierran, por los fragmentos de verdad que se han ido abriendo con el paso de los años. Entonces se buscan restos, osamentas, verdad, justicia, certezas.

También se busca, en el caso de hijas e hijos, saber quiénes eran estas personas a las que llaman por mandato sanguíneo ‘padres’. Por lo general tenían entre 3 y 8 años. Una de ellas nos dice que luego de encontrar los fragmentos óseos pudo iniciar la búsqueda del hombre detrás de esos huesos.

Hay otro proceso paralelo, el de buscar a los responsables. En 2018, se dictó sentencia, condenando a 4 carabineros de Tocopilla a 15 años de presidio por homicidio y secuestro. En 2021, luego de ser ratificada esta sentencia en la Corte de Apelaciones, los agentes estatales sentenciados interpusieron un recurso para la nulidad y rebaja de la condena. El caso aún no tiene fecha para su discusión en la Corte Suprema.

Si tuviera que preguntarme qué se encuentra cuando se busca a los desaparecidos, cambiaría la pregunta por los cómo, desde su existencia legal, hacia su trayectoria en el presente. Todas las declaraciones de los carabineros involucrados en los crímenes de Tocopilla señalan en una frase que llama mucho la atención: “Esos nombres no me dicen nada”. Tal vez se trata de volver a recorrer los nombres, las caras, las historias sobre cómo buscar, desde un afiche hasta un hueso en el desierto y generar y regenerar soportes que nos permitan conversar, estar juntos y pensar en cómo buscamos hoy a nuestros desaparecidos.

Una última cosa. Para no dejar al aire la cita del inicio del texto. Una anécdota sencilla: haciendo un trabajo en el Museo de la Memoria, había un hombre revisando negativos de fotografías y seleccionando algunos para donarlos. Un grupo de estudiantes de alrededor de 14 o 15 años se acerca y le pregunta qué está haciendo. El tipo les presta una tira de negativos a cada uno de los estudiantes quienes no saben qué hacer con ese objeto. Les dice que lo pongan a la luz, los niños se sorprenden.

Con esto quiero dar cuenta de que la tarea de quienes trabajamos en este triste rubro es también acercar mundos. Generar las referencias correctas, “imágenes operativas” las llamaría el cineasta Harun Farocki, que en una analogía marxista propone que las imágenes ya no sólo sirvan para mostrar, sino para intervenir, es decir para generar referencias y tejer diferentes eventos (de distintos tiempos) en un acto complejo que permita reflexividad al respecto.

Esperamos que en estas exhibiciones, por medio de la investigación, la actividad museográfica, las relaciones pedagógicas y el evento artístico, logremos –parafraseando a Farocki- que nadie cierre los ojos a los daños, a los hechos, a la memoria ni a las relaciones que hay entre ellos.

 

Referencias bibliográfica

Farocki, Harun. 2013. Desconfiar de las Imágenes. Buenos Aires: Caja Negra editories.

Hartman, Saidiya. 2013. Venus en dos actos. Emisférica 20, 2.

Risco, A., Iroumé, N. y Bernasconi, O. 2021. Imagen del rostro desaparecido: Densidad histórica de un artefacto global. Boletín de estética 54.

 

[1] www.memoriayderechoshumanosuah.org

[2] Sentencia primera instancia, 14 de abril de 2003. Secuestro de Miguel Sandoval.

By Rodrigo Suárez Madariaga

Agrupación por la Memoria Histórica Providencia, proyecto "Memoria Entretejida".

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