Columna: Un joven lanzado al río

En estos días nos ha conmocionado lo ocurrido en las manifestaciones en Plaza Dignidad, en que vemos imágenes de un carabinero que empujaba desde una altura de 7 metros, en el puente Pío Nono, a un joven de 16 años. Sin prestar ayuda se retira el piquete completo en que se comenta “a Zamora se le cayó un huevón”.

Lo más increíble es que después de varios días nos enteramos por la prensa que se falsificó la detención, pues ningún carabinero llegó con la ambulancia a la clínica. Además, después de varias horas se preguntó de su parte el estado de salud del ingresado. Ante las preguntas de los periodistas el capitán del operativo miente al decir que el joven cae al forcejear con un efectivo policial. Al otro día en la conferencia de prensa que da la institución, el vocero no reconoce lo que vimos en distintas redes sociales, afirmando que estaban siendo superados y agredidos por los manifestantes.

La movilización, que ha ido creciendo en estos días en que se acerca la fecha de la conmemoración del 18 de Octubre y del plebiscito, ha dado como resultado una represión descontrolada de parte de carabineros, comprometidos con una doctrina y orientación que le entrega el alto mando y fomentada por este gobierno, que en su incapacidad de gobernar recurre a la violencia y la represión.

En distintos punto del país y en el extranjero muchas personas se han movilizado en solidaridad por lo ocurrido al menor A.A. y la vulneración de sus derechos. A quienes tenemos a flor de piel la crueldad de la dictadura de Pinochet, ver un joven lanzado al río, nos hace relacionar y vuelve sin querer a la memoria los cuerpos de nuestro pueblo, fusilados y lanzados al río Mapocho. La sensación de injusticia y atropello es una vivencia que la institución de Carabineros nos hace recordar en forma permanente desde hace mucho tiempo, con montajes y abusos, reprimiendo cualquier manifestación de reclamo del pueblo.

¿Cuál es el rol que debería tener esta institución?: Resguardar el orden público y prevenir los delitos. Es evidente la urgencia de una reestructuración profunda de Carabineros, que garantice una gobernabilidad durante los meses que se aproximan. La deslegitimación de la policía uniformada por parte de la ciudadanía es una realidad. Es necesaria una reforma que garantice el respeto de los Derechos Humanos, que se pueda dormir tranquilo porque nos protegen del bandolero. Necesitamos una institución que no abuse y que sea refundada para una democracia del siglo XXI, al servicio de la sociedad y no de los que ostentan el poder económico.

¿Cuándo seremos capaces de dialogar sobre los reales problemas sociales y económicos que tenemos, un diálogo en el que podamos entendernos y superar este momento en que el gobierno y sus representantes siembran violencia y a través de publicaciones cargadas de odio y subjetividad nos polarizan?

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