Mujeres que inspiran, avanzan y lideran un nuevo norte

Hace medio siglo, Chile fue sacudido por la traición. Bajo el mando del Dictador Augusto Pinochet y sus secuaces colaboradores, se intentó apagar la llama de la democracia que ardía en el corazón del país. Pero, a pesar de la oscuridad que buscaban imponer, el espíritu resiliente y valiente del pueblo chileno se alzó, enfrentando y resistiendo el yugo de la dictadura.

Al recordar aquel 11 de septiembre de 1973, honramos no sólo a quienes sufrieron, sino también a nuestros abuelos, abuelas, padres y madres; los inquebrantables héroes que se levantaron para que Chile volviera a brillar.

Paralelamente, a 50 años del fallecimiento del Compañero Presidente Salvador Allende, resplandece con una luz que atraviesa las fronteras y el tiempo. Su elección en el 70 como el primer Presidente Socialista de Chile, y de hecho, de todo el mundo, mediante el voto popular, marcó un hito en la historia política del continente. Su proyecto, la «vía chilena al socialismo», pretendía combinar la democracia con un sistema socialista, algo totalmente inédito en un contexto de Guerra Fría dominado por tensiones ideológicas de la URSS y EE.UU.

Allende inició importantes reformas, como la nacionalización del cobre, la principal exportación del país, y la implementación de programas de salud y educación dirigidos a las clases más vulnerables. Sin embargo, su gobierno también enfrentó enormes desafíos, desde el boicot económico internacional, especialmente de Estados Unidos, hasta la oposición interna de sectores conservadores y empresariales.

Su final, en La Moneda el 11 de septiembre, se ha convertido en un símbolo poderoso de resistencia y sacrificio democrático. Desde aquel palacio, sus restos cruzaron la calle Morande 80, como eco silente de una historia no olvidada. A pesar de las ofertas para ser exiliado, eligió permanecer en Chile y en la “casa del pueblo”, defendiendo la soberanía y la voluntad del pueblo chileno hasta su último aliento, en un postrero acto de valentía y convicción.

Internacionalmente, su legado ha sido honrado en múltiples formas. Figuras como el Presidente de Francia François Mitterrand, quien fue al igual que Allende un socialista elegido por las urnas, expresa su admiración, solidaridad y su visión democrática.

Varios lugares en el mundo, desde calles en Francia -como la «Rue du Président Allende»- hasta plazas en México, llevan su nombre como símbolo de resistencia y lucha por la justicia social. Su discurso final, transmitido por Radio Magallanes mientras el Palacio de La Moneda estaba siendo bombardeado, es estudiado en instituciones educativas alrededor del mundo como un testamento de coraje y principios inquebrantables.

Allende, más que una figura histórica, se ha convertido en un faro de integridad y convicción, recordándonos la importancia de luchar por un mundo más justo y equitativo, independientemente de los desafíos que se presenten.

Ahora, refiriéndonos a temas constitucionales post dictadura, analizaremos lo siguiente. Los Enclaves Autoritarios de la Constitución de 1980 fueron diseñados con un propósito claro: asegurar el legado y el control del régimen militar, incluso después de su eventual terminación. Mecanismos como el Sistema Binominal buscaban garantizar la representación de las minorías conservadoras y limitar la capacidad de cambio del sistema. Además, instituciones como el Consejo de Seguridad Nacional (COSENA) otorgaban a las Fuerzas Armadas y Carabineros un rol privilegiado en decisiones de estado, afectando la autonomía civil. Estos enclaves complicaron la transición hacia una democracia plena, convirtiéndola en una protegida.

Sin embargo, en este panorama sombrío, emergieron líderes y figuras claves que, con tenacidad, guiaron al país hacia la luz de la democracia. Patricio Aylwin, el primer presidente desde la vuelta a la democracia, tuvo la ardua tarea de liderar una nación dividida, buscando siempre la reconciliación. Ricardo Lagos, con su característica firmeza, enfrentó a Pinochet en una histórica entrevista televisiva y posteriormente, como presidente, consolidó las reformas democráticas para sustentar una sólida base de gobernabilidad para los años siguientes.

El legado de los líderes que forjaron la transición nos inspira a ser activos en la defensa de nuestros derechos. El recuerdo de los errores y horrores del pasado debe ser el motor que impulse a Chile a consolidarse como un referente en Derechos Humanos en la región.

Ahora, volviendo la mirada hacia el presente, es imperativo que Chile establezca una Política Nacional de Derechos Humanos robusta y efectiva. Esta política no solo debe centrarse en reparar las violaciones pasadas, sino en garantizar que nunca vuelvan a ocurrir. Debe incluir una educación en Derechos Humanos desde la Educación básica a media, así como la formación y capacitación de funcionarios públicos en esta materia.

Al mirar hacia atrás, las cicatrices del pasado nos recuerdan el dolor, pero también la resiliencia. Y alzando la vista al horizonte, vislumbramos un Chile donde el eco de los Andes nos susurra promesas de esperanza. Que el recuerdo del 11 de septiembre se transforme en una melodía de reflexión, un canto que nos impulse a tejer sueños de un futuro lleno de unidad, paz y progreso. En el lienzo de nuestra historia, que cada pincelada sea inspirada por el amor a nuestra patria y la indomable determinación de su pueblo.

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