Por Jorge Cifuentes Castillo y Héctor Maturana Bañados
Integrantes de la Agrupación por la Memoria Histórica Providencia Antofagasta
Uno de los tantos legados que nos dejó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) es la noción de que el trabajo universitario es una plataforma para impulsar la lucha por las transformaciones sociales. Esto explica la creación de sus frentes de masas, como lo fue el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER) y la gran influencia que este movimiento adquirió en los liceos y universidades durante el final de la década de los ’60 y comienzos de los ’70.
En ese entonces, estudiar y luchar era la máxima. Ser estudiante era una de las tantas formas que podía adoptar un/a revolucionario/a.
Quizá esta ética, esta especie de espíritu que caracterizó al MIR y a otros jóvenes rebeldes de todo el mundo, con o sin militancia política, logra todavía sobrevivir, aunque reorganizada bajo las lógicas de poder del neoliberalismo. Pudimos verlo en las tomas y en las movilizaciones universitarias del 2011. O en la Revolución Pingüina del 2006. O durante la revuelta y después de ella. Lo leímos también en las consignas de la toma de Instituto Nacional durante este año: los liceos se abren para luchar.
Puede que hoy, 15 de septiembre del 2021, sea un buen día para recordar esto. Hoy que se cumplen 48 años del asesinato de tres militantes del MIR camino a la Base Aérea Cerro Moreno, luego de haber sido detenidos/as y torturados/as en el edificio de la Intendencia Regional de Antofagasta. Estamos hablando de Elizabeth Cabrera Balarriz, jefa del Departamento de Bienestar Estudiantil de la Universidad del Norte; Nenad Teodorovic Sertic, esposo de Elizabeth y estudiante de Periodismo; y Luis Muñoz Bravo, funcionario de la misma casa de estudios.
Sobre los asesinatos, los hechos fueron establecidos en una causa judicial, cuyo fallo se dictó el 16 de marzo del 2016, luego de 43 años de impunidad para los perpetradores. Las investigaciones demoraron unos siete años y, aun cuando las defensas apelaron al Decreto de Ley de Amnistía promulgado en 1978 y a las prescripciones de los crímenes, el fallo logró condenar a tres funcionarios del Ejército de Chile: Sergio Gutiérrez Rodríguez, Ricardo Álvarez Jalabert y Carlos Contreras Hidalgo, a una pena diez años de prisión por el homicidio calificado de los/as tres jóvenes miristas.
Los detalles del hecho son, más o menos, como siguen. Elizabeth, Nenad y Luis fueron detenidos/as en sus propias casas, entre los días 13 y 14 de septiembre del ‘73, luego de lo cual se les retuvo en el edificio de la Intendencia Regional, conocida hoy como un centro de detención, tortura y ejecución. Posteriormente, el 15 de septiembre, a cuatro días del golpe del estado, y cuando el país apenas comenzaba a experimentar la política de terror que caracterizaría los 17 años de dictadura, Elizabeth, Nenad y Luis fueron trasladados/as, en vehículos militares, hacia el campamento de la base aérea Cerro Moreno, en cuyo trayecto fueron fusilados/as.
Para justificar los asesinatos, los militares apelaron a un argumento conocido. Dijeron que luego de un desperfecto eléctrico en uno de los vehículos, los/as prisioneros/as habían intentado huir y se les aplicó la ley de fuga. Si bien, la verdad siempre se supo, con los años pudo demostrarse. Elizabeth, Nenad y Luis no intentaron escapar de los militares, fueron ejecutados/as a sangre fría. De hecho, el documento de la sentencia judicial señala que cuando se les ordenó a los conscriptos de la comitiva que subieran los cuerpos a uno de los vehículos, notaron que Elizabeth seguía con vida, por lo que uno de los suboficiales no escatimó en dispararle nuevamente.
Calificar esta historia como terrible es poco. Pero la memoria nos permite, acaso, retroceder el tiempo y recordar a Elizabeth cuando todavía estaba viva, cuando era una estudiante o la jefa del Departamento de Bienestar Estudiantil de la Universidad del Norte. Si prestamos atención, su convicción militante todavía puede hablarnos desde el pasado, desde ese lugar ubicado debajo del tiempo en donde todas las voces constituyen una metáfora, cuyo vehículo nos permite comprender nuestra historia.
Esta pequeña crónica es una forma de traerla de vuelta, de invitar a Elizabeth a visitar estos convulsionados tiempos modernos. O de volver con ella al pasado y acompañarla en su trayectoria como militante del MIR. O de imaginarla con vida, porque las personas como ella nunca mueren del todo.
Elizabeth Cabrera nació el 19 de noviembre de 1949 en Punta Arenas, pero su formación secundaria y universitaria la recibió en Concepción. La misma ciudad que vio nacer a la Vanguardia Revolucionaria Marxista Rebelde, que el año 1965 pasaría a integrar las filas del MIR y en la cual militaron, brevemente, personajes como Miguel Enríquez, Bautista van Schouwen y Marcelo Ferrada de Noli.
Vivir y estudiar en esta ciudad fue clave en la formación profesional y política de Elizabeth. En 1966 entró a la Universidad de Concepción a estudiar la carrera de Servicio social hasta el año 1970, cuando obtuvo su título profesional, luego de hacer su práctica en la toma de terreno del Campamento Lenin y escribir la tesis Origen y realidad del Trabajo Social, junto a sus compañeros/as de carrera y amigos/as José Agurto, Sara García, Mariela Ortiz y Gladys Rivas.
Sobre la tesis de Elizabeth hay algunas cosas interesantes que decir y que resultan tremendamente vigentes, puesto que sus indagaciones cuestionaron el estatus poco situado en la realidad latinoamericana de la carrera de Servicio Social, criticando el enfoque centrado en el individuo o las familias e interrogándose, al mismo tiempo, en qué medida esta podría transformarse en una herramienta para la transformación social. Sobre este mismo tema, la propia Elizabeth escribiría en el año 1969 un artículo titulado Análisis histórico-crítico del servicio social, en el cual planteaba que este debería “entrar por un lado en el proceso de educación, con un papel educador-concientizador, capacitado para el cambio y [con] una buena base teórica basada en un acabado conocimiento de la naturaleza de la sociedad […] que por estar insertado dentro de las Ciencias Sociales, debe cumplir su papel transformador de la situación existente. (Cáceres, 2015, p. 183).
Estos intereses y posicionamientos político-profesionales, tanto de Elizabeth como de sus compañeros de generación, reflejan el ánimo que se vivía durante los inicios de la década del ’70, respecto de las grandes transformaciones sociales que vivía el país y que, a su vez, se relacionaban con procesos revolucionarios en otras partes de América Latina y el mundo. En el caso de los/as estudiantes de la Universidad de Concepción, este espíritu de la época se ve reflejado en la fuerte presencia que tuvo el Movimiento Universitario de Izquierda (MUI) en la casa de estudios y que derivó en las movilizaciones por las reformas universitarias que experimentaría el país, siendo la Universidad de Concepción la primera casa de estudios en aprobar la triestamentalidad del gobierno universitario en diciembre de 1969.
La generación de Elizabeth vivió fuertemente la vinculación y la búsqueda de la coherencia entre el ámbito vocacional, profesional y político, lo cual se refleja en la masiva incorporación de estudiantes al Movimiento Universitario de Izquierda (MUI) en la Universidad de Concepción, quienes logran en 1967, con el apoyo de la Brigada Universitaria Socialista, elegir a Luciano Cruz como presidente de la Federación de Estudiantes. En ese contexto, Tanto Elizabeth como muchos de sus compañeros/as pasan a integrar las filas del MUI y a adoptar rápidamente un compromiso mayor como militantes del MIR. Esta decisión estaría influenciada por el entendimiento de que el rol de los/as estudiantes no se enmarcaba solamente en una lucha por la política universitaria, sino en la lucha por la transformación de la sociedad completa. Sobre esto, la consigna del MIR que se levantó en esos años, tanto en la Universidad de Concepción como a nivel nacional, lo expresa bastante bien: “Una universidad militante para la revolución socialista”. (Cáceres, 2015, p. 23)
Por algunas personas que la conocieron sabemos que Elizabeth era una mujer de grandes capacidades intelectuales y políticas. Al respecto, su compañera y amiga durante la universidad, Sara García, la recuerda como una estudiante sobresaliente que siempre obtenía las mejores notas y estudiaba seriamente. El testimonio de Sara, contenido en el libro de Luis Cáceres De las luchas estudiantiles a las filas de la revolución, se refiere también a la gran sensibilidad y compromiso social que tenían tanto Elizabeth como sus compañeros/as de generación, lo cuales le llevó a muchos/as de ellos/as formarse en otras disciplinas y estudiar, paralelamente, dos carreras, como era el caso de Elizabeth quien además de estudiar Servicio Social se inscribió en la carrera de sociología.
Este mismo compromiso, además de su profesionalismo y convicción llevaron a Elizabeth a convertirse en una agente activa en las transformaciones de su tiempo. De este modo, participó como militante del MIR, en la toma que dio origen a la población Agüita de la Perdiz en Concepción, en donde continuó trabajando junto a otros/as estudiantes de la carrera de Servicio Social con los pobladores y pobladoras. Por esa misma época, durante su último año de carrera, llegó a ser la presidenta de los/as estudiantes de la Escuela de Servicio social, lo cual da cuenta de su compromiso con la transformación y de su búsqueda por la coherencia entre lo vocacional, lo político y lo profesional.
Es así que con toda esta experiencia política a cuestas, luego de egresar de la carrera en 1970, Elizabeth postuló y obtuvo su primer trabajo como jefa del Departamento de Bienestar Estudiantil en la Universidad de Norte, cargo en el que permaneció hasta el 11 de septiembre de 1973.
¡En Antofagasta no te olvidamos Elizabeth Cabrera! ¡A 48 años de tu asesinato, seguimos honrando tu memoria militante!
Referencias:
Cáceres, L. (Comp.) (2015). De las luchas estudiantiles a las filas de la revolución. Historia del MUI en la Escuela de Servicio Social en la Universidad de Concepción. Concepción: Escaparate.