Chile entero, en el aguante del cansancio, el desorden del sueño o el desempleo, está sintiendo y sufriendo con toda la situación de salud y la crisis de pandemia, con trabajos ya perdidos o precarizados y con la suma de incertidumbres de todo tipo. Es una nación que se duele, también, con el encierro, con la pérdida de vidas, asumiendo rituales que se han incorporado, en el día a día, como el lavado de manos, el uso de mascarillas o alguna infusión con las hojas de eucaliptus.
Sin embargo, esa misma población, que ha estado vigilante y atenta de las autoridades, no logrará comprender jamás por qué sus propios recursos, el escaso dinero al cual podrían tener acceso, después de años de trabajo, siguen confinados, en una cuarentena de décadas. Porque esa es la verdad. Es un dinero encerrado, secuestrado o raptado. El lector o lectora puede elegir el término que mejor plazca más allá, evidente, del paso histórico que se ha dado este miércoles 15 de julio, aunque eso, digamos bien las cosas, ha sido por el poder del reclamo permanente en las calles y en las redes sociales. Y, porque, en este pliegue de la historia, no se puede seguir escuchando más eso de que “hemos tratado de subir las pensiones”, cuando todos sabemos que estas no son ni la sombra de lo que se prometió con arrebatadora demagogia hace varios años atrás.
Con la franqueza de la expresión delante de nosotros, en el sentido de que no tenemos seguridad social, porque esta se ha privatizado, muchas personas hoy sienten y padecen las desgraciadas migajas desde un sistema que nunca ha sido justo. ¿De dónde parte la porción gigante de todo esto? Pues de la creencia de que el “señor mercado” tiene la solución para todo. Da lo mismo si son pensiones, educación, vivienda, salud o ciencia. No importa si se eliminan porcentuales de salario de los trabajadores, si se “recortan” las becas a los estudiantes, si se racionaliza el almuerzo escolar. O si un programa científico o de disciplina cultural artística se detiene o se cierra, definitivamente. En el “todo vale” del mercado la idea de un grupo de neoliberales que llegaron petulantes, desde Chicago y Harvard, y se colocaron al alero del dictador Pinochet ávidos para saquear, no fue más que arrogarse el derecho de propiedad de todo un país y esquilmar al Estado, privatizando cuanta institución se les puso por delante. Ese fue el resultado de tanto estudio especializado mientras, en el país, imperaba la censura, la desaparición de personas y se aplicaba una limitación absoluta de derechos y libertades.
Solo por contar un breve apunte: hace 35 años, el sueldo que recibía como pago era una burla porque la expresión de lo laboral caía en el oficio de jornal y como la década entera se llenó de desempleo y de trabajos absurdos nos decían, para completar el marasmo, que nuestra “productividad era demasiado baja” o que éramos “la marginalidad controlada”. Los trabajadores estábamos invisibilizados y éramos motivo de burlas o de chistes. Como nuestro país tiene escasa memoria hago esta digesión personal. Lo que veíamos, en todo Chile, era una larga hilera de personas pobres, que limpiaban plazas, abrían y tapaban hoyos en las calles, pintaban muros para volverlos a repintar o limpiaban canales o desagües. El único lugar donde éramos nosotros, después de una faena, era en una cancha de futbol.
Recuerdo, muy bien, que los años 80 fueron absolutamente nefastos porque además existió el PEM y el POJH que, desde su inicio, ni siquiera asumió estabilidad, indemnización, colación o movilización. Nada. Nadie dijo, tampoco, que todo fue hecho para abaratar mano de obra; mientras, otros, se embolsillaban los gananciales, porque la ecuación siempre fue la misma: pagar menos de lo que corresponde. ¿Esto le recuerda a algo, actualmente? Porque, ¿cómo se explica, entonces, que, en esa época, un grupo se transformó, directamente, en millonarios, confirmando la alta concentración de la riqueza en el país, pero en unos pocos… mientras que más de un millón de personas siguió siendo pobre aparte de cesante?
Hoy, con el tema de la crisis por la pandemia en una experiencia que no es de ciencia ficción, deja ver en el país, con absoluta agudeza, la deteriorada situación social, sanitaria, educativa y económica en una situación similar a la de los años 80, pero, ahora, con un porcentaje superior de personas y con un gobierno que, digamos, la verdad, fue elegido, por un número de votantes, pero que no es representativo del total de nuestra población.
¿Cuánta gente está complicada con esta herencia del “milagro chileno”, entonces? ¿Recuerda usted esa expresión? ¿Cinco millones de personas? ¿seis? ¿siete…? Ni siquiera el gobierno tiene la claridad de sus cifras, porque los estudiosos y expertos han fallado hasta en la operación básica de una matemática simple. A pesar de contar con la herramienta de “big data”. Nada nuevo bajo el sol, escribió el sabio y poeta Eclesiastés. Con absoluta razón. Nunca contaron, por dar un ejemplo, que la fuerza laboral de entre los 18 y los 30 años, durante varios semestres de la década del 80, tuvo como primera experiencia laboral esos seudos programas donde nunca hubo importancia humana, social y menos, ahorro. ¿Olvidamos, como sociedad, que se intervino el grueso de la banca nacional para ayudarles con cifras millonarias, pero a las personas se les derivó la migaja del PEM y del POJH? Lo que sería, como ahora: en el contexto de la crisis se precipita la negación de la ayuda verdadera y humana porque basta, según la autoridad, con una caja exigua de productos y con algunos pesos, pero hay que ir en auxilio del empresariado, de la Bolsa y de las AFP.
En definitiva, nada ha cambiado en la implementación del modelo, porque este sigue incólume. Los rasgos de legitimidad, para el gobierno de facto, es su política social del control, jamás corregir la irracionalidad temporal del mercado y, si alguien disiente de lo establecido, que lo piense bien, porque lo que importa es la inversión, la mezquindad dentro de las “ayudas freno”, las expresiones repetidas, como aquella que indica que todo es “regresividad”, continuar con la jubilación exigua en un porcentual que no llegará ni al 30 por ciento de un global/total y la pirotecnia de decir “estamos evaluando ofertas” en vez de ayudar directamente a la población. Vivimos en medio de una agitación permanente. El mundo, está claro, da vueltas y revueltas. No podemos dejar de deslumbrarnos por lo que somos como personas exigiendo humanidad, sensibilidad y belleza. Es tan poco pedir. Pero, también, debemos decir, con fuerza, que la concentración aguda del poder y de la riqueza por la riqueza está conllevando el miedo y dolor en muchos seres humanos, porque sigue creciendo la desigualdad y el chorreo de estas medidas, entregando “vouchers”, solo es una práctica que no resolverá el problema. No nos podemos abatir, aunque Chile sea varios “chile” en vez de uno.
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