Por Esteban Velásquez N.
Diputado por la región de Antofagasta
Este es un año para consolidar derechos y libertades, de tal forma que sigan abriéndose las Grandes Alamedas. Eso implica responsabilidad de todos, en grandes y trascendentales momentos: Plebiscito para Nueva Constitución, Elección de Gobernadores Regionales, Alcaldes y Asambleístas. Titánicos espacios que permitirán debatir, discutir y avanzar después de 30 años a una democracia para tiempos inclusivos.
Desafíos complejos, con un Presidente Piñera que no empatiza, que no sintoniza ante las demandas ciudadanas, que enardece con sus anuncios y apariciones, junto a un sector político que amenaza y se opone a más espacios democráticos. Es que algunos harán lo posible por mantener capturado al Estado para sus intereses, se aterran a los cambios y reformas a los que la ciudadanía movilizada no está dispuesta a renunciar.
¿De qué se trata? De levantar un Estado desde abajo, que la voluntad colectiva beneficie a los territorios locales, a las comunidades de base, a los barrios y ayllus. Se trata de no continuar con este sistema abusivo y autoritario, que pretende siempre desde arriba imponer sus condiciones. Esta declaración de principios, no tiene cabida en los herederos de la dictadura.
Jamás en Chile el pueblo ha podido ser partícipe en la construcción del Estado, en incidir en qué tipo de país desean. Han sido siempre las élites de todo orden quienes deciden.
Hoy tenemos la posibilidad de construir y elaborar una Nueva Constitución, darnos la posibilidad de soñar, pensar y aterrizar los principios que nos parecen pueden hacer más justa y fraterna la sociedad chilena. Que se esfumen los fantasmas de Andrés Allamand y los más duros, eternos negociadores que crean los climas, vociferando que no están dadas las condiciones del orden público para realizar el Plebiscito.
En lo personal no compartí la forma en cómo se diseño el acuerdo del 15 de Noviembre, que debió haber sido con la ciudadanía, porque fueron las familias movilizadas quienes arriesgaron sus vidas y pusieron en jaque a un gobierno indolente. No obstante eso, no significa que vamos a ser cómplices en torpedear un hecho importante. Realizada la crítica y sin taimarse, con el mismo entusiasmo el trabajo y compromiso debe continuar, con madurez política e interés colectivo.
En este andar pedregoso, hoy más que ayer cobran fuerza las palabras del Presidente Salvador Allende, cuando en un momento histórico de Chile y su vida reflexionó: “Los procesos sociales no se detienen ni con el crimen ni con la fuerza”, dijo. Aunque nos demoramos demasiado en reaccionar, las razones se discutirán probablemente durante el proceso constituyente. Entonces para que la Dignidad se haga costumbre tendremos que fortalecer la Educación popular y formal, recrear los procesos culturales, llegar a cada rincón y transmitir las alternativas del Nuevo Chile, con mirada territorial e inclusiva… Como decía mi madre, gracias a Dios aún hay fuerza y esperanza “para volver a creer”.