La Agrupación por la Memoria Histórica Providencia solicitó la declaración de la Intendencia Regional de Antofagasta como sitio de memoria. La solicitud nace debido a que durante la dictadura cívico-militar el recinto fue utilizado como centro de detención y tortura. En el edificio, incluso, se ha acreditado el asesinato de -al menos- una persona: El trabajador marítimo Joaquín Espinoza Ojeda.
Regionalista.cl conversó con su hija, María Espinoza Barraza, quien compartió sus vivencias de niña y los recuerdos que conserva de la época. Ella tenía 8 años cuando vio por última vez a su padre. Fue el 15 de septiembre de 1973.
«Mi papá tenía un auto afuera de la casa. Yo estaba jugando en ese momento. Fue a la hora de almuerzo. Yo me fijé que habían unas gallinas vivas detrás del auto. Yo le pregunto por qué estaban esas gallinas ahí. Qué eres sapa, me dice. Y me cuenta que tenía que llevarlas a una vecina. Entonces él almuerza y se va en el vehículo. Y en la tarde él no llegó y el toque de queda era a las 7 creo. Nunca más llegó», relata.
Lo próximo que recuerda es que su madre, Rosaura Barraza, se enteró del fallecimiento de su esposo porque encontró el cuerpo en el hospital. Allí le entregaron sus pertenencias ensangrentadas. Y allí supo que lo habían asesinado en la Intendencia Regional de Antofagasta.
«Mi padrino cuenta que él tuvo que entrar a ver el cuerpo de mi papá al hospital antiguo y había mucha gente en el piso. Él tuvo que pisar cuerpos para llegar donde estaba mi papá. Mi mamá fue escoltada por militares para reconocer el cuerpo. En ese tiempo no entregaban los cadáveres. Mi abuelo tenía contactos y al final le entregaron el cuerpo de mi papá para poder velarlo», recuerda María.
«Es triste que aún haya personas y familias que no sepan donde están los cuerpos de sus familiares. Porque igual existe el consuelo de poder enterrar a tus seres queridos. Nosotros tuvimos la desesperación de que no le entregaran el cuerpo a mi mamá. Yo como niña lo viví, fue un trauma para todos, para mi hermano. Mi hermano mayor tiene como una laguna mental de ese tiempo», relata.
La detención
María recuerda que dos días después llegó la señora que acompañaba a su padre en el auto cuando iban a dejar las gallinas. La vecina relató cómo ocurrió la detención de Joaquín Espinoza.
«Ella cuenta que iban doblando por Nicolás Tirado con Pedro Aguirre Cerda y justo en el cruce quedan en pana. Y de norte a sur venía una caravana militar y por la rapidez con que venían, al hacer el quite al vehículo de mi papá, se volcó un jeep. Y ahí tomaron detenido a mi papá y se lo llevaron a la Intendencia Regional, en el segundo piso», cuenta.
De ahí vino el montaje y las mentiras con que justificaron su detención y las de miles de personas: Lo acusaron de ser un extremista y de haber atentado contra la caravana.
«A él lo amarraron y lo torturaron. En ese tiempo estaba Adrián Ortiz, del ejército. Luego nos enteramos que el que disparó fue Patricio Ferrer», afir
El asesinato
María relata que su padre solo estuvo algunas horas en la Intendencia, siendo asesinado el mismo 15 de septiembre: «Todo ocurrió en la Intendencia. Mi papá trabajaba en el puerto en ese tiempo, era marinero de bahía. Y en Las Rocas vivían los del puerto. Y mi padrino y los amigos de él se enteraron y fueron inmediatamente a la Intendencia. Y cuando ellos iban subiendo, iban bajando el cuerpo de mi papá. Y lo llevaron hacia el hospital. Iba tapado, pero todo indicaba que era el cuerpo de mi papá», recuerda.
«Por la defunción que aparece en el documento se habla de desprendimiento de masa encefálica. La primera versión fue que el disparo fue en la frente. Pero después por mi padrino, que lamentablemente falleció hace poquito y que tenía la historia mucho más completa, supimos que el disparo fue en la boca. Fue hecho con el arma dentro de la boca. Lo que yo escuchaba en ese tiempo es que él tenía marcas como que le quemaron con cigarro. Después también pensamos que podían haber sido las esquirlas del disparo. Pero de que estaba amarrado, que fue torturado en una pieza, eso lo supimos con el tiempo», agrega.
Tras el asesinato de su padre, María recuerda que el 17 de septiembre El Mercurio de Antofagasta dio cuenta de los hechos, transmitiendo la versión oficial de la dictadura que acusaba a Joaquín de ser un extremista. Pero, además, el diario publicó un obituario de su padre, en la misma página, lo que habría molestado a las autoridades militares.
«Lo que pasa es que mi abuelo era amigo o conocido del director de El Mercurio de esa época. Y lo que se escuchaba es que el director del diario había tenido problemas con los militares por haber publicado la noticia del fallecimiento junto con la defunción. Y eso estaba prohibido para quienes eran tratados como extremistas. Y él lo puso en honor a su amigo. Y habían hasta amenazado con cerrar el diario por haber hecho la publicación», rememora.
Proceso judicial y sitio de memoria
Actualmente hay un proceso judicial en curso que lleva adelante el Ministro en visita de causas de derechos humanos de la zona norte, Vicente Hormazábal. En octubre de 2017 se realizó una reconstitución de escena en la Intendencia y el año pasado se realizó la exhumación del cuerpo.
«Nosotros esperamos verdad y justicia. En su momento salió en el Informe Rettig. Pero igual hay gente que cree que eso es mentira. Igual hubo algunos familiares que vivían lejos y que pensaban que mi papá estaba metido en esto. Y aunque hubiese estado metido, yo creo que tampoco es justa una muerte así. Él pudo haber estado luchando, quizás, por algún interés político, legítimo, pero tampoco era la forma de morir. Pero, para ser sincero, él no estaba en ningún partido. Él nunca se interesó en nada», afirma María.
«Mi papá no pertenecía a ningún partido. No militaba. Mi abuelo tenía un letrero o una foto de Alessandri en esa época. Mi padre tenía 36 años. Era de esos que veía monitos, veía revistas de dibujos animados. Jamás lo vi enojado, jamás levantándonos la mano. Era tranquilo», agrega.
Por todas estas consideraciones, María y su familia consideran totalmente justo que se pida declarar la Intendencia como sitio de memoria: «En su momento hubo personas que trabajaban en la Intendencia que decían que eso era falso, que no hubo ninguna muerte ahí, siendo que había testigos que sí vieron cuando el cuerpo de mi papá salió. Luego también supimos que bajo de la Intendencia hay un tipo de bodegas que tienen unas mirillas, unos ventanales chicos. Es como un tipo de lugar de detención. Y eso no se sabe. Ya está claro que mi papá fue detenido y asesinado ahí, pero hay más casos. Es un tema desconocido», afirma.
Tras el asesinato de Joaquín Espinoza Ojeda, a los pocos meses falleció su padre Joaquín. Eso llevó a su esposa Rosaura Barraza a hacerse cargo de sus tres hijos y también de su suegra.
«Mi madre es súper luchadora. Se hizo cargo de todos nosotros. Se enfrentó muchas veces a los militares por pedir justicia. Por eso, las personas que tienen información de este caso y de muchos otros casos, tienen que hablar. Ya ha pasado tanto tiempo y yo conozco algunas personas que dicen que no hubo dictadura, que fue una guerra civil. Todavía niegan lo que ocurrió. Hay madres que han muerto sin saber donde están sus hijos y sus seres queridos. Para ser sincera, cuando nos llegó el Informe Rettig, que eran como cuatro tomos, yo no alcancé a leer ni siquiera la cuarta parte, porque los casos son terribles. Me impactó mucho. Casos de niños, de familias completas. Solo pedimos verdad y justicia», concluye.