La migración es un proceso natural, existente desde que nuestros ancestros se pusieron de pie y empezaron a caminar. Se sabe hoy, gracias al examen del ADN de Neandertal, que Sapiens realizó migraciones precoces fuera de África. El estado sedentario es una etapa posterior, que cada grupo revisa periódicamente. Lo anterior significa que la existencia de fronteras nítidas entre los grupos o pueblos es la consecuencia sofisticada de una ideología moral, social y política. Si el lector mira, aunque sea superficialmente, el mapa actual de África, verá que muchas de las fronteras entre los países fueron trazadas con regla y compás, resultado de las negociaciones entre los grupos de poder interesados.
Es en el plano ideológico que hay que situar y discutir primariamente las situaciones correspondientes a los nacionalismos y a las migraciones. Los aspectos financieros o económicos son secundarios. Las consecuencias de la idea de nación cerrada por fronteras son numerosas y nocivas. El nacionalismo trata al grupo nacional como una esencia definida por un conjunto de características étnicas, culturales y sociales. Se llega así a vincular un grupo nacional al Estado-nación.
El cierre de las fronteras al que proceden hoy tantos países se justifica, así se cree, por razones económicas o financieras. Ahora bien, la economía sola no existe, es una variable de la moral. El sentido de la economía, en tanto que tecnología humana, está determinado por su sitio dentro de un sistema de valores. Es lo que la cultura filosófica permite asimilar en las enseñanzas tempranas de los grandes pensadores griegos, bases de nuestra civilización occidental.
Mida el lector, al leer las líneas que siguen, la inmensidad de la distancia que separa las ideas de los pensadores que menciono y la situación ideológica del mundo actual. Platón elabora una reflexión sobre la justicia social y la organización económica e insiste en la necesidad de establecer la igualdad de las fortunas (Las Leyes, 737-747). Aristóteles, en su reflexión, da a la economía un espacio más vasto que Platón. Ambos condenan el gusto por el provecho y la acumulación de riquezas. Para el estagirita, la acumulación del dinero como un fin en sí es condenable y anti-natural. Para describir esta actividad deshumanizadora retoma el término crematística, acuñado por Tales de Mileto. Aristóteles valoriza la agricultura y los oficios que fundan una economía natural. La finalidad de los intercambios y del dinero, en la economía natural, es la satisfacción de las necesidades de cada persona. Y hay que considerar incluso los intercambios monetarios como ocasiones suplementarias para fortalecer los vínculos sociales: lo natural y lo humano, primero que todo (Aristóteles, Ética a Nicómaco y La Política).
El nacionalismo es una ideología y el capitalismo ultraliberal es otra. Sin embargo es imposible negar sus vínculos. El nacionalismo es exacerbado por la ideología capitalista donde todo es guerra competitiva, y por el condicionamiento mental que esta ideología consigue efectuar en la mayoría de la gente mediante sus poderosos medios de comunicación de masas. Este condicionamiento mental impide que las personas sean capaces de ver otra cosa que la competencia entre las naciones y los individuos. Sería imposible exagerar la importancia del hecho de que ambas ideologías, el nacionalismo y el capitalismo, se empeñan en hacer desaparecer los intereses comunes de la humanidad.
Que me permita el lector sugerirle algunas lecturas: textos sobre el cosmopolitismo, idea de la Grecia antigua; el libro de E. Kant Hacia la paz perpetua; los escritos de K. Marx sobre el internacionalismo de los trabajadores: ¡Trabajadores del mundo, uníos!»; textos sobre el colectivismo y sobre el universalismo republicano francés: «Libertad, Igualdad, Fraternidad». «Esta idea de fronteras y de naciones me parece absurda, dice J.L. Borges. Lo único que puede salvarnos es ser ciudadanos del mundo» (Le Monde diplomatique, agosto de 2001, p. 24).