La urgencia por ser electo -en un proceso para el que faltan más de 3 años- demuestra que seguimos con representantes que, sin duda, creen que todo tiempo pasado fue mejor.
Yo soy profesor de filosofía y estoy casado con una profesora de historia, por lo que en nuestra familia se lee, se discute y se aprende del pasado. Ahora bien, este aprendizaje nos permite entender cómo estos mismos representantes, que han hecho del Congreso Nacional o de los cargos de representación sus profesiones, no estén concentrados en trabajar para la comunidad que los eligió, sino, en cómo –a través de diversas negociaciones y pactos- acceder a puestos que les permitan seguir viviendo de esta actividad, que a muchos nos apasiona, pero que otros la consideran solamente para conseguir beneficios personales.
Lo anterior, se puede percibir en el silencio frente a cómo el Gobierno Central insiste en mantener las Zonas de Sacrificio en nuestro país; cómo a la comunidad científica se la ignora al momento de presentar sus inquietudes; cómo el Gobierno Central se encuentra más preocupado de expulsar a los inmigrantes, en lugar de mejorar las condiciones para que tanto chilenos como extranjeros tengan dignidad. Por otro lado, vemos el desdén ante el anuncio de La Moneda de “flexibilizar” y precarizar aún más el empleo de los trabajadores, eliminando –además- totalmente las indemnizaciones por años de servicios de los trabajadores al momento de ser despedidos.
Esta ansiedad por mantener los puestos o ser electo en un periodo posterior, inmoviliza a representantes y funcionarios de exclusiva confianza del Presidente de la República. Es por ello, que hago un llamado a trabajar en unidad y por nuestra comunidad, a entregar espacios para que surjan nuevos liderazgos desde nuestras filas y a representar las inquietudes de la población que nos eligió o que representamos, porque es esta población la que vive las consecuencias de las crisis ambientales, la falta de dignidad y la falta de oportunidades, debido a la centralización que no permite a las regiones desarrollarse ni diseñar realmente su futuro.
Mis maestros me decían: “la política es para servir a otros y no para servirse”. Por lo tanto, pienso que intentar perpetuarse ilimitadamente en los cargos le hace daño a la política, especialmente si sólo trabajan para ser reelectos o para mantener sus puestos de poder: como si esa vieja nostalgia por el tiempo pasado, donde podían -desde sus cocinas- repartirse el poder, aún se encuentra presente en cada pasillo, en cada reunión, en cada encuentro.