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Columna: Notas sobre el debate del reajuste al salario mínimo

Por Martín Arias Loyola, PhD. Director ORDHUM – UCN.

Contexto nacional

Al analizar los incrementos en los salarios mínimos desde la vuelta a la democracia (1990) con los datos disponibles en el congreso nacional, se ve que el incremento ha sido –en promedio-  de alrededor de 10%. Sin embargo, el incremento que plantea el gobierno para este año de un 5.9% en relación al año anterior y el aumento para el 2019, es sólo de 4.9%. Ambos, están muy por debajo del incremento promedio.

De igual manera, Chile es uno de los países más desiguales en ingresos del mundo. Su coeficiente de Gini (que mientras más cercano a uno implica una sociedad más desigual) es cercano al 0.45, algo muy por sobre el promedio de los países OECD que es de 0.315. Además, un estudio de la Fundación Sol (2017) demuestra que el 2017 el 70% de los chilenos tenía un salario líquido de hasta $390.000, mientras que menos de un 7% tiene un salario de $1.000.000 o más (si usted gana más de un millón, felicitaciones, es parte de la élite). Finalmente, la misma Fundación Sol encontró que en Chile las mujeres ganan alrededor de un tercio menos en salarios que los hombres, por realizar el mismo trabajo.

Por otra parte, según el Banco Central, el 71.1% de los ingresos disponibles de los hogares en Chile (una vez que ya pagaron impuestos y recibieron transferencias) son para pagar deudas. Todo lo anterior indica que el aumento de salarios propuesto es miserable, irrisorio, burlesco. Está muy por debajo de los incrementos salariales históricos y profundiza la grotesca desigualdad de ingresos en Chile, afectando sobre todo a los más pobres y las mujeres trabajadoras (quienes reciben alrededor de un tercio menos de salario por realizar el mismo trabajo que un hombre). En este contexto, gran parte de los hogares chilenos deben recurrir al endeudamiento crónico con instituciones bancarias que usan esta situación para generar desproporcionadas ganancias. Y esto son sólo tres argumentos, para calentar motores.

La lógica de un sueldo mínimo es que sea suficiente para vivir, no sólo para sobrevivir. Sin embargo, en Chile esto obviamente no es así. En Neoliberalandia (término dado a Chile por Vergara-Perucich, 2018) los sueldos mínimos son más bien minúsculos, en una lógica de mantener a los trabajadores empobrecidos, donde gran parte de los ingresos que generan son apropiados por las empresas. Una propuesta decente consideraría, por tanto, un sueldo mínimo que refleje el costo de vida, es decir: Vivienda + Canasta Básica Alimentaria por Hogar en base a Cantidad Promedio de Habitantes por Hogar + Transporte Público Mensual + Salud + Educación + Ocio (algo fundamental para el desarrollo de la creatividad, las artes y la realización de las personas).

Pero, ¿cuánto debiera ser ese salario mínimo en Chile? No menos de $510.000, que es lo que paga Portugal hoy, el país que se ha convertido en nuestro punto de comparación;  pero en realidad debiera ser más cercano a los a los $870.000, que es la valorización de una canasta para vivir en Chile, según los datos de la recientemente liberada CASEN [1].

La Región de Antofagasta y la necesidad de salarios regionales diferenciados

Pero ¿cómo vamos en la Región Minera más importante del mundo? La respuesta tiene varias aristas. Por ejemplo, diversos estudios indican a la Región de Antofagasta como una con mayores costos de vida del país (Paredes e Iturra, 2013). La ciudad de Antofagasta, en particular, es notablemente preocupante, debido a los altos precios de arriendos, principal gasto de los hogares al mes.

Según la investigación publicada en CIPER de Francisco Vergara-Perucich, una familia con un ingreso promedio de $1.039.000 pesos no alcanzaría a pagar sus gastos familiares mensuales en Antofagasta. Esto es más preocupante, considerando que alrededor del 80% de los antofagastinos recibe un ingreso no superior a ese monto. Los únicos que podrían solventar el costo de vida en Antofagasta, plantea Vergara, son aquellas familias con un ingreso promedio de más de $1.100.000, una cifra bastante lejana de los $300.000 propuestos.

Por otra parte, es vital considerar las externalidades negativas que encarecen social y económicamente la vida en la región de Antofagasta. Esto, debido a la gran contaminación producto de la actividad minera, lo que ha conllevado que tenga una de las tasas de cáncer más altas del país (ver Tapia et al, 2018). Se suma, también, la creciente subcontratación en el sector minero, donde hoy dos de cada tres trabajadores son subcontratados, los que usualmente trabajan con peores condiciones que sus colegas haciendo funciones similares (Arias et al, 2014). Si añadimos también el fenómeno de la conmutación a larga distancia (trabajadores que trabajan en Antofagasta, pero viven en otras regiones), existe una fuga considerable de ingresos que no se gastan en la región, debido a que alrededor de uno de cada cinco trabajadores es conmutante (OLAB, 2017). Todo lo anterior, hace de Antofagasta una “Región Sacrificada”, donde se explotan sus ricos recursos naturales, pero sin consideración por la sustentabilidad ni dignificación de la calidad de vida de sus habitantes.

Sumando más ingredientes a la sopa, datos del OLAB de Antofagasta indican que las ocupaciones con menores ingresos líquido promedio para el 2015 eran el personal doméstico ($207.417), los cocineros ($272.305), la policía ($362.681) y los vendedores de tiendas y almacenes ($369.251). Lo anterior podría explicarse debido a que la región de Antofagasta ha sido históricamente monodependiente de la actividad minera y ha sido considerada como ejemplo de enclave moderno (Arias et al, 2014; Phelps et al, 2015). Así, la región ha desarrollado empresas que prestan servicios básicos a la minería (transporte, alimentación, alojamiento,etc.) en lugar de servicios avanzados. Estos servicios, por lo general, tienen menores salarios que los tecnológicamente avanzados, cuyos proveedores, además, no se encuentran en la región, sino en la región Metropolitana y Valparaíso (según lo demostrado por Atienza y otros, 2017).

Para considerar argumentos más tradicionales, cualquier economista ortodoxo diría que los trabajadores “teóricamente” debieran recibir un salario igual a su productividad marginal. Esto tampoco se cumple en Antofagasta, que aporta con el mayor porcentaje de exportaciones de minerales del país y un 32% de las exportaciones nacionales. Sin embargo, también advertiría que incrementos en el salario mínimo podrían generar una inflación descontrolada, digna de cualquier película post-apocalíptica: no sólo las paltas valdrían su precio en oro, dirían, sino que el pan, las cebollas y todo lo que se transe en el mercado. Es un argumento a considerar, pero totalmente solucionable, si se gastara tanta energía en desarrollar soluciones creativas al problema, en lugar de sólo repetir lo que dicen los manuales de macroeconomía.

Asumiendo que el país no desaparecería en un hoyo negro por tener mayores salarios, varios proponemos que el salario mínimo debiera reflejar el costo de vida del territorio. Sin embargo, resalto enfáticamente que para saber realmente cuánto debiera ser el salario mínimo en cada región (porque debiese ser distinto, reflejando su costo de vida), se necesitan indicadores de inflación regionales que hoy son inexistentes (IPCs regionales). De lo contrario, no se puede tener un aproximamiento riguroso. En síntesis, el sueldo mínimo debiera garantizar que todos/as los/as trabajadores de Chile puedan satisfacer sus necesidades básicas, además de permitirles tener tiempo libre para su disfrute y realización personal.

La migración, el estado y una humilde propuesta

Pero, ¿y qué papel juega el imparable tsunami u ola de trabajadores migrantes, con la que algunos medios amenazan cada día? A pesar de los típicos discursos racistas y xenofóbicos que varios ciudadanos y autoridades cuelgan en sus muros de Facebook o en lienzos de sus municipalidades, los inmigrantes (latinoamericanos, puesto que los europeos/estadounidenses son “extranjeros”) usualmente vienen con una educación mayor al promedio de la población chilena, pero es probable que, producto de estos discursos, se vean obligados a tomar trabajos más precarizados con bajos salarios.

Un análisis típico de una persona con sólo un curso de introducción a la economía en el cuerpo, sería decir que la presencia de migrantes aumenta la oferta de trabajo, por lo que disminuyen los “precios de equilibrio” en el mercado del trabajo (salarios). Sin embargo, este es un análisis basado en una serie de supuestos que no siempre aplican a las realidades complejas de los territorios (los mismos supuestos que asumen competencia perfecta en el mercado de papel higiénico, por ejemplo). En mi opinión -totalmente sesgada a favor de la migración y la tolerancia-, la migración ha contribuido muy positivamente a la ciudad y a la región, debido a que ha ayudado a diversificar el tejido social local. La región y el país se han hecho más cosmopolitas, lo que ayuda a generar personas más creativas y tolerantes. Ambas características son fundamentales para generar una cultura emprendedora sustentable, pero no son suficientes sin apoyo directo del estado a través de capitales semillas y la mejora en las (actualmente muy) precarias condiciones laborales de los/as trabajadores chilenos/as.

Finalmente, creo fundamental resaltar que lo más preocupante es que el estado chileno sea el peor empleador de Chile, sentando desde hace décadas un pésimo ejemplo para el empresariado. Esto, debido a la extrema precarización laboral en la que se encuentran los miles de trabajadores a honorarios, subcontratados por el estado. Tales trabajadores cumplen horarios y utilizan vestimenta institucional, pero no tienen ningún reconocimiento ni beneficios como los trabajadores planta. Asimismo, son continuamente víctimas de abuso laboral y pueden ser desvinculados en cualquier momento. Esto plantea la interrogante: ¿No será que debido a que el estado sienta un pésimo ejemplo al explotar a sus trabajadores/as que los salarios y las condiciones laborales se mantienen tan precarizadas en Chile?

Consecuentemente, culpar a los inmigrantes, los vaivenes en el precio del cobre o los étereos mercados internacionales (los sospechosos de siempre), sólo evita el mea culpa sincero donde debemos reconocer que, probablemente, la causa a la precarización laboral se esconde en las faldas de la élite político-empresarial chilena y su continua “flexibilización del trabajo”; la misma elite que sigue llenando de Chadwicks de todos los tamaños y formas, las pocas plazas bien pagadas que el estado tiene que ofrecer.

Para terminar, una propuesta concreta: Si los sueldos máximos de cualquier gerente de empresa, parlamentario o político con sueldos millonarios dependieran de los sueldos mínimos; es decir, que ganen “X” veces el sueldo mínimo; seguramente veríamos aparecer mágica y rápidamente las soluciones más creativas para aumentar los salarios mínimos. Ya lo decía Adam Smith: “No es por la benevolencia del carnicero (…) que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”. Claramente el carnicero trataría mucho mejor a sus vacas, si su salario dependiera directamente de qué tan bien las trata antes de llevarlas al matadero.

Referencias

Artículos

Arias, M., Atienza, M., & Cademartori, J. (2013). Large mining enterprises and regional development in Chile: between the enclave and cluster. Journal of Economic Geography, 14(1), 73-95.

Atienza, M., Lufin, M., & Soto, J. (2018). Mining linkages in the Chilean copper supply network and regional economic development. Resources Policy.

Phelps, N. A., Atienza, M., & Arias, M. (2015). Encore for the enclave: the changing nature of the industry enclave with illustrations from the mining industry in Chile. Economic Geography, 91(2), 119-146.

Paredes Araya, D., & Iturra Rivera, V. (2013). Substitution bias and the construction of a spatial cost of living index. Papers in Regional Science, 92(1), 103-117.

Tapia, J. S., Valdés, J., Orrego, R., Tchernitchin, A., Dorador, C., Bolados, A., & Harrod, C. (2018). Geologic and anthropogenic sources of contamination in settled dust of a historic mining port city in northern Chile: health risk implications. PeerJ, 6, e4699.

Vergara-Perucich, J. (2018). Neoliberalandia, Lulu.

Web

https://www.leychile.cl/Consulta/listado_n_sel?itemsporpagina=10&totalitems=23&npagina=1&_grupo_aporte=&agr=2&sub=807&comp=1&tipCat=

https://data.oecd.org/inequality/income-inequality.htm

http://www.pulso.cl/economia-dinero/endeudamiento-los-hogares-chilenos-supera-primera-vez-70/

https://ciperchile.cl/2017/06/21/antofagasta-y-el-desequilibrio-del-mercado-inmobiliario/

https://www.contactchile.cl/es/descubrir/costo-de-vida/presupuesto-mensual.html

http://www.observatorioantof.cl/panorama-regional/

http://www.fundacionsol.cl/estudios/los-bajos-salarios-chile/

http://www.theclinic.cl/2018/06/22/vivir-medio-del-chernobil-chileno/

http://www2.latercera.com/noticia/nivel-educacion-los-inmigrantes-chile-empleos-ocupan/#

https://www.timeline.cl/2018/08/polemica-causa-gigantografia-en-frontis-de-la-municipalidad-de-antofagasta/

http://www.elmostrador.cl/mercados/2017/06/21/la-alarmante-precarizacion-del-trabajador-a-honorario-y-la-complicidad-estatal/

http://www.observatorioantof.cl/wp-content/uploads/Documentos/2016/1%C2%BA%20Boletin%20trimestre%20Abril%20-%20Junio%202016%20-%20OLAB%20Antofagasta.pdf

[1] Ver en casen (ejercicio aproximado, provisto por Francisco Vergara-Perucich): arriendo promedio a nivel nacional alrededor de $300.000. Canasta básica alimentaria por persona es $42.000 este año, pero por hogares de cuatro personas equivale alrededor de $148.000; Transporte, considerando $550 por viaje por 20 días al mes por tres viajes diarios para cuatro integrantes por hogar equivalen $132.000 aproximadamente. Ocio, $80.000 mensuales; Educación, $105.000 por niño (2 por casa).

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