Por Dr Francisco Vergara Perucich, Director Magister en Gerencia Pública y Desarrollo Regional, UCN, Antofagasta.
Auspicioso futuro se le ve al macrocampamento “Los Arenales” en su comprometida lucha por entrar en lo que es la formalidad urbana. No exento de dificultades, su magnitud y complejidad hacen recordar otras tomas emblemáticas en la historia de Chile, con la salvedad de que en este caso cerca de un 80% de la población son migrantes. Como en los tiempos anteriores a la dictadura, en vez de construir un muro, a la Trump o expulsar hacia otras relocalizaciones sin preguntar, la autoridad ha preferido dialogar, evitando desalojos y deportaciones, que era el temor que muchos tenían con el gobierno entrante.
Ciertamente, el nuevo gobierno de Piñera en materia de ciudad está generando giros interesantes en relación a lo que es la derecha tradicional, históricamente mucho más enfocada en la defensa de la propiedad privada por sobre el bien común. Una muestra de este giro es que el intendente Marco Antonio Díaz abrió una mesa con actores que llevan años tratando de dar solución a los campamentos y ha mostrado sus ganas de dignificar la vida de personas víctimas de un mercado laboral regional inestable y fluctuante, dependiente de factores externos, que repercuten directamente en el acceso a la ciudad. Incluso, en una reunión reciente en el mismo macrocampamento, el SEREMI de Vivienda y Urbanismo, el arquitecto Julio Santander, dijo: “Los arenales es el único campamento que efectivamente tiene todas las condiciones para poder radicarse.”
Luego, el SEREMI hizo lo correcto al solicitar que la propuesta que levanten los pobladores se adecúe a la legislación vigente y a los parámetros de calidad mínimos solicitados para habilitar unidades de vivienda. Buenas noticias que se suman a la atención que ha generado este asentamiento a nivel internacional. Esto, principalmente, por estar compuesto de 12 campamentos en un contexto de informalidad, asentados en el desierto más seco del mundo, su población está compuesta por inmigrantes latinoamericanos principalmente y se ubica en la ciudad de mayor PIB per cápita de Chile.
Como es bien sabido, uno de los grandes desafíos geopolíticos que enfrentan las naciones desarrolladas de Norte América y Europa está en cómo hacer frente a las oleadas de migración internacional que enfrentan en la actualidad. En América Latina, el caso de Los Arenales puede resultar fundamental como referencia para estas discusiones que se dan en el primer mundo, dado que a pesar de las dificultades, sus habitantes han logrado importantes progresos sólo por el hecho de tener acceso a un suelo urbano, en una capital regional.
Lo que el gobierno decida hacer con este fenómeno y cómo la sociedad chilena reciba estas propuestas, será mirado con atención desde diversos lugares del globo. Ante la escasez brutal que están expuestos los pobladores del campamento «Los Arenales: Rompiendo Barreras» se han puesto de pie para actuar y avanzar hacia un modelo de autogestión de medios. Buscan una utopía difícil de alcanzar: independizarse del asistencialismo y vivir bien. En una actividad que se desarrolló en 2017, un grupo de pobladores escribió lo que sería el manifiesto de la ciudad ideal de los arenales:
“Soñando nuestra ciudad ideal en “Los Arenales”: En nuestra ciudad tenemos buena comunicación con los vecinos, hay paz, no se ven peleas. Se puede decir, que en nuestra ciudad ideal vivimos en tranquilidad, se pasa bien pero nos respetamos mutuamente. En nuestra ciudad no hay racismo, vivimos plenamente la diversidad en el amplio sentido de la palabra. En nuestra ciudad hemos dejado de sobrevivir para comenzar a vivir y tener bienestar. Las viviendas son dignas, amplias y permiten que desarrollemos intimidad, estando refugiados del exterior, con privacidad. En nuestra ciudad hay áreas verdes, hay buenos colegios, tenemos servicios de salud apropiados a nuestras necesidades, el comercio está cerca, tenemos seguridad gracias a la cercanía de agentes del orden público con quienes mantenemos relaciones fluidas y de respeto. En nuestra ciudad todos tenemos acceso a la cultura y la información está disponible para todos, en especial para los niños, quienes siempre pueden asistir a diversos talleres que les permiten encontrar nuevos amigos e intereses. En esta ciudad nos conocemos todos. Algunos se caen bien, otros se caen mal, pero siempre predomina el respeto mutuo. En nuestra ciudad podemos encontrar espacios de recreación llenos de alegría, ideales para que podamos reconocernos como vecinos. Nuestra ciudad es ordenada, limpia, digna.
Esta ciudad aún no existe, pero queremos que se haga realidad.”
En el manifiesto de Los Arenales, claramente se puede ver que la ciudad que desean no es tan diferente de la ciudad que desearía una persona que vive en los Jardines del Sur, en el Parque Inglés o incluso en Santiago. El problema es que se enfrentan a la desposesión propia del modelo neoliberal Chileno, en que el que tiene menos ingresos ve drásticamente limitada su libertad de elegir donde vivir, llegando, incluso a tener que desplazarse a vivir en el barro. En Chile, en promedio, los hogares en campamentos tardan 7 años en obtener soluciones habitacionales. Es decir, si un habitante de Los Arenales llega con un bebé de 2 años, ese niño podría criarse en el barro y ver el mundo desde allá. Eso ocurre en Chile, en Antofagasta, en la región más rica del jaguar de América Latina y todos hemos dejado que esto ocurra, por ende, es una responsabilidad social resolverlo.
Por su parte, Los Arenales se han hecho escuchar y capturaron la atención de organismos internacionales, cómo fue la delegación de Naciones Unidas en 2017, quienes a través de su relatora especial por la vivienda, Leilani Farha, criticaron el deficitario modelo de acceso a la vivienda para migrantes en Chile. Hace un par de meses Slum Dwellers International puso sus ojos en este asentamiento informal para aportar a su desarrollo. Concretamente, se firmó un acuerdo entre el macrocampamento, la ONG Fractal y la Universidad Católica del Norte a través del Observatorio Regional de Desarrollo Humano (ORDHUM), buscando generar un mapeo colectivo y un censo.
A pesar de las diferencias culturales, los habitantes del campamento se han organizado para avanzar hacia la autodeterminación y generar medios que aporten recursos hacia el sueño que muchos comparten: implementar el derecho a la ciudad a partir de la autogestión de recursos que permitan mejorar sus territorios. Son ambiciosos, pero es una ambición colectiva y eso es muy valioso. Ya han avanzado hacia implementar un jardín infantil para los niños que no tienen donde quedarse (es sabido lo caro que sale un jardín infantil en Antofagasta), la panadería cooperativa «Rayito de Sol» y la cooperativa de trabajo CINTRA. Estas iniciativas buscan avanzar hacia su utopía que se insinúa en el manifiesto: convertirse en un barrio modelo a nivel continental desde no tener nada a lograr dignidad en el agresivo contexto neoliberal chileno. Los dirigentes dicen: «si nosotros podemos, creemos que muchos más van a poder también». Para apoyar esta mirada, Slum Dwellers International está colaborando invirtiendo un monto de capital inicial que ayudará a empujar las iniciativas de los pobladores y de pasada obtener datos de cómo se han desarrollado sus configuraciones socio-espaciales, situando a Los Arenales como un caso de interés a nivel planetario. Un logro no menor.
Antofagasta ha sido catalogada como la capital minera del mundo o como un lugar para hacer negocios, pero poco se habla de la riqueza social que se produce en las bases, en comunidades que han sido excluidas de los beneficios del extractivismo pero que a pesar de las dificultades logran subsistir en un ambiente totalmente adverso. Quizás es bueno dejar de mirar a la ciudad de Antofagasta como una ciudad minera y empezar a entender que la principal riqueza de la urbe está en sus relaciones sociales.