Columna: El salmón y el gobierno verde

Por Valeria Ríos Guerrero Jun15,2023

La industria salmonera en el territorio de la Patagonia chilena ha generado un acalorado debate debido a preocupaciones sobre su impacto ambiental y social. Mientras algunos defienden los beneficios económicos, otros cuestionan la regulación y supervisión gubernamental, así como el posible daño a los ecosistemas marinos. Con las constantes disyuntivas del gobierno frente a su discurso ambientalista, el futuro del mar de la Patagonia se vuelve cada vez más incierto.

La legendaria banda de grunge Pearl Jam hizo un llamado al presidente Gabriel Boric a detener el funcionamiento de las salmoneras en áreas protegidas, situadas específicamente dentro de La Reserva Nacional Kawésqar en la Patagonia chilena, por arrasar con el ecosistema marino. De 133 concesiones aprobadas, 68 se encuentran en la reserva.

La televisión se ha encargado de pintar las luchas medioambientales como un intento odioso de llamar la atención, dando menor importancia al derecho de las personas a vivir en un ambiente libre de contaminación, dejando de lado todo debate sobre la reparación de las zonas de sacrificio, limitándose a hablar de temas de medioambiente sólo si es que son de carácter legislativo.

Entre los años 2010 y 2020 hubo una moratoria que prohibía la aprobación de nuevos proyectos de salmonicultura en las Regiones de los Lagos y Aysén. Sin embargo, la producción creció en más de 100 mil toneladas en ambas regiones. Y esto durante diez años quedó fuera del debate público, escondido bajo la alfombra, convirtiéndose en una realidad que pareciera que nunca va a cambiar, o peor aún, una realidad tan poco digna de interés que es mejor hacer como si no existiera.

Hay muchos culpables en este problema, empezando por la responsabilidad de las empresas contaminantes, el Estado, el poder legislativo, los medios de comunicación y finalizando con las figuras públicas, que cumplen un rol sumamente importante hoy en día y son capaces de entregar información de forma inmediata a una vasta audiencia a través de internet.

Luego de la muerte de Felipe Camiroaga, el discurso ambientalista desapareció de la opinión pública. Más irónico aún, en la actualidad el periodista que más ha hecho por la protección de los ecosistemas chilenos es ficticio: se trata de Juan Carlos Bodoque, quien ha educado a miles de personas a través de la Nota Verde en televisión.

Son contadas con los dedos de una mano las veces que una figura pública ha dicho algo relevante sobre la protección del medio ambiente en la televisión, o sobre el deterioro de la salud de los habitantes por consecuencia de la industria. La osteonecrosis disbárica es una enfermedad común en los buzos de las salmoneras, que corroe sus huesos hasta perder la movilidad. Según cifras de la armada, cada año muere al menos un buzo trabajando en la industria salmonera. Tan solo entre 2019 y 2022 murieron diez.

Alexis Sánchez, nacido en una de las zonas de sacrificio más contaminada del país hizo una campaña para ProChile, destacando los principales productos chilenos de exportación. Entre ellos, el salmón, industria que posicionó a Chile como el segundo productor después de Noruega, a costa de dejar con perdida parcial o total del oxígeno a las zonas intervenidas (también llamado anoxia). Es importante destacar que tampoco existe una legislación en torno al uso de antibióticos en la salmonicultura, con el riesgo de los consumidores de generar resistencia al medicamento.

Según la publicación de Millanao, el 95% de tres grupos de antibióticos importados a Chile entre 1998 y 2015 se destinaron a uso veterinario, principalmente la salmonicultura. En contraste con otros productores como Noruega y Canadá, la industria chilena es la que más antibióticos utiliza por tonelada de salmón producida. Estos son administrados a través de baños con medicamentos, alimentos medicados o inyecciones (menos invasivo, pero menos utilizado). Estos, al ser utilizados de forma masiva, también son consumidos por otros peces, afectando la flora y fauna del suelo marino.

Desde el resto del mundo la joven activista Greta Thunberg, el frontman de Pearl Jam, Eddie Vedder, Alejandro Sanz, la bióloga marina estadounidense Sylvia Earle, y tantas otras personas han hecho un llamado de atención a Chile. Al parecer, al extranjero le importa más nuestro ecosistema que a los propios chilenos.

Mientras a ellos les siga importando más el suelo chileno que a los propios chilenos, las empresas privadas y extranjeras van a seguir sacando provecho de las deficientes normativas medioambientales y las bajas sanciones con relación a las altas ganancias de estas. En un país situado en el extremo del mundo, que tarde o temprano deberá enfrentarse a los fuertes síntomas de la crisis climática, ¿quién pagará los daños?

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