Corría el 2017 y ANATEL organizaba uno de los debates presidenciales televisivos que se coronaba con más de 40 puntos de rating. En dicha instancia, Sebastián Piñera, quien llevaba la delantera en una carrera que a la postre terminaría ganando, referenció a Lenin, diciendo: “Miente, miente, que algo queda”, entrando a los minutos en un pequeño “conato” con Eduardo Artes por la génesis de la frase (que en realidad se atribuye al ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels). Sobre ese hecho, algo que nos convoca en esta columna es que conceptualmente, esa expresión le da todo el sentido al rol que cumplen hoy los medios de comunicación en nuestro país.
Es momento de que la ciudadanía comprenda finalmente que, en la época moderna, elementos como la objetividad y la “verdad” no existen, porque históricamente todo sucumbe a un constante baile de intereses políticos, sociales y económicos que defienden tanto los denominados medios de comunicación “grandes” y los independientes. Estos últimos, con mucho menos ingresos, también poseen el mismo objetivo de plasmar los temas que les parecen relevantes para su agenda.
No es que simplemente el periodista que escribe esta columna sienta algún resentimiento con el fin del romanticismo de su profesión, sino que son dos los hechos que, en particular, le han generado cierta inquietud. La primera es sobre El Mercurio y cómo logró instalar el relato cuestionador sobre el “permiso” para un año sabático pagado para la destacada académica y ex presidenta de la Convención Constitucional, Elisa Loncón. Mi punto no va sobre la factibilidad del permiso (aunque considero que Loncón no cumplía con los estándares reglamentados), sino más bien con la pregunta: ¿Cuál es el interés de cuestionar a un golpeado símbolo del proceso constitucional anterior? ¿Acaso hay un sector que considera que la mujer destacada por la revista Times el 2021 tiene opciones en alguna elección venidera?
Otro ejemplo: Durante la última fecha del campeonato de futbol chileno, el Presidente Boric asistió al encuentro entre Universidad Católica (equipo del cual es un sabido fanático) y Unión La Calera. En una estrategia comunicacional con el objetivo, quizás, de sintonizar con la ciudadanía, fueron varios los medios que informaron sobre este hecho como una “curiosidad”. A los días, “La Tercera” informó sobre 50 funcionarios de Carabineros que habrían sido parte del equipo de seguridad.
Lo interesante de lo anterior es que fue la misma institución de Carabineros, quienes desmintieron lo informado por el medio e incluso el mismo mandatario a través de su cuenta de Twitter entró en una nueva disputa con la prensa. ¿Cuál era la intención de La Tercera con su artículo? ¿Acaso los editores de La Tercera todavía creen que la seguridad de la presidencia es igual a la del siglo XX? Claramente su intención era cuestionar y crear la imagen de que la seguridad del presidente vale más que la de alguien que debe realizar su vida común y corriente sin protección, jugando en un blanco y negro que no aplica similitudes en su análisis profundo.
Todo esto se desarrolla en medio de una crisis brutal que aplasta a los medios de comunicación, en la que los trabajadores de estos espacios informativos viven en la constante precariedad de una profesión mal pagada y expuesta, hechos que generan que los medios finalmente vendan su alma al mejor postor, quienes sin entender la lógica del periodismo, coloquen sus intereses y narrativas en disputa para cambiar la realidad en el show de Truman.