La palabra revolución es hermosa en significado, contenido, fuerza y profundidad. Según la RAE, sus múltiples significados van desde lo cósmico, como el movimiento de un astro a lo largo de una órbita completa y la rotación de un cuerpo sobre su eje, hasta lo terrestre y político, entendiéndose como un cambio profundo en las estructuras políticas y socioeconómicas, usualmente provocado por los de abajo, tratando de dignificar su vida (a pesar de las pataletas de los de arriba).
Así, una revolución podría ser comprendida como el paso de un año en la vida, periodo durante el cual visitamos las cuatro estaciones para recomenzar en el punto de origen, un poco más viejos y –ojalá también– más sabios; pero también donde se pueden gestar, madurar y producir cambios estructurales tanto impensados como inevitables.
Este año, las, los y les amigues del medio Regionalista celebran cuatro revoluciones. Cuatro, respecto del tiempo que llevan otorgando a la región y al país información que apunte a la liberación de las regiones y sus habitantes de la explotación económica, política, cultural y social del centralismo.
Pero también cuatro procesos de cambios estructurales que han documentado y socializado en profundidad: la revuelta popular iniciada el 18 de octubre, la pandemia global, la lucha contra el cambio climático y la creación de una nueva Constitución que asegure una vida digna. Estas revoluciones no sólo afectan al país, sino que han tenido –y tendrán– efectos a nivel latinoamericano y mundial.
Hoy nos encontramos a meses de que el país pueda votar la aprobación de la primera Constitución política escrita y aprobada de manera democrática, la primera escrita con paridad de género en la historia contemporánea, con la participación de representantes de pueblos originarios, con propuestas levantadas por movimientos y agrupaciones populares.
Pero también enfrentamos un clima de creciente desinformación y mentiras, donde quienes se han acostumbrado por siglos a concentrar el poder político y económico, han sacrificado la vergüenza, la moral y el pudor por enlodar cualquier proceso que implique una repartija más justa de sus inmerecidos privilegios.
En este contexto, la labor como medio de información que realiza Regionalista resulta revolucionaria, en el sentido de apoyo al cambio donde las regiones y sus habitantes decidan el destino de sus territorios. Por eso, espero que Regionalista cumpla muchas revoluciones – orbitales – más.
*Esta columna fue publicado el 5 de marzo en la revista digital de Regionalista, especial 4° aniversario. Aquí la puedes descargar y leer: