El acuerdo por la paz que se estableció por parte de la derecha y sectores de la oposición y que no consideró a la gran cantidad de personas movilizadas, ni a las organizaciones sociales, después del 18 de octubre del 2019, no cobró mucha relevancia para la gente que seguía en las calles, y que ha sufrido una tremenda exclusión con la aplicación del modelo económico neoliberal, en que los únicos beneficiados son los empresarios.
Es en el plebiscito de octubre de 2020, en que la ciudadanía votó para cambiar la Constitución en forma histórica, con una participación de un 51% del electorado, cabría preguntarse, ¿qué sucede con los que no fueron a las urnas? ¿No les interesa? Sus respuestas son: No creen que algo va a cambiar las condiciones en que viven; nos dicen que todos los políticos son iguales; si no trabajo no como; son todos unos sinvergüenzas; otros callan y no responden.
Después del 16 de mayo participa un 43% de la población con derecho a voto y se crea en nuestro país una configuración política que sorprendió a una gran parte de la población chilena, con el ingreso de convencionales constituyentes independientes de los partidos políticos, que representan el clamor de la calle de la gran desigualdad e inequidad que hoy vivimos. A las personas les faltó más información, más interacción con los planteamientos de las diferentes listas, no tenían claro para qué votar por Gobernador y no conocían a todos los candidatos a constituyentes.
Desde el 2019 se está viviendo un proceso constituyente, en que es necesario incidir participar en forma activa, la convención debe plasmar los caminos que indiquen los cabildos y que sus síntesis sean insumos para nuestros constituyentes. No podemos observar desde fuera, es nuestro deber moral participar en nuestra junta de vecinos, en el club deportivo, en una organización social o sindical, no sólo por nosotros, sino también para las futuras generaciones. La abstención no sirve a la causa del pueblo que sigue gritando justicia.
Las y los trabajadores vimos una gran posibilidad de avanzar en la participación de esta nueva Constitución, en que se establezcan derechos laborales individuales y colectivos coherentes con los tratados internacionales, considerando el principio de protección y el derecho al trabajo, consagrados en la carta magna como una garantía de contar con un sustento que sea el fruto de las labores productivas. De ahí la importancia de organizarse en sindicatos.
Esta nueva Constitución anticapitalista y anti patriarcal va ligada a la existencia de un proyecto país post neoliberal, que sea impulsado por una fuerza social y política organizada, pues se requiere la reconstrucción social económica, política y cultural de una sociedad en crisis. La forma de lograrlo es con todas, todes y todos, involucrándonos, pues no necesitamos ser expertos constitucionalistas. En nuestro vivir cotidiano sabemos lo que necesitamos. No más focalización y fin al estado subsidiario.
Si no fuimos considerados en la génesis del cambio constitucional, ahora somos imprescindibles y tenemos que rodearla, convencidos de que somos necesarios para producir los cambios. No sirve que el 34,7% participe en el plebiscito de salida, y que la fila más larga sea para comprar empanadas que para ir a votar.