Que Chile es un país tremendamente desigual eso ya lo sabemos, pero que la clase política en general y la económica en particular quieran mantener el statu quo, nos habla de una desconexión total con la realidad y de una estupidez supina.
La pandemia vino a corroborar y a desnudar en toda su dimensión esta realidad y dejó al descubierto que no existe la tan mentada clase media, que es una ilusión, un espejismo sostenido en base a endeudamiento a través de tarjetas de crédito. Incluso no son pocas las familias que hasta la alimentación la pagan en cuotas, lo que nos habla de una realidad brutal que se estrella con la realidad del otro Chile, ese de mansiones, jardines enormes y lujos impensados, ese Chile de un oasis para algunos, el paraíso de otros y de miseria para muchos.
Sabemos que esta desigualdad hondamente marcada que sufrimos hace 47 años, tiene su origen en la implementación de un modelo económico que, como dice la canción, “dejó a algunos con laureles y futuro y a mis amigos pateando piedras”. Son varias las generaciones que no han tenido la más mínima oportunidad de cambiar su futuro inmediato, son varias generaciones que patearon, patean y patearán piedras, pues el entramado de este modelo no es la meritocracia como nos quieren hacer creer, sino que es la “pitutocracia” la que predomina a la hora de una buena educación y las mejores oportunidades laborales.
La derecha económica, los ricos, inventaron eso de la meritocracia, la promueven incluso en la propaganda política del rechazo, intentando machaconamente hacernos creer que podemos salir de nuestra pobreza, no por falta de oportunidades, si no que únicamente con esfuerzo, trabajo y mérito. Lo cierto es que lo anterior es un engaño para tapar la propia mediocridad de esa clase que pretende, con dinero, comprarlo todo. Con dinero tapan sus propias chambonadas y estupideces de las que hacen gala y que las vemos a diario en la conducción y administración del país y en sus programas de televisión.
Ya lo decía el premio nobel de economía Joseph Stiglitz: “El 90% de los chicos que nacen en hogares pobres, mueren pobres, por más capaces que sean. Más del 90% de los chicos que nacen en hogares ricos, mueren siendo ricos, por más estúpidos que sean. Por lo tanto el mérito no es un valor”.
Este 25 de octubre tenemos la oportunidad de crear las condiciones para terminar con esta desigualdad brutal, obscena, inmoral, votando Apruebo, votando Convención Constitucional, exigiendo resueltamente al día siguiente de ganar abrumadoramente el plebiscito, una Asamblea Constituyente realmente Soberana. Tenemos la oportunidad única, histórica y rebelde de patear todas las piedras hacia la misma dirección.