Columna: ¿Y cuándo cuidamos Antofagasta? (sobre la gestión de residuos orgánicos domiciliarios)

Por Gisela Contreras Braña Ago 17, 2020

Y tenemos nuevo alcalde. Polémicas más, polémicas menos, lo cierto es que el nuevo edil tiene la oportunidad de (en un tiempo en exceso reducido) abordar temáticas que históricamente han sido evadidas por todas la anteriores administraciones municipales.

Así que de entradita y sin rodeos le voy a preguntar al actual alcalde: ¿Usted si va a cuidar a Antofagasta? Porque en una ciudad como la nuestra, con severos problemas medioambientales, con uno de los vertederos más conflictivos del país, niveles de contaminación por metales pesados que nos han llevado a tener estadísticas de cáncer peores que las que enfrenta Chernóbil después de una explosión nuclear, resulta tragicómico ver cómo el tema se ha limitado a regar áreas verdes y pelearse con el Gobierno Regional por abrir un relleno sanitario que, lejos de solucionar nuestro severo problema de basura, sólo lo traslada un poco más lejos de las casas y nos deja otro tema más problemático aún. Nos referimos a los camiones que deben bajar por Salvador Allende, histórica arteria conocida como la “bajada de la muerte”, debido a la gran cantidad de accidentes provocados por el corte de frenos debido a la pendiente.

Déjenme ponerlos en contexto. La nuestra es una ciudad con una población estimada de 423.531 personas (si le aplicamos la tasa de crecimiento a los datos del último Censo). De acuerdo a la último Reporte de Residuos Sólidos, cada uno de ellos elimina diariamente 1,22 kilos de basura. Si multiplicamos ambas cifras descubriremos que la ciudad elimina diariamente 516.707 kilos de basura, aproximadamente.

Eso es una gran montaña de residuos. Y cambio el concepto, pues de esa gran montaña, el 25% son residuos sólidos reciclables (cartones, vidrios, plásticos y otros así), el 58% son residuos orgánicos y sólo un 17% podría considerarse basura propiamente tal (si es que es basura en realidad).

A mí me gusta llevar esto a cosas prácticas. Actualmente cada camión de basura puede llevar 19 toneladas de residuos. Eso son casi 30 camiones diarios que van al relleno sanitario. Ahora bien, de esos, 7 son de cosas que podríamos reciclar y 16 son de todos esos desechos que salen de nuestras cocinas cada día. Cáscaras, cuescos, corontas, semillas, hojas, y un montón de otras cosas que son la verdadera causa de las moscas, ratones y baratas, además de los malos olores, líquidos percolados y gases de efecto invernadero. Sí, los mismos que causan el cambio climático, responsable de que ahora llueva en Antofagasta.

Dicho de este modo, usted podrá ver que el verdadero responsable en realidad eres tú. No son las industrias, no es el Gobierno, no es el Puerto ni el Ferrocarril. Bueno, ellos son responsables de otras contaminaciones, pero de la de los residuos sólidos no. De esa cada uno tiene su bolsota de basura en la espalda y me parece que es tiempo de que empecemos a hacernos cargo de ella.

Pero el problema no es solo en el norte. Actualmente, solo el 13% de los municipios de Chile tiene alguna iniciativa tendiente a solucionar este problema en específico. Y no, la de Antofagasta no tiene ninguna iniciativa real. Si un par de intentos, de esos donde la antigua alcaldesa pintaba un contenedor de color rojo, le escribía “Orgánicos”, se sacaba una foto y después su equipo de prensa hacía un gran lanzamiento. Pero después, nada más pasaba. Así, se repartieron contenedores en el sector Coviefi en el 2016, se comenzó un compostaje en el Parque Juan López en el 2017, y se anunció que en Santa Marta se trabajaría el tema, pero ninguna de esas iniciativas está hoy en ejecución.

ENRO: Una posible solución

Y cómo se trata de una problemática de verdadera importancia, el Ministerio del Medio Ambiente decidió tomar cartas en el asunto y el pasado 4 de agosto lanzó la Estrategia Nacional de Residuos Orgánicos (ENRO). Todos unos héroes. Pero como todo en esta administración, adivinen: TIENE LETRA CHICA.

De acuerdo a lo declarado en la ENRO, se trata de una propuesta que “busca dar un vuelco en la forma en que nos organizamos como sociedad para hacernos cargo de los residuos que generamos”. Para lograrlo, proponen pasar de un 1% a un 66% de valorización de los residuos orgánicos generados a nivel municipal para el 2040.

Aquí ya empezamos con las sutilezas. Con “valorización” no se refieren a ponerle un valor económico a los residuos, sino a la cantidad de residuos de los que cada municipio deberá hacerse cargo. Actualmente, es menos del 1%. Y la Estrategia busca que en 20 años ese porcentaje llegue a 66%.

Y para hacerlo propone cosas bastante concretas, como lograr que los municipios gestionen un 30% de los residuos orgánicos generados en cada comuna al 2030, tener 5 mil establecimientos educacionales con composteras o lombriceras (así es cómo podemos reducir de forma casera los residuos), que la mitad de las instituciones públicas separen en el origen los residuos (o sea, en cada oficina basureros para cada cosa, lo que servirá de poco si luego el camión de la basura va y mezcla todo, como ocurre actualmente) y que 500 mil familias tengan una compostera, entre otras acciones.

Ese sí sería un mundo ideal. Imagínenlo, la mitad de las casas de Antofagasta haciéndose cargo de sus orgánicos, lo que genera abono. Entonces, todas esas casas usarían el abono para tener balcones, entradas o antejardines más verdes. Pasaríamos de desierto a trópico en 10 años.

Pero como no todo es maravillas, paso a la letra chica. Dice la ENRO que “la dimensión financiera que permita viabilizar esta Estrategia es un nudo crítico. Además de hacer uso de los instrumentos existentes de inversión pública y concursos, requiere abordar el histórico déficit municipal en cuanto a la gestión de los residuos. Es fundamental avanzar, paulatinamente, hacia el cobro a las personas por los residuos que ellas generan. Lee usted bien, la idea a mediano plazo no es enseñarle a usted a hacerse cargo del asunto, sino cobrarle para que otro venga a hacerlo.

Y con otro no me refiero a alguna organización medioambientalista o a los amigos de Ecorayén o La Lombriz, organizaciones que llevan ya varios años haciendo educación ambiental para que sean los ciudadanos los que trabajen el asunto. No, para la ENRO “es clave que los privados también puedan orientar sus inversiones para proveer las soluciones en este ámbito. Para ello, también deberán existir incentivos claros que permitan viabilizar proyectos privados”. Y bueno, la única forma en que grandes empresas inviertan es asegurándoles ganancias y esas saldrían del cobro directo (su bolsillo) o de “incentivos”, es decir, fondos de gobierno o exenciones de impuestos (o sea, el bolsillo de todos los chilenos, y al final, el suyo también).

Para gestionar residuos orgánicos solo se necesita paciencia y cariño por el planeta. Basta un hoyo en el piso, y los microorganismos harán lo suyo. Si quiere apresurar el asunto, le agrega lombrices, pero esas no son propias del desierto, así que debe insertarlas. Y cuidarlas como se cuida una pecera, pues son seres vivos. Maravillosos, capaces de cosas impresionantes como limpiar incluso aguas servidas, pero deben cuidarse.

¿Por qué un privado transformaría en negocio algo tan simple? La respuesta está en los posibles productos de los residuos orgánicos. No solo son abono y gases que pueden utilizarse de forma industrial (como el metano), sino que también hay otros como el biodiesel, pero también los biopesticidas. Y de ahí a terminar en esto igual como pasó con las semillas y Monsanto hay un paso muy corto.

Es más, como todo lo que se hace en Chile, esta estrategia tiene un componente de participación ciudadana. Hasta el 15 de septiembre se le podrían hacer consultas o sugerir cambios. La página para hacerlo es http://consultasciudadanas.mma.gob.cl/, solo que al menos en la última semana no se ha podido ingresar a esa web. Coincidentemente, está caída. Ojalá sea un tema técnico que se solucione pronto.

Y, para variar, los esfuerzos por difundirla y promover la participación ciudadana se dieron principalmente en la Región Metropolitana y algunas al sur de la misma. Aparentemente, en el norte como somos desierto, la gente no debe comer verduras y no debemos generar estos residuos como para que nos interese el tema.

Así que hablar con el alcalde o alcaldesa de turno (no sabemos quién seguirá ahí luego de las próximas municipales) sobre este asunto no es cosa de largo plazo. Concordemos en que nuestra comuna no tiene NINGÚN AVANCE en materia municipal al respecto. Se los dejo ahí, como una nueva preocupación para quien quiera ponerse este poncho.

By Gisela Contreras Braña

Gisela Contreras Braña es periodista y reside actualmente en Antofagasta.

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