Trabajar en una Agrupación de Memoria en el norte de Chile… o Apruebo, pero no festino con su democracia

Por Redacción Sep 9, 2020

Por Rodrigo Suárez Madariaga
Integrante de la Agrupación por la Memoria Histórica Providencia Antofagasta

“Aprenderemos a dejarnos tropezar contra las cosas en vez de replegarnos, anticipando la violencia. Estoy describiendo una dificultad, pues claro: estoy describiendo que las vías para resolver problemas pueden activar los problemas que tratamos de resolver” (Sara Ahmed).

El presente texto son un par de reflexiones a la luz del trabajo realizado en la Agrupación Providencia de Antofagasta, y no considera necesariamente el pensar de sus integrantes, la mía la pongo en cuestión, y va un poco desordenada, pero pretende abrir preguntas más que dar respuestas pre concebidas a los problemas que nos vemos enfrentados.

Participo de la Agrupación por la Memoria Histórica Providencia de Antofagasta, hace ya unos 7 años, además de trabajar en un par de proyectos de investigación sobre las formas de registro de las violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura civil-militar en Chile.

Como varios/as que trabajamos en el oficio de la revisión de papeles, hemos visto cientos de hojas que documentan las variadas formas de violar los derechos humanos en la dictadura, a veces fotocopias casi ilegibles de preguntas que hacían profesionales a personas afectadas por la represión. Para encontrar la forma en que, combinando esas preguntas con la información que dieron las familias y las palabras de las/os afectadas/os, se pudiera dar con los lugares de detención, con las formas de tortura, con las descripciones físicas de los agentes del estado, con el destino de los detenidos y detenidas, incluso entrevistando a esos mismos perpetradores. Lo que muchas veces creemos que por principio, sería impensado.

Los papeles tienen más de lo que uno cree, la capacidad de registrar imágenes de la represión es impresionante. Carpetas de atención que en sí mismas son una imagen del periodo de la vida de alguien. Cada carpeta contiene la historia desde su detención, condiciones de vida de la familia, e incluso fotografías -aunque pocas, debido a la época-, que comenzaron a servir de prueba irrefutable frente a la represión. Esos papeles son imágenes compuestas, entre oralidad y visualidad, que por supuesto, no son parte de los informes de verdad ni de las formas convencionales de conmemoración que al menos yo vi durante los ’90 mientras crecía.

Lo que más me impresionó quizás fue la forma de catalogar, de ordenar, y de intuir y razonar políticamente en un contexto particularmente difícil. Argumentar para probar y para futurear con los posibles usos de esa documentación que hoy, por ejemplo, han servido para la pelea por recuperar La Providencia. Me pregunté harto tiempo cómo se era capaz de registrar con mesura y delicadeza las cruces que marcaban en los cuerpos de pobladores para decirles que no acudieran a la iglesia, o tomar testimonios sobre los desaparecidos, suponerlos muertos. Imágenes imprecisas si no eran acompañadas con fichas, denuncias, querellas. Hoy creo que es la confianza en el trabajo que realizas y sus posibilidades. También la urgencia.

Algunos de estos archivos tienen un revés, si se quiere, y muestra otras formas de organización. Boletines sindicales y de pobladores, cartillas de educación y cuidado. Me gusta mucho una “Cartilla sobre el miedo” realizada por personas que habían estado presas. La cartilla incluye técnicas para estar tranquilo frente a la represión. Luego discusiones, largas y elaboradas sobre las vías de acabar con la dictadura. Cito una reflexión hecha en un panfleto del MIR antofagastino en 1990 que recopilamos en el proyecto Cartografías de Resistencia[i]:

“1. Mientras los asesinos pinochetistas no sean sentenciados, no habrá́ reconciliación.
2. Mientras la constitución pro imperialista no sea modificada en su esencia, no habrá́ Estado de derecho.
3. Mientras la derecha reaccionaria mantenga su organización de sicarios, no habrá́ paz.
4. Mientras se privilegie la ‘libertad de mercado’ sobre las necesidades del pueblo, no habrá́ justicia”.

Desde el 18 de octubre comenzamos a ver la escalada represiva. Nos asustamos. Recuerdo a un abogado de la ex Vicaría de la Solidaridad comentando que aquel que dice que no tenía miedo era un idiota, porque no te hace actuar con mesura y pierdes cuidado, y si pierdes cuidado, descuidas al resto. En su lógica me parece un buen uso del miedo, pensar las emociones como una forma de articular prácticas, enfrentarse al miedo entonces implica tomar los resguardos. Cómo no te va a dar miedo que a un amigo o amiga le vuelen un ojo, o lo muelan a palos, o quede en prisión –porque luego del trabajo de los últimos meses me preocupa particularmente la situación de presos y presas políticas y su integridad, alargo este paréntesis para decir que las organizaciones políticas regionales no se han hecho cargo de esto-. Entonces nos cuidamos colectivamente.

Nos organizamos, hicimos comisiones, de resguardo, de defensa, registrar es defenderse, “documentar es resistir”, argumenta la socióloga Oriana Bernasconi[ii]. Y la política de memoria y derechos humanos que levantamos como Agrupación desde el 18 de octubre ha sido esa. Una anécdota: cuando dejé de militar en el trostkismo, un compañero, tratando de ‘convencerme’ que tenía que seguir en su organización porque según él “era la única manera de construir una alternativa política”, me dijo con tono burlesco “ah, entonces vas a ser un activista de los derechos humanos, conmemorando fechas, llorando por fechas”. Tal vez luego de esa conversación entendí que no volvería ahí. El trabajo de memoria que hemos realizado ha sido hurgar en la represión del pasado, pero también hurgar en las formas de manifestación y organización, ha sido articular y entender que la memoria es un vínculo político.

Y quizás con el 18 de octubre entendí más claramente lo que estábamos haciendo, citando de nuevo a Sara Ahmed en su concepción de memoria feminista, el trabajo de memoria

“[no es que] consista necesariamente en rememorar lo que se ha olvidado; al contrario, permites que un recuerdo se vuelva claro, que cobre cierto frescor o nitidez; puedes reunir recuerdos como cosas, para obtener una imagen más completa de ellos, y dejar de atisbarlos a medias; para entender cómo conectan entre sí distintas experiencias”.

Entonces, por qué escribo esto, y aquí tomo otro curso (perdón lo disperso). Quiero decir que habría que mirar ese panfleto del MIR, mimeografeado en hojas de roneo y cortado con las manos para ser repartido, con indignación. Me pregunto cómo, mirando las experiencias de luchas pasadas hasta ahora, podríamos festinar con la democracia y entonces pensar que aprobar es una obviedad -considerando el ‘po’ que sucede al ‘Si’ de la campaña por el Apruebo- para discutir los procesos políticos que no se cierran ni debieran cerrarse con esta votación y considerarlos e insistir en su apertura.

Efectivamente la constitución actual está escrita sobre la represión, no sólo eso, sino que sienta las bases del sistema de profundización del capitalismo en Chile. Esta combinación, sumado a los efectos que tiene en la vida de cientos de personas, hace completamente legítimo el ímpetu por cambiarla y aprobar. De hecho, producto de la movilización nunca antes vista del 2019, parlamentarios se vieron obligados a buscar una fórmula para salvar el régimen político. Le llamaron “Acuerdo por la paz”. Un acuerdo que nunca nadie les pidió. Y junto con la pandemia, les permitió allanar el camino apaciguando la movilización que empujaba desde abajo.

Pero recapitulando sobre lo que hoy nosotros hemos registrado, habría que re-editar ese panfleto, tomando la experiencia no del MIR particularmente, sino de una generación que no confió en la promesa transicional. Todo esto para decir que sí, apruebo. Pero no festino con su democracia. Porque, como ayer, esta Constitución se hace sobre la base de presos políticos, de mutilaciones, de abusos, torturas y asesinatos, porque sí po, hubo muertos, y hoy familias que esperan respuestas, y pacos impunes, otra vez.

Y tal vez el trabajo de las agrupaciones de memoria hoy replanteado tendrá que ver con eso. Exponer esos registros de la violencia posterior al 18 de octubre, relevar los hechos de violencia política estatal recopilados, poner los nombres, las caras, exponer las vidas de los presos políticos de la revuelta, de los mutilados y torturados por Carabineros. Para así dejar de considerarlas un residuo o remanente, inerte y sin mayor relevancia (porque no conviene que la tenga), y, como señala Daniela Mansilla en el caso del secreto de la Comisión Valech[iii], mover o trasladar el espacio de lo audible y lo decible y hacer que los residuos transiten hacia la esfera pública y en este tránsito, pasen a primer plano y abran nuevos cuestionamientos por los que luchar.

[i] www.cartografiasderesistencia.cl

[ii] Bernasconi, Oriana. Bernasconi, Oriana (ed.). Resistance to Political Violence in Latin America. Documenting Atrocity. Londres: Palgrave Macmillan, 2019

[iii] Mansilla, Daniela. 2020. Producción de Verdad Oficial en las Comisiones De Verdad en Chile (2004-2018). Un análisis sociológico De Operaciones De Silenciamiento En Contextos De Gestión Estatal Del Pasado Reciente. Tesis para optar al grado de Magíster en Sociología, Universidad Alberto Hurtado.

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