Memoria | Represión a profesores y profesoras tras los primeros meses del golpe de Estado: Seis composiciones para reinterpretar el mes de diciembre

Por Redacción Dic 27, 2022

Por Jorge Cifuentes Castillo.

Texto escrito en colaboración con Héctor Maturana Bañados, ambos integrantes de la Agrupación Providencia, en el contexto de nuestra investigación sobre militancias políticas juveniles en el Liceo de Hombres durante la década del 70.

Componer las escenas

La historia que sigue originalmente no era una historia. La fuimos construyendo a partir de la composición de diversas escenas. Las escenas no tienen necesariamente un orden. En algunos casos no sabemos qué pasó primero y qué pasó después, pero son piezas de información que se comunican entre sí y permiten recomponer, en parte, la represión de la dictadura contra los profesores y profesoras tras los primeros meses del golpe de Estado.

Trabajar en una composición implica viajar por el tiempo. Un tiempo alternativo formado por documentos viejos al borde de la desaparición, encuentros con testigos y recorridos por lugares. Significa ir al pasado y volver al presente constantemente. A veces se empieza por visitar un lugar, pero, inevitablemente, el lugar remite a un documento y este, a una persona. A esto hay que sumarle las combinaciones posibles. Se puede empezar por un documento que remite a una persona y terminar visitando un lugar, en dónde, a su vez, emergen nuevos documentos. En este trayecto, la casualidad juega un rol fundamental. La casualidad es una pieza tan importante como la documentación, los lugares y las personas.

Primera composición: Día del Patrimonio 2022

Para el Día del Patrimonio, la Agrupación Providencia realiza visitas por el sitio de memoria ubicado en calle Matta 3230. Como muchas personas saben, se trata de un inmueble de origen religioso utilizado por Carabineros como centro de detención y tortura, desde 1973 hasta 1989. El lugar fue declarado como Monumento Histórico en el 2016 y, desde entonces, la Agrupación ha llevado a cabo diversas acciones para visibilizarlo y refuncionalizarlo como sitio de memoria. Dentro de estas acciones se encuentran las visitas guiadas a establecimientos educativos y a la comunidad en general.

Tanto Héctor Maturana como yo, integramos la Agrupación. Él, desde su origen en el 2015. Y yo, desde el 2019, cuando llegué como practicante de la carrera de Psicología. Cuando entré, una de las cosas que más me fascinaron fue la investigación en memoria y derechos humanos, utilizando archivos y documentación. La manera en que los documentos van adquiriendo una nueva vida y otras posibilidades, a partir del uso político que se hace de ellos. Fue más o menos en el contexto de esta fascinación que me hice amigo de Héctor y, tiempo después, empezamos a investigar y escribir juntos.

Este año, las visitas realizadas en el Día del Patrimonio tuvieron un carácter especial, puesto que representaron la posibilidad de volver a hacer visitas masivas luego de la pandemia. Hasta donde recuerdo, ese día había muchas personas de la Agrupación, entre ellas Héctor, que viajó especialmente desde La Serena para estar presente. De casualidad me tocó hacer una de las visitas con él. Es común, dentro de la Agrupación, hacer visitas en parejas y a veces pasa que se junta una persona más joven con una más vieja. Una persona que vivió la represión de la dictadura con otra que tuvo que estudiarla. Y este fue precisamente el caso. Héctor estuvo detenido en La Providencia en septiembre de 1980, ocho años antes de que yo naciera.

Una nota al margen: he hecho algunas visitas con Héctor antes. Él tiene la tendencia a salirse del guion e incorporar antecedentes que se encuentran aún en desarrollo, información que hemos descubierto a través de la investigación y que, en algunos casos, no hemos logrado aclarar del todo.  Son antecedentes parciales, pero que Héctor no escatima en utilizar durante las visitas. A veces hay que tener la valentía de decir las cosas y ver qué pasa. La investigación no debe ser un sistema, sino una caja de herramientas, diría Foucault refiriéndose a la teoría.

Sobre el guion de las visitas, este es más o menos el mismo desde el 2019. A pesar de ello, ningún recorrido es igual a otro. Siempre está la posibilidad de que aparezca un dato nuevo sobre el lugar. O sobre algún ex preso político. O sobre personas que se conocen entre sí, pero que dejaron de verse durante años. La memoria es así, un pozo sin fondo: siempre se puede ir más abajo.

Algo así fue lo que pasó el Día del Patrimonio. Ese día conocimos a Fanny Godoy Córdova, una de las personas que asistió al recorrido. Ella conocía a otras personas de la Agrupación, pero ni yo ni Héctor sabíamos quién era. Según nos contó después, siempre había querido ir a una de las visitas en La Providencia, pero ese día se animó a hacerlo, movida por la posibilidad que se abría luego de dos años de muy poca actividad producto de la pandemia.

La visita partió como de costumbre. Había unas quince personas en el grupo, entre ellas dos ex presos políticos del Partido Comunista que relataron al resto de los visitantes la experiencia de su detención. Su relato se fue mezclando con los temas del guion museográfico que yo iba mencionando, junto con los antecedentes que aportaba Héctor.

En un momento, cuando llegamos al punto en que hablamos de la política represiva de la dictadura en Antofagasta, Héctor mencionó la represión que vivieron los profesores durante el mes de diciembre de 1973. La información la obtuvo de la investigación que hacemos juntos. El tema es la actividad política de los estudiantes del Liceo de Hombres durante los años de la Unidad Popular y la dictadura, pero en el camino nos hemos encontrado con mucha información sobre los profesores y profesoras. Hasta ese momento no habíamos tenido la oportunidad de hacer públicos nuestros hallazgos, no solo porque todavía no nos sentamos a escribir esa historia, sino porque, además, en ese momento, nos faltaban muchos antecedentes. El caso es que Héctor mencionó que el día 18 y 20 de diciembre de 1973 catorce profesores/as y un auxiliar del Liceo de Hombres fueron citados al cuarto piso de la Intendencia para ser interrogados.

Esta información dialoga con otros hechos represivos ocurridos en la ciudad, tales como los allanamientos de las universidades, además del despido y, en algunos casos, detención de funcionarios del ámbito de la educación. Esto sumado a otras estrategias del terrorismo de Estado, como el allanamiento de industrias y poblaciones, las detenciones masivas, el toque de queda, la prisión política, la tortura y el asesinato.

Pero volvamos a la visita. Lo que dijo Héctor sobre el interrogatorio de los /as quince trabajadores/as del Liceo de Hombres llamó la atención de Fanny, quien levantó la mano en medio de los/as visitantes y dijo: mi mamá también fue citada a la intendencia después del golpe de Estado. La citaron junto a otros colegas de la escuela donde trabajaba. Fue interrogada por un oficial de la Fuerza Aérea llamado Carlos Desgroux.

Segunda composición: interrogatorio de Zulema Córdova Margall

Zulema Córdova fue la mamá de Fanny. Falleció en el 2017, pero, de cierta forma, su voz sobrevivió a través de las conversaciones con su hija, quien nos contó esta historia. Cuando terminamos las visitas del Día del Patrimonio me acerqué a ella y le dije que con Héctor queríamos entrevistarla para saber más sobre el interrogatorio a su mamá. Le dije que el nombre de Carlos Desgroux se me hacía familiar y que estaba seguro de haber visto su firma en algunos documentos del Liceo de Hombres. Le prometí que buscaría más antecedentes y los compartiría con ella. Fanny se interesó de inmediato. Me dio su número de teléfono y el fin de semana siguiente fuimos a verla a su casa.

Zulema Córdoba fue profesora de inglés, nos contó Fanny. También fue militante y dirigente de la Juventud socialista (JS). Para el año 1973 trabajaba como profesora en doble jornada. En la Escuela N°16 durante el día y en el Liceo comercial durante la noche. Dos años antes se había presentado como candidata a regidora en las elecciones municipales de abril de 1971. Durante toda la Unidad popular fue una activa militante de la JS, por lo menos hasta unas semanas antes del golpe de Estado, cuando decidió renunciar al partido debido al miedo que sintió frente a la inminente traición de los militares.

A esa altura todo el mundo sabía que se venía un golpe de Estado. De hecho, Zulema leyó esta premonición varias veces en rayados callejeros, algunos de ellos pintados en frente del Liceo Comercial en donde trabajaba.

Una curiosidad. En el libro de memorias de Baldramina Flores Urquieta, más conocida como la Mamá Baldra, madre del ejecutado político Humberto Lizardi, ella relata que el día previo al golpe de Estado apareció un rayado frente a su casa: Yakarta ya viene. El mensaje era  una clara alusión al genocidio comunista ocurrido en la capital de Indonesia entre los años 1965 y 1966, en donde la cantidad de muertos fue tal que se desconoce el número exacto, aun cuando las cifras más conservadoras hablen de una cantidad no menor a 500 mil personas.

Otra curiosidad. Antes de ser ejecutado en octubre de 1973 y aparecer en una fosa clandestina en Pisagua en 1990, Humberto Lizardi fue un militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que vivió en Antofagasta.  Al igual que Zulema, también fue profesor de inglés. De hecho, durante el año 1970, cuando ella realizaba su práctica como profesora en el Liceo de Hombres, Humberto fue su profesor tutor. Lo más curioso de todo es que durante ese mismo año, Héctor también estaba en el liceo, pero como estudiante de primero medio, por lo que es muy probable que, en algún momento, los tres hayan coincidido en un mismo pasillo o sala de clases.

Pero volvamos a Zulema, quien para el 11 de septiembre de 1973 ya no era oficialmente una militante socialista, pero trabajaba como profesora en la Escuela N°16 durante las mañanas y en el Liceo comercial durante la noche. La mañana del golpe alcanzó a llegar a la escuela antes de que las clases fueran suspendidas y se declarara el toque de queda. Antes de irse para su casa, Zulema alcanzó a dejar un registro en el libro de clases del curso que le correspondía durante el primer bloque. Fue un pequeño gesto de valentía, un acto de denuncia de una profesora que estaba lejos de poder defenderse de otro modo. Suspensión de clases por golpe militar, fue su anotación en el libro.

No mucho después la anotación Zulema llegó a oídos del director de la escuela. Borre eso, le dijo. Se dice pronunciamiento militar. Lo que está pasando aquí  no es un golpe de Estado.

Cuando Fanny nos relató esta parte de la historia pude percibir su enojo. Sobre todo, cuando nos contó que en la escuela donde trabajaba su mamá había mucha gente de derecha. Que incluso durante los últimos meses de la presidencia de Allende había profesoras que, en un claro acto político de oposición, utilizaban la leche que daba el gobierno para marcar la cancha de fútbol.

A modo de paréntesis, la Escuela N°16, ubicada frente a la Iglesia de la Divina Providencia pertenecía a la misma congregación de hermanas dueñas del pensionado Bernarda Morín, convertido luego en el centro de detención política y tortura operado por el Servicio de Inteligencia de Carabineros (SICAR). Es extraño que tanto el lugar de nuestro primer encuentro con Fanny como el punto de partida de la experiencia represiva de su mamá hayan sucedido a apenas unos metros de distancia.

Aún falta precisar este dato, pero sabemos que tras los primeros días del golpe de Estado se suspendieron las clases en los establecimientos educacionales. En el caso del Liceo de Hombres, sabemos por los libros de clase que las actividades se retomaron el 20 de septiembre. No es posible afirmar que en todos los demás establecimientos haya sucedido de la misma manera, pero cabe suponer que pudo haber sido similar.

Fanny nos contó que su mamá estuvo varios días sin ir a trabajar, aunque nunca supo con exactitud la cantidad de tiempo que pasó. A su regreso, el director de la escuela había elaborado un listado con los profesores y profesoras que apoyaron el gobierno de la Unidad Popular y lo entregó a la Intendencia. El listado contenía los nombres de quienes militaban en organizaciones políticas de izquierda o que simpatizaban con ellas. Uno de los nombres era el de Zulema Córdova Margall, quien, producto de esto mismo, fue citada al cuarto piso del edificio del gobierno regional para ser interrogada, junto con otros profesores y profesoras.

Cuando Zulema llegó a la Intendencia y entró a la oficina en donde sería interrogada, reconoció a su interrogador, el comandante Carlos Desgroux.  Según nos contó Fanny, su mamá nunca olvidaba una cara.  Y, al parecer, esta era una característica que compartía con Desgroux, ya que este también la reconoció de vuelta. Una anécdota antigua. Ambos se habían conocido antes del golpe de Estado, durante una ceremonia de licenciatura del Liceo Comercial a la que Desgroux asistió como una de las autoridades militares invitadas. Zulema lo recordaba bien porque ese día le tocó acomodarlo en su asiento.

Cuando la vio entrar, Desgroux le preguntó con asombro: ¿es usted? Sí, le respondió ella después de una pausa. No sé por qué me llamaron.

Desgroux le dijo algo como esto: la situación es súper simple. Usted llegó acá junto a algunos de sus colegas porque su nombre figura en un listado de profesores simpatizantes del gobierno de Allende o porque, en algún momento, trabajaron en algún partido de la Unidad Popular.

Zulema no supo qué decir.

Desgroux continuó: necesito que firme este documento en el que usted declara que no tiene participación en actividades políticas y solo dedicará sus clases a objetivos estrictamente pedagógicos.

En estricto rigor era cierto, ya que Zulema había renunciado al Partido Socialista apenas unas semanas atrás. Es posible que en ese momento haya recordado el momento de su renuncia. Es posible que también haya recordado los rayados de las paredes, como parte de un mensaje cifrado de la historia en cuya composición se mezclaba el pasado y el futuro.

Pudo haber sido por los nervios, pero lo cierto es que Zulema decidió firmar el documento sin leer una sola línea, probablemente para irse rápido. Desgroux no demoró en hacérselo notar. Pude haberla hecho firmar su sentencia de muerte, le dijo. Un poco en broma, un poco en serio. Es que no quiero pensar mal de usted, le respondió ella para disimular su nerviosismo.

En eso se escuchó un grito. Acto seguido Zulema reconoció la voz de Walter Blanco, uno de sus colegas. Un profesor de Historia de la Escuela N°16 que también  había sido citado por los mismos motivos que ella. Con los gritos del profesor, mezclados con palabras que pudieron ser garabatos o frases de angustia, Zulema salió de la oficina de Desgroux y bajó las escaleras hasta la salida. Durante el trayecto escuchó otras voces y otros gritos, pero Fanny no pudo darnos más detalles sobre esa situación. Cuando salió del edificio, se encontró con su esposo, que la esperaba en la Plaza Colón, y se fueron. Al llegar a su casa, Zulema estaba tan afectada que vomitó como nunca antes lo había hecho. Según Fanny, a raíz de esta experiencia su mamá desarrolló una gastritis que la acompañó durante toda su vida.

Tiempo después Zulema volvió a ser citada a la Intendencia, luego de que el director de la escuela redactara una nueva lista. La persona que la interrogó fue nuevamente Carlos Desgroux, con la diferencia de que esta vez fue menos amable que la vez anterior. El objetivo de este segundo interrogatorio era averiguar si sabía algo sobre unas armas, si había escuchado algo sobre un plan, si conocía los nombres de las personas a cargo del supuesto plan. No sé de qué me está hablando, le respondió ella, recuerde que la vez anterior le firmé una declaración. La tenemos vigilada, le dijo Desgroux antes de despedirla. Así que pórtese bien.

A modo de epílogo: Fanny recordaba bien el nombre de Carlos Desgroux, ya que su mamá lo mencionaba a menudo cuando recordaba los años de la dictadura. De hecho, en una oportunidad, entrados ya los años 90, alguien le regaló un frasco de laboratorio con el feto de un rata adentro y Zulema lo bautizó como Carlina. ¿Por qué le pusiste así?, le preguntó Fanny una vez. Por Carlos Desgroux, el milico que me interrogó en la intendencia, le respondió ella.

Tercera composición: los papeles olvidados del Liceo de Hombres

Fanny desconoce la fecha en que ocurrió el interrogatorio de su mamá, pero cree que pudo haber sido en el mes de octubre de 1973. Por nuestra parte, con Héctor pensamos que pudo haber sido en el mes de diciembre, puesto que los antecedentes que tenemos sobre los/as quince trabajadores/as del Liceo de Hombres citados a la intendencia refieren que las citaciones ocurrieron entre los días 18 y 20 del mismo mes.

La historia de cómo llegamos a estos antecedentes es interesante. A principios del 2021, me encontraba revisando las entrevistas que hizo Rodrigo Suárez, otro integrante de la Agrupación,  a 9 ex presos/as políticos/as que estuvieron detenidos en La Providencia. Las entrevistas las hizo en el contexto de las primeras investigaciones sobre el ex centro de tortura durante el 2014 y 2015, previo a la conformación de la agrupación y de la declaración del inmueble como Monumento Histórico. En una de las entrevistas, realizada a Ernesto Jiménez, ex militante del Partido Socialista, este comentó que Mario Bahamonde, en ese entonces rector del Liceo de Hombres, había hecho un registro sobre los estudiantes reprimidos en el liceo durante la dictadura. Era justo lo que yo andaba buscando. Además Ernesto mencionó un nombre: Claudio Arce, quien, según él, había guardado los registros del mismísimo Mario Bahamonde.

Claudio Arce es un profesor de arte que ronda los 60 años. Trabaja en el Liceo de Hombres desde hace más de dos décadas. Es el nieto del famoso historiador antofagastino Isaac Arce, además de tío de un compañero de carrera de los años en que estudié Pedagogía en Lenguaje. Por este último detalle, me imaginé que no sería difícil ubicarlo, aunque, al final, terminé escribiéndole un mensaje por Facebook. Paréntesis: a veces, uno cree que investigar implica recurrir a fuentes o métodos más oficiales, pero, en la práctica, las plataformas como Facebook son fundamentales a la hora de contactar a algunas personas, además de que contienen una gran cantidad de registros personales y memorias sobre la ciudad de Antofagasta, distribuidas fragmentariamente en diversos perfiles.

Un par de días después Claudio Arce respondió mi mensaje. Le conté lo que había escuchado de Ernesto Jiménez en su entrevista. Le conté sobre Héctor, sobre la Agrupación y le dije que estábamos investigando sobre la actividad política de los estudiantes del liceo en los 70 y la represión que vivieron durante la dictadura. Le pedí ayuda, argumentando que los registros que él había guardado eran un camino por dónde continuar la investigación. Recuerdo que la primera conversación que tuvimos por teléfono duró alrededor de una hora y media, tiempo suficiente para que Claudio me contara dos cosas importantísimas para la investigación que habíamos iniciado.

El primer antecedente fue una novela inédita que Mario Bahamonde comenzó a escribir durante los días que siguieron al golpe de Estado, cuando todavía era el rector del liceo. La tituló El derrumbe, en una clara alusión a la catástrofe personal y social que significó la dictadura en Antofagasta. Efectivamente el libro habla de la represión que vivieron algunos estudiantes del Liceo de Hombres, pero también sobre la represión que vivieron algunos profesores e intelectuales, no solo del Liceo, sino también de las universidades, además de la experiencia de los presos políticos de la cárcel de Antofagasta en octubre 1973 y otros aspectos  de la vida pública de la ciudad.

Unos meses después, cuando nos juntamos con Claudio, me entregó el manuscrito original de la novela de Bahamonde, el cual tuve en mis manos antes de encargar cuatro copias en una fotocopiadora, cuyo dueño había sido también alumno de Claudio en el Liceo.

El segundo antecedente fue la existencia de los archivos históricos del establecimiento o, por lo menos, así fue cómo los llamó Claudio. Se trataba de una sala repleta de libros de clase y carpetas con otro tipo de documentos, organizados con un cierto orden cronológico que el mismo Claudio le fue dando con el tiempo. Es una sala compuesta por múltiples temporalidades, podría decirse, ya que es posible encontrar allí documentos que van desde principios del siglo XX hasta la segunda década de los 2000.

La existencia de esa sala también tiene su historia, puesto que no existiría sin el trabajo, la insistencia y el respeto que Claudio tiene por la historia del Liceo y el legado de Mario Bahamonde. De hecho, una vez que nos conocimos más, me contó que años atrás, una de las direcciones anteriores necesitaba desocupar la sala donde estaban los libros y no escatimó en botarlos en el patio, abandonados a su suerte.

Presenciar esta escena desencajó a Claudio, quien, totalmente a contracorriente, se lanzó a recoger los libros y los guardó hasta lograr que se mantuvieran en otra sala, que es donde permanecen hasta ahora. Cuando me lo contó, yo pensé en la imagen de un activista medioambiental amarrándose a un árbol de 134 años, que es la cantidad de años que tiene el liceo desde su fundación en 1888.

También pensé en otra imagen, en unos versos de Jorge Teillier que dicen así: “lo que importa no es la luz que encendemos día a día, sino la que alguna vez apagamos para guardar la memoria secreta de la luz”.

Cuarta composición: 15 de septiembre de 1973

Después de algunas conversaciones con Claudio, y luego con el director del liceo, empecé a ir diariamente a la sala de los archivos a buscar información contenida en los libros y otros papeles. Algunos de ellos estaban sueltos y otros ordenados en cajas o en fardos de papeles amarrados con alambres. Fui consistentemente durante casi tres meses, hasta que un día apareció una carpeta. Un archivador compuesto por una ruma de oficios, correspondencia y documentos administrativos del año 1973. El contenido era variado, desde presupuestos de materiales para la remodelación del establecimiento, hasta certificados de inasistencia de funcionarios, solicitudes de permisos o de exámenes para estudiantes.

Entremedio de todo esto, aparecieron quince documentos que emparentan esta historia con Zulema Córdova, la mamá de Fanny. Se trata de oficios extendidos por Heriberto Jiménez San Juan a 14 profesores/as y un auxiliar del establecimiento. El objetivo de estos oficios era citar a los/as funcionarios/as al cuarto piso de la intendencia, por orden de la delegación militar. Sobre el documento de citación, fechado el 15 de diciembre de 1973, este era exactamente el mismo para todas las personas citadas. Lo único que cambiaba era el nombre, la fecha y el horario de presentación en la intendencia.

Si recordamos el relato de Fanny, hay algunos antecedentes que conviene tener en cuenta para analizar el caso del Liceo de Hombres. En primer lugar, según ella, los interrogatorios eran hechos por el comandante de la Fuerza Aérea Carlos Desgroux. Segundo, una vez perpetrado el golpe de Estado, el director de la Escuela N°16 elaboró un listado con los profesores y profesoras que debían ser citados/as al edificio del gobierno regional. Y tercero, las personas que eran citadas tenían características específicas, como ser militantes o simpatizantes de partidos políticos de izquierda.

En el caso del Liceo de Hombres, hasta donde sabemos, también hubo un listado. Una de las personas que nos lo dijo fue Francisco Daniels, ex preso político exiliado en Francia, en una entrevista que le hicimos con Héctor en diciembre de 2021. Francisco fue dirigente estudiantil de la Juventud Socialista y vicepresidente del CEAL del liceo en 1973. Cuando le contamos sobre el listado de los/as profesores/as citados/as a la intendencia, nos dijo que a Mario Bahamonde le pidieron esa lista, que se la pidieron casi con la pistola en la cabeza, pero que este se negó hasta el último momento a entregarla.

La entrevista con Daniels me llevó en enero de este año a Viña del Mar, en donde conocí a Cora Navarrete Bravo, una de las profesoras citadas a la intendencia el 20 de diciembre de 1973. Durante sus años de trabajo, Cora fue profesora de Historia y geografía, Educación cívica y Economía política. Ahora está jubilada y tiene más de 90 años, pero aún recuerda varios detalles. Ella corroboró lo que dijo Daniels. Dijo que efectivamente había una lista y que su nombre estaba en ella. También me contó que Mario Bahamonde solía darle consejos, que una vez le dijo  que la estaban siguiendo. Si bien la profesora Cora nunca militó en el partido, tenía vínculos con varios/as militantes socialistas. Por ese motivo la citaron. Querían vigilarla. incluso una vez fueron a amedrentarla al liceo. Estaba haciendo clases y tuvo que salir a hablar con unos militares. Me amenazaron desde un comienzo, que iba a estar vigilada, controlada, me dijo la profesora Cora.

Otro antecedente que aportó Francisco Daniels fue este: los/as profesores del listado de la intendencia eran todos/as de izquierda y todos/as destacados/as en sus campos de estudio. Fueron profesores/as que apoyaron a sus estudiantes y los protegieron. La profesora Cora me protegió, dijo Daniels. Y efectivamente así fue, ya que cuando este fue detenido en el liceo, a finales de octubre de 1973, fue ella quien se encargó de que informaran la detención a su mamá. Tiempo después, cuando Daniels estuvo preso, fue la única profesora que lo fue a ver a la cárcel. La profesora Cora, nos iba a ver a la sección de los presos políticos,  nos llevaba cigarros, chocolates, ropa, recuerda Daniels.

Además de Cora Navarrete, había otros/as trece profesores/as que fueron citados a la intendencia. Hasta ahora no tenemos antecedentes acabados de todos ellos/as, salvo algunas piezas fragmentadas de información.

Máximo Gajardo Espinosa fue profesor de Historia. Le decían Atila, el rey de los (H)unos. Fue un activo militante del Partido Socialista durante los años de la Unidad Popular. En 1974 fue denunciado por estudiantes del liceo por realizar proselitismo político en sus clases. Producto de eso estuvo un tiempo en la cárcel, en donde se encontró con su ex estudiante y compañero de militancia Francisco Daniels. Años después, en diciembre de 1981, cayó detenido nuevamente realizando acciones de propaganda junto a un grupo del Partido Socialista.

Vilma Cerda Huerta fue profesora de Historia. No tenía militancia política, pero impartía la asignatura de Economía política. Según nos contó en una entrevista el año pasado, la citaron a la intendencia para interrogarla por los contenidos que impartía en clases, si estos tenían o no algún contenido político y también para advertirle que se abstuviera de hacerlo.

Alfredo Carrizo era profesor de Biología. Fue militante del Partido Socialista, recordado por dirigir una academia de teatro dentro del liceo.

Gustavo Becker Neira fue profesor de Ciencias. No sabemos si militó o no en algún partido, pero Mario Bahamonde habla de él en la novela El derrumbe. Es un detalle interesante, puesto que, al igual que Zulema Córdova, también registró el día del golpe en un libro de clases. Golpe fascista, escribió este profesor en el cuadro de contenidos diarios, quizá a la misma hora que la mamá de Fanny. Producto de esto fue citado a la intendencia y, en algún momento, no sabemos si antes o después, fue detenido en su lugar de trabajo. Fue muy triste salir esposado del liceo, lo escuché decir una vez por teléfono.

Tomislav Misetic Yurác fue profesor de Química. No sabemos si militó o no en una organización política, pero Patricio Aranda, ex militante del MIR y estudiante del liceo en esos años, lo recordó hace poco en una publicación de Facebook. La escena que evoca Aranda corresponde al 10 de julio de 1971, cuando Antofagasta se preparaba para celebrar la nacionalización del cobre o el día de la dignidad nacional. Ese día, mientras Aranda conversaba junto a otros estudiantes sobre lo que se venía, se encontró con el profesor Misetic acompañado de Máximo Gajardo, Alfredo Carrizo y Mario Bahamonde. Los cuatro estaban haciendo preparativos para la jornada del día siguiente, ya que, además de profesores, eran compañeros en la lucha social, recuerda Aranda.

Quinta composición: registros administrativos de la represión

Heriberto Jiménez San Juan, cuya firma aparece en el documento de citación a la intendencia, sigue siendo una figura oscura para nosotros. Aunque lo que sabemos hasta ahora es que fue el profesor del liceo que sucedió a Mario Bahamonde en su cargo de rector, luego de que este fuera obligado a renunciar.

Ahora bien, ¿cómo llegó Jiménez a la rectoría del Liceo de Hombres? Hay una serie de documentos que dan cuenta del trayecto que recorrió para llegar a la rectoría. Asimismo permiten caracterizar la relación entre él y Carlos Desgroux. O lo que es lo mismo: la relación existente entre las autoridades militares y los directores de los liceos.

El primer documento es un oficio enviado por Jiménez al Jefe de la Zona en Estado de Sitio, el general Joaquín Lagos Osorio, a través del cual comunica que frente a una licencia extendida por Mario Bahamonde, debió asumir la rectoría en calidad de subrogante. El oficio está fechado el 1 de octubre de 1973, por lo que permite saber la fecha exacta en que Bahamonde deja sus funciones como rector del establecimiento.

El segundo documento está fechado el 26 de noviembre de 1973. Es una solicitud de autorización que hace Jiménez al subdepartamento de la Contraloría General de la República, con el objetivo de girar dinero de una cuenta del Banco Estado. Este documento da cuenta de cosas importantes. La primera de ellas es la fecha de renuncia de Mario Bahamonde y, al mismo tiempo, el nombramiento de Jiménez como rector del liceo, señalada en la solicitud como el 10 de noviembre de 1973. El segundo aspecto interesante es la caracterización que hace de la relación entre Jiménez y Desgroux, puesto que el documento explicita que fue este último quien puso a Jiménez en el cargo de rector, en su calidad de Delegado ante la Educación Media.

Por último, hay un tercer documento, fechado el 5 de diciembre de 1973, el cual  corresponde a otro oficio que envía Jiménez a Desgroux con el objetivo de entregarle información sobre un profesor del liceo, sus horas de contrato y una breve reseña sobre los cargos que ejerció durante el gobierno de Allende.

Un pequeño paréntesis. El nombre del profesor era Sigisfredo Aguirre. Era militante del partido comunista y en 1971 fue designado como inspector general del establecimiento, en perjuicio del profesor que ya ejercía esas funciones. Como consecuencia de esta designación, los estudiantes del liceo iniciaron una toma que duró nueve días. Al final todo se resolvió a través de un llamado a concurso público, lo que implicó que Sigisfredo Aguirre no pudiese asumir el cargo.

Lo escalofriante de estos antecedentes es que Jiménez no escatimó en entregar un reporte detallado con la información sobre Aguirre al mismo Delegado militar que resolvió ponerlo en el cargo. Además, esto permite suponer que Desgroux les solicitaba este tipo de reportes a los rectores de los liceos, como sabemos que ocurrió también en la Escuela N°16, con el fin de identificar y caracterizar a los militantes y simpatizantes de organizaciones políticas de izquierda.

Sexta Composición: registros flotantes de internet

Hay un documento que fue difundido este año a través de Twitter que, poco tiempo después de entrevistar a Fanny, encontré, por casualidad, en una página de Instagram. El documento da cuenta de la citación de un profesor de francés a la intendencia de Antofagasta, luego de que este tradujera la Marsellesa en sus clases. Asimismo, el profesor firma una declaración en la que se compromete a cumplir con su rol de profesor y no intervenir en actividades de carácter político.

El nombre del profesor era Luis Barraza Pozo y, al igual que la señora Zulema Córdova y los/as quince funcionarios del Liceo de Hombres, fue interrogado por el Delegado Militar ante la Educación, primaria, media, normal y técnica: el comandante Carlos Desgroux.

El documento, fechado también en diciembre de 1973,  agrega un antecedente importante: el 8 de octubre de ese mismo año, el Comando Operativo de las Fuerzas Armadas emitieron el mensaje oficial N°286, el cual dispuso que los antecedentes reunidos durante los interrogatorios debían permanecer en una carpeta del funcionario, de manera de permitir su control y registro de sus datos personales.

Ahora, un poco de imaginación. Es posible suponer que, al igual que Luis Barraza, Zulema Córdova y los otros quince funcionarios/as del Liceo de Hombres citados/as a la intendencia tuvieran que firmar también un documento como este. Si bien es cierto, puede que esos documentos no hayan sobrevivido al paso del tiempo, la declaración del profesor Luis permite, de cierta forma, reconstruir la historia de sus colegas.

Un último dato para cerrar. Una búsqueda rápida de Carlos Desgroux Camus en Google permite darse cuenta que, si bien partió en un cargo administrativo del ámbito educacional, fue un oficial de la Fuerza Aérea que escaló alto en el organigrama de la dictadura, puesto que llegó a ser miembro de la Comisión Legislativa y a ocupar un cargo subrogante en la Junta militar de Gobierno. Además, su nombre apareció en una querella interpuesta en mayo del 2005 por familiares de ejecutados políticos de Calama, en el marco de las acciones judiciales por la operación Retiro de Televisores, la cual consistió en la inhumación y exhumación ilegal de 26 personas fusiladas por la Caravana de la Muerte.

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