María Del Carmen Duque y su historia como migrante: «No veía a mis hijos»

Por Catalina Cartes Duarte Sep13,2019

Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Antofagasta es la segunda comuna registrada con la mayor cantidad de residentes inmigrantes a nivel nacional hasta diciembre del 2018.

Junto con esto, es que la discriminación y la intolerancia hacia la población migrante se han hecho más frecuentes, sobre todo hacia la comunidad colombiana, lo cual ha provocado un problema de estigmatización hacia quienes viven en Antofagasta.

María Del Carmen Duque (46), colombiana y chilena, llegó hace 20 años a nuetsro país en busca de una vida estable junto a su marido y sus hijos, en ese entonces, de cuatro y tres años.

Estuvo viviendo sola en Colombia durante varios meses, cuidando a su madre e hijos, mientras su esposo buscaba asentarse económicamente en Chile. Cuando ella finalmente logra llegar a nuestro país, el trabajo que le permitió sobrevivir no le permitía ver a sus hijos crecer por las largas jornadas laborales.

En esta entrevista María Del Carmen cuenta su historia como migrante, las dificultades que tuvo al llegar a Chile, la adaptación cultural, la discriminación que vivió y su opinión sobre ello. Además, envía un mensaje a todos aquellos que llegan a nuestro país en busca de nuevas oportunidades.

¿Cómo era tu vida en Colombia?

Nosotros trabajábamos en un banco allá en Colombia, después comenzaron a fusionar los bancos cuando llegaron los españoles a comprarlos y empezaron a despedir a la gente. Ahí yo ya tenía a mis hijos María Alejandra y Jhon Sebastián pequeñitos, entonces yo ya no trabajaba.

Mi esposo se puso a trabajar independiente, pero no le fue bien. Entonces al hermano mayor, que trabajaba en una empresa química, le ofrecieron traslado a Chile o Alemania y él se vino para acá.

¿Hace cuánto tiempo llegaste a Chile y por qué razón decidiste migrar?

Mi esposo fue el primero que se vino y llegó a Santiago en agosto del 2000 y llegamos acá porque despidieron mucha gente de los bancos donde trabajábamos y no había empleos.

Como yo no tenía trabajo, mi esposo se fue donde el hermano (Chile) para ver qué conseguía y yo me quedé en Colombia 7 meses con los chicos. No le fue fácil encontrar trabajo. Hacer un contrato a un extranjero era muy complicado, porque no había tantos en ese entonces. Sin embargo, él empezó a trabajar en lo que le saliera.

¿Y cómo llegaste a Antofagasta?

Le salió un trabajo en la empresa Prisa, que ofrece artículos de oficinas y abarrotes, donde el dueño es colombiano (paisa) y esa empresa es grande en Santiago. Cuando tuvo el dinero para poder arrendar un lugar, yo me vine con mis hijos y mi mamá, el 8 de marzo del 2001 y a la semana entré a trabajar a esa empresa en el área de recursos humanos y ahí trabajamos como unos 6 años (mi esposo) y yo me quedé un poco más.

Mi esposo se salió al tiempo, porque es de esos que está buscando siempre ascender, entonces fue a buscar trabajo y laburó como vendedor industrial en una empresa, que después de haberse salido y encontrado otro trabajo, lo llamaron de nuevo para abrir una sucursal aquí en Antofagasta y ahí nos vinimos para acá.

¿Cómo fue buscar trabajo en Antofagasta?

Yo hace tres años que estoy buscando trabajo, he tirado papeles por todos lados y nada. Yo me dediqué a cuidar a mi mamá que se enfermó. Y cuando falleció, hace cuatro años ya, busqué, pero no he encontrado.

¿Cómo fue adaptarse al ritmo de vida en Chile?

La plata no nos alcanzaba. Mi esposo trabajaba de 8:00 am hasta las 20:00 pm y teníamos que levantarnos a las 6:00 de la mañana para tomar micro. Y yo, cuando entré a trabajar, tenía turnos en los que llegaba a las tres de la mañana, les revisaba los cuadernos a los niños y a las seis me tenía que volver a ir, entonces yo no veía a los niños. Ahí mi mamá se empezó a enfermar y los chicos bajaron sus notas y ahí fue que nos trasladamos para acá.

Dejé de trabajar, porque me dediqué a cuidar a mi mamá y a estar con los niños, pero a Jhon Jairo le tocó duro, como es vendedor industrial, tenía que subir a la mina a las cinco de la mañana y llegaba como a las 12 o 1 de la noche.

¿Qué diferencia pudiste presenciar en el costo de vida de Colombia y Chile?

El colombiano que llega a Chile manda el dinero para afuera, porque le rinde cuatro veces más. 100 mil pesos son $400 mil allá (Colombia), entonces es más fácil desembolsar $900 pesos en una bebida que cuatro mil pesos.

¿Les fue difícil obtener nacionalización?

Nos pidieron muchos papeles, demasiados, y uno tiene que cumplir cierto tiempo con la residencia definitiva. Nosotros llevábamos como 10 años y ya teníamos una niña chilena, la menor, entonces por vínculo chileno no se nos hizo tan difícil. Sin embargo, se demoró casi tres años el resultado.

Además, hicimos la nacionalización, primero porque el chileno es bien recibido en todos lados, el colombiano es mal visto, por la droga y por todo lo que ha pasado. Sacar la visa también fue un problema, ahora ya no es tan así.

¿Te sentiste discriminada en algún momento?

En Santiago no sentimos discriminación, la gente era muy amable, pero cuando llegamos aquí a Antofagasta sí. Cuando yo estaba en el registro civil me pregunta una señora que qué hacía yo acá y que por qué no me iba para Colombia y le dije que acá yo estaba trabajando y que tengo familia acá, que por qué me iba a ir. También me pasó cuando fue el 21 de mayo, fuimos a hacer una fila larguísima para ver las fragatas en el puerto y cuando llegamos allá no nos dejaron pasar por ser extranjeros.

A nosotros nos tocó durísimo, más en el primer año. Yo me imagino que ahora los extranjero que llegan ya no sufren tanto como sufríamos nosotros. Acá en Antofagasta están muy reacios a la inmigración, porque también han llegado personas que cometen errores y hacen cosas malas.

¿Te ha costado adaptarte a la cultura chilena?

Sí, porque las comidas no son iguales, era difícil conseguir las cosas que uno comía. Ahora no, porque hay harta diversidad por los mismos migrantes. Las navidades eran horribles, porque en ese tiempo no alumbraban tanto las casas y no vendían tanta cosa de navidad. El clima, en Santiago uno salía en invierno y se te congelaba hasta el pelo. Mientras que, acá en Antofagasta, es más parecido al clima de allá de Cali, pero allá hay más vegetación, hay más flora y fauna.

Allá (Cali) como hace mucho calor uno encontraba gente que vendía frutas en la calle, así como acá venden las arepas. Además, con el tiempo se vino toda la familia de mi esposo, algunos en Santiago y otros acá. Entonces no nos sentíamos tan solos y celebramos en familia nuestro día de la independencia (20 de julio) que se celebra solo un día, no como acá que es la semana entera. Aún así, igual celebramos las fiestas patrias, hasta ya puse la bandera.

Las palabras aún nos siguen costando, yo a los niños le he enseñado que uno no puede perder sus raíces, uno tiene que ir hablando como uno es. Pero hay palabras de nosotros que son mal vistas, como el pico (beso), la tula (morral), los cuadros (calzones). Sin embargo, con el tiempo aprendes a disfrutar el compartir con otras culturas. Por ejemplo, acá donde vivo hay puros chilenos y cuando nos juntamos yo les llevo algo de Colombia, como las arepas.

¿Qué diferencia vez en la seguridad de tu país con la de Chile?

En Colombia se ve mucho gamín, niño de la calle, y ellos huelen mucho un tipo de pegamento. Entonces andas en el bus (micro) y te arrancan los aretes, la cadena por cualquier lado. Roban mucho y en el tiempo que yo me vine estaban matando mucho por la guerra de los narcotraficantes, aunque ahora está más tranquilo. Las veces que he ido, gracias a Dios, nunca me han robado y es lo mismo que aquí en Chile, nunca me han robado.

¿Volverías a Colombia?

Siempre nos hemos planteado esa pregunta, yo le digo a mi esposo que es como retroceder. Siendo que Chile no es tan avanzado, como otros países, tampoco es tan atrasado como Colombia. Allá no respetan en paso de cebra y no los multan. Allá en Cali no hay por donde caminar, en el paso de cebra está lleno de motos y carros.

Es como un pecado, a mis compatriotas no les gusta, pero el hecho (allá) de sacar un papel en el registro civil, como la partida de nacimiento, debes sacarlo donde te inscribieron, aunque quede en la punta del cerro y si no sabes tienes que buscar. En cambio acá lo puedes sacar por internet.

Allá si tienes un negocio y empiezas a ganar plata te amenazan, le echan la culpa a las guerrillas, y tienes que pasarles una plata mensual. La gente que sobrevive en Colombia es porque tiene un trabajo estable, pero cuando tienen negocios es difícil.

¿Qué piensas sobre la discriminación que existe hacia los extranjeros?

Cuando yo llegué me daba rabia, porque éramos muy pocos y nos decían que veníamos a vender drogas y no sé qué, pero ya no, porque la gente que ha llegado ha hecho la mala fama y ahora que hay tanto venezolano se confunde.

Cuando había más población peruana, no había tanta discriminación como lo es con los colombianos. No es justo cuando llegan a un país, que no es el de uno, hacer daño en vez de servir.

Finalmente, ¿cuál sería tu mensaje, como migrante, a aquellos que han decidido venir a Chile a buscar una mejor oportunidad de vida?

Pues que tienen que venir con la mente abierta, que uno para salir adelante se demora unos tres años, las cosas no son fáciles, como se las pinta la familia o amigos de que todo acá está fácil. Nunca es fácil cuando uno cambia de país y debes aprender a respetarlo sin tener la necesidad de olvidar el suyo. No debes pasar a llevar al que te está dando de comer. Y que vengan a trabajar y que traigan conocimiento, que vengan a apoyar, a aportar.

María Del Carmen afirma que está feliz con su vida y que no volvería a emigrar aún, ya que sus hijos están formando sus vidas y acostumbrados a vivir en Chile.

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