Los hombres de la libertad: Andrés Sabella y la memoria histórica

Por Redacción Sep11,2018

Por Andrés Sabella*

Ahí estás, Hermano Cristo, agonizando en el madero y, aquí, están los Hombres de la Libertad, agonizando entre los azotes y los escupitajos de los soberbios, los mismos que debilitaron la luz del Viernes y avergüenzan, ahora, el mar y los trigales.

Te veo abiertos los brazos a las ásperas tinieblas, llagado y solitario, y veo a mis compañeros desgarrados por la vesania de los que torturan y asesinan, ciegos, enlodando a la vida. Tu corona de espinas la sufren en el sudor caliente de sus frentes afrentadas; tus manos destruidas por el oprobio continúan sangrantes en las manos de los perseguidos políticos; la herida de tu costado es otra boca desesperada en los pobres que mueren golpeados por el hambre y la injusticia; los caminos que tocaron Tus pies, enrojecidos por las horas del Gólgota, también, tocan los pies de los valerosos que se marchitan en la crueldad de las prisiones.

Llora el sol, las nubes lloran, cuando en las cárceles son asesinados los Hombres de la Libertad, en lenta pausa de horror, y echados a las sombras que no replican a la pregunta que enrojece el aire: -“¿Dónde está, dónde está…?” Hermano Cristo, miles de hombres y mujeres se angustian detrás de estas sílabas tremendas: -“¿Dónde está, dónde está…?” Vamos, clamando, clamando, para encontrarlos, para encontrar sus huesos y darles el beso solidario que entibiará su memoria de sangre maltratada.

Tú cruzas en medio del fuego, soportando burlas y torturas: Tus hermanos multiplican las que te ofendieron, humillados por la fría conciencia de los que “piensan” a bofetadas. Tú entraste a la muerte en brazos de José de Arimatea, el varón del coraje y la ternura: Tus hermanos torturados y desaparecidos saltaron a las suyas, empujados por el puntapié de los verdugos.

¿Dónde están los héroes preclaros del pueblo nuestro, dónde sus cuerpos sagrados por el honor del sacrificio? Hermano Cristo, ayúdanos a recoger sus nobles cenizas; condúcenos a sus fosas que iluminan el paso de nuestras banderas.

La victoria de los Hombres de la Libertad destruirá al nuevo y amargo Becerro de Oro y destruirá, en justicia, a los que anulan la vida chilena, engordando de vanidad y de impiedad, defendidos por la venda sucia del “dejar hacer” y “dejar matar”.

Hermano Cristo, ven a nosotros y vengan Contigo los torturados y desaparecidos, para que la Patria torne a sonreír. El obrero y el campesino, el niño y el poeta, los aguardan con impaciencia de corazón.

¡Hermanos chilenos, salgamos a esperarlos a las Puertas del Alba!

*“A las Puertas del Alba”, página 59, Santiago de Chile, 1987. 

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