Columna: No es tiempo de política a puertas cerradas

Por Redacción Jun 18, 2020

Alonso Calderón Mery
Cientista Político

#BigBoss

#GraciasMinistroMañalich

“Jaime Mañalich es un ejemplo de servidor público. Puso por delante de objetivos personales, el bien de los demás. Valiente, trabajador y comprometido. Gracias por su testimonio, coraje y trabajo incansable por Chile” (@ceciliamorel)

Con este despliegue en redes sociales, el oficialismo y sus adherentes despedían a Jaime Mañalich luego de estar un año al mando del Ministerio de Salud. Una cartera cuestionada por la ciudadanía, las sociedades científicas y gremios asociados, por el mal manejo que se ha tenido durante la crisis del Covid-19.

Cifras alteradas, confusión entre autoridades, especialistas abandonando la mesa social y también una vocería marcada por una retórica de enfrentamiento, dejaban en evidencia la tozudez y la falta de autocrítica por parte de la autoridad. Mañalich estaba en ese lugar justamente por eso.

Un gobierno con una baja aprobación, una profunda desconfianza por parte de la ciudadanía hacia los actores políticos y sobre todo hacia quienes toman las decisiones, definen la arena política en donde se expondrían las diferentes posturas con respecto a qué hacer con el desafío de una pandemia que también llegaba a nuestro país. Al parecer, la forma de hacer frente a esta problemática era con una politización tal, que se pudiese disputar con un rostro “valiente, trabajador y comprometido”, alguien que encarne al poder y no titubeara ante las críticas y las preguntas de la prensa. Ahí estaba Mañalich.

El problema es que en la toma de decisiones interactúan dos esferas, aquello que es racional, la racionalidad técnica, y por otro lado, la esfera política, aquello más subjetivo y que representa a ese equilibrio de poderes. Por un lado, las sociedades científicas, el Colegio Médico y la ciudadanía esperan soluciones técnicas y racionales para enfrentar a una pandemia que día a día deja más muertos, tiene a miles de personas desempleadas, y lo peor de todo, bajo una incertidumbre que afecta a todas y todos. Por otro lado, está el gobierno disputando esa esfera política en donde se sienten atacados y atormentados desde octubre, con ganas de poner todo sobre la mesa, haciendo frente a los cuestionamientos develando sus posiciones más duras.

Han intentado aprovechar el momento para posicionar estratégicamente nuevos rostros, pasar al presidente a una segunda línea e intentar conquistar ese terreno de la confianza necesario para enfrentar la crisis del Covid-19, y también para continuar el año y medio de gobierno que queda. Hay muchas cosas sobre la mesa y el anhelo de avanzar con una agenda de gobierno poco a poco queda atrás. Por otra parte, las estrategias comunicacionales tampoco han sido el fuerte, hasta ahora el fondo azul, blanco y rojo solo inspira un “más de lo mismo”. 

Lamentablemente la pandemia llegó a Chile y enfrenta una arena política compleja, plena crisis político-social, en donde ya existía incertidumbre, desconfianza y radicalización. Hoy en día se manifiesta voluntad para deliberar sobre lo que nos compete, la crisis sanitaria y económica. El problema es que el gobierno ha dado mayor importancia a una de las esferas, mostrando tozudez y pensando “no nos van a hacer un gol”. Ese “gallito” por el poder nos tiene entre los países con más contagios y con una estrategia que al parecer no escuchó posturas científicas y técnicas. Una estrategia que fracasó.

La salida de Mañalich del ministerio es una acción que puede significar un cambio, pero no del todo. El juego por definir “quién manda aquí” va en dirección contraria al principio de gobernanza. Necesitamos que los actores que representan a la sociedad civil, sobre todo los que aportan con las definiciones técnicas, sean parte de una mesa que no sea algo simbólico, sino que sea el espacio de diálogo entre esas dos esferas. Esto, para anteponer el bien común que en este caso está definido en que podamos superar la crisis sanitaria y económica, como el horizonte próximo. Si bien la política no la podemos omitir, porque es parte inherente del conflicto, y la racionalidad pura no existe, es importante que en una crisis de esta naturaleza la politización sea responsable, y que por sobre todo se apele a construir acuerdos y a escuchar todas las posturas que están sobre la mesa. Lo ideal es ofrecer una visión multidimensional del problema y también de las soluciones.

No es tiempo de política a puertas cerradas, son vidas humanas las que están en juego.

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