Columna: La mejor vacuna

Por María Angélica Ojeda Ago 19, 2020

Hoy la comunidad científica trabaja aceleradamente para producir una vacuna para el COVID 19. China, Inglaterra, Suiza y Australia, son solo algunos de los países que se encuentran en este proceso. Este virus no solo ha colapsado los sistemas de salud de todos los países, sino que también ha repercutido en la economía mundial.

Estupefactos hemos quedados al ver imágenes del centro comercial de la ciudad de Antofagasta, en que parece que la ciudad no estuviera con cuarentena indefinida, si no por el contrario, vemos una comuna casi normalizada. Solo faltaba que el comercio estuviese abierto. Observamos largas filas fuera de los supermercados. Entonces nos podemos cuestionar si ha servido que nos quedemos tantos meses en casa. No podemos enojarnos con las personas que salen a las calles a exponerse y tratarlas de irresponsables. cuando el único responsable de esta situación es el gobierno que no tomó las medidas adecuadas 5 meses atrás.

¿Para qué cuidarnos? Si estamos expuestos a una gran posibilidad de contagiarnos, si en todas partes nos dicen quédate en casa, pero en verdad muchas personas tienen que salir para ganar un ingreso, pues no se pueden dar el lujo de no comer. Si no trabajan no comen. Se exponen a tener que elegir entre vivir o contagiarse. Entonces, vemos con gran preocupación las aglomeraciones en los supermercados, las calles céntricas llenas de gente como si no existiera ninguna restricción para circular. Tampoco es la solución pasar partes al comercio por querer reactivar su negocio, considerando que las medidas que tiene el gobierno favorecen a un sector del empresariado y no a los pequeños comerciantes.

Hay que considerar la aprehensión de los trabajadores de la salud, que han batallado con esta enfermedad todo este periodo, expuestos a contraer este virus, que en más de una oportunidad han tenido que vivir aislados en cuarentena e incluso han perdido hasta la vida. Por eso, la comunidad les ha hecho un reconocimiento por su loable labor. Pero mostramos muy poca empatía con la angustia que vive este sector, que tiene que cuidarnos si nos enfermamos, con el riesgo personal de enfermarse ellos o los miembros de sus propias familias.

Esta pandemia nos afecta a todos, no solo en el ámbito de la salud, si no también en el ámbito político, pues se continúan tomando malas decisiones a nivel gubernamental. Si queremos participar en el plebiscito y cambiar nuestro país, tenemos la obligación de cuidarnos.

Considerar una estrategia viable la inmunidad colectiva para frenar el avance de la pandemia y acelerar la generación de anticuerpos en la ciudadanía, es imposible de aplicar, pues implica que debería contagiarse el 60% de la población, mientras que un 20% necesitaría ingresar al sistema de salud. Ningún país de latinoamérica está en condiciones  de soportar en sus sistemas de salud tanta gente y que este no colapse. A nivel mundial, alcanzar esta inmunidad colectiva es muy difícil, considerando que el 17% de la población ha tenido la enfermedad, y que una de las ciudades que ha tenido mayor contagio, como Nueva York, se determinó que lo contrajeron alrededor del 20%.

Por lo que nos queda como una única alternativa el autocuidado, hasta que se pruebe una vacuna que nos permita recuperar una vida que nosotros consideremos normal. Por eso, tenemos que aprender de la experiencia de los países europeos, en donde se generó un segundo rebrote. No respetar las distancia física, ni el uso adecuado de mascarillas, son considerados como delitos imputables contra la salud pública. Sin embargo, más allá de la sanción, tendremos que acostumbrarnos a hacernos la idea de que la mascarilla y el lavado de manos continuos llegaron para quedarse y que la mejor vacuna somos nosotros.

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