Columna: Insistir y resistir

Estamos frente a una pandemia sanitaria que continuará asolando y causando estragos a las personas y familias de nuestro país. Una parte será por lo que su propia caracterización trae consigo: la propagación del virus genera diversos estados de ánimo que van desde la angustia hasta el pavor. Por otra, porque las autoridades de nuestro país no han provisto el adecuado resguardo a su población ni han asumido con medidas urgentes o solidarias su control y menos han propiciado un actuar con propiedad para la actividad humana. Ya sabemos. Todo ha sido de forma errática, sin vergüenza y con un alto grado de improvisación.

El informe del DEIS, de este domingo 5 de julio, no hizo más que confirmar lo que muchos dijeron, pero hace tiempo: suma de errores, suma de ignorancias. No importa si fueron individuos conocidos, del ámbito periodístico o de la ciencia quienes se refirieron al tema. Sin embargo, fueron personas honestas que derivaron su crítica y su aviso desde hace meses. Por esa razón, y de manera prolongada, creo que estamos ante otro concepto de salud, muy particular, metido en un grupo de población específico: es lo que se denomina endemia. Una endemia aniquilante, difícil de erradicar, y que se evidencia en los diversos espacios de comunicación de masas, realizada por la clase de poder de este país. Un alto porcentaje de sus informaciones y discursos, por ejemplo, están realizados con un sentido en que el uso del lenguaje es morigerar, sesgar o, simplemente, aplanar todo intento de disenso o de crítica. Para ellos, en el contexto del abuso del poder, las legitimidades de la ciudadanía no existen, lo que significa que estamos en presencia de una dictadura del pensamiento desde lo político y desde lo social.

Qué decir, por ejemplo, que esa clase política y de poder haya expresado, en los últimos días, desde diversas tribunas, que las ayudas directas no serán proporcionadas a la población. ¿Un patrón repetitivo? La negativa de entregar el propio dinero de las personas, en un porcentaje, desde las AFP, porque eso “atenta” a los intereses cambiarios, de la Bolsa o simplemente, porque afecta, en el largo plazo, los bolsillos de los inversionistas.

¿Qué es eso, por lo tanto, de negar y aligerar los argumentos cuando las cosas son como son? ¿Por qué tratan de generar confusión y buscan desinformar a la población con palabras que van desde “cifras ajustadas”, “leve mejoría” o hasta “medidas de protección”? O aquellas otras que no repetiré, de gente del Senado, que se han expresado de manera ramplona; con un descriterio y falta de respeto por las personas y ciudadanos que somos. Aparte de lo que significa cambiarse la chaqueta, como dice la expresión popular, porque se les viene en gana, representando las tránsfugas formas de comportamiento político de muchos de ellos en el senado.

¿Quiénes son para hacerse dueños del destino de los millones de chilenos? ¿No debieran decir que hay casi doce millones de personas endeudadas, en distintos asuntos, y que la gran ayuda social jamás ha sido, en verdad? Porque han sido ellos los que combinando diversos factores determinan en la población estructuraciones sociales que, finalmente, generan problemáticas críticas que aparecen en situaciones como las que vivenciamos actualmente.

Específicamente, todos esos especialistas de política y de economía política nos tienen hasta el cuello. Tanta ciencia y estudio se constituyen en una suficiente ambigüedad para explicar el todo de las definiciones, olvidando la totalidad de las relaciones sociales y emocionales. Parece, entonces, que la ciencia, la política y la técnica nos arruinan, en nombre del famoso progreso, porque no hay belleza ni sensibilidad en sus análisis de explicaciones estáticas.

Llevamos mucho tiempo dominados por un modelo de entender la vida social que hoy estamos hasta la turbación, porque han rendido culto, de manera ortodoxa, al mercado como principal estructura de deseo y de acción. ¿Cómo llegar al corazón de la vida en medio de esos planteamientos de economía capitalista, entonces? No será, por cierto, a través de la inteligencia ni tampoco, creo, con esos tipos de laboratorios de economía o de ciencia, en general. Nadie de ellos saldrá purificado. Solo nos queda insistir en que la vida hay que honrarla, recuperando el espíritu que atañe al ser humano y que la juventud será quien tenga que reaccionar como asumiendo un lema modesto y, a la vez, conmovedor para entender y cambiar lo que somos como sociedad.

By Francisco Javier Villegas

Profesor de Castellano, Antofagasta.

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