
Entonces, poseídos por clasismos megadelirantes, redireccionan en septiembre del 73 sus arsenales de conspiración y odios. Es que no podían permitirse prolongar por más tiempo sólo el sabotaje; mil días confabulando resultaron extenuantes; había llegado la hora de “hacer patria, señores”, y no podían permitirse disparos a la bandada.
Por tal razón, la mira es teledirigida esta vez hacia un solo blanco: el Presidente Allende. Éste representaba la inminente y “terrorífica” amenaza de restituir la dignidad humillada de millones de desheredados, y la consiguiente pérdida de la propiedad vitalicia de una teta insoltable y privativa de una casta oligárquica de privilegiados sin apellidos mapuches.
Fueron mil días, sí, mil días para un pueblo constructor de sueños; mil días de resistencia moral contra un boicot maquinado por la oligarquía interna y externa; mil días en que los olvidados de Chile, junto a su Presidente, y en ejercicio de un derecho radicalmente humano, se expresan como ciudadanía y opinión pública proclamando al mundo una plegaria insoportable para los polit(e)ólogos burgueses del Opus y la civitas dei:“¡Hágase por fin tu voluntad aquí en la tierra! ¡Tráenos tu reino de justicia e igualdad!”.
Tal “herejía” no podía, bajo ningún punto de vista, permitirse en esta tierra “orgullosa” de su condición “cristiana”. Tal “herejía”… anunciaba desde las derechas una reacción rabiosa y copiona de la Inquisición.
Por ello, Augusto -el “ungido”, o si usted quiere “Daniel López”- y sus legiones cayeron no se sabe desde qué cielo como ángeles o demonios de la injusticia, la cobardía y la maldad… para arrojar sus clasismos inflamables e imperdonables contra nuestro Presidente y nuestra bandera, dejando en ello a su paso una larga estela de lutos, ausencias y heridas que castigan a muchos/as hermanos/as hasta el día de hoy… en un país creyente que en su mayoría pasó de condenar el golpe a chapotear ahora en la inmundicia de un negacionismo predicado durante 50 años por la derecha golpista, dueña de Chile; negacionismo capitalizado hoy como lema presidenciable por parte de la secta “republicana” del pinochetismo y la impunidad.