Columna: El pueblo en las plazas o la manera libertaria de recibir el 2020

Por Redacción Ene 1, 2020

Por Francisco Javier Villegas
Profesor de Castellano

La historia no miente, pero esta sorprendente cadena humana y libertaria que se reunió en las distintas plazas de Chile, en las últimas horas del año 2019, como un elemento histórico y hermoso, a la vez, muestra por qué es posible encontrar inspiración solidaria, de manera permanente, con valentía y dignidad. Mientras por televisión abierta aparecía un vandalismo que no era… cientos de personas se comenzaban a reunir en las distintas plazas del país en un acto, irreversible y potente, que da muestras, a las claras, de que el pueblo unido jamás será vencido porque, si parafraseamos a Neruda, nuestro pueblo es “cielo y océano” en plena calle.

De forma paralela, en nuestra Antofagasta no necesitamos de autorizaciones, tampoco, para llegar a la Plaza de la Revolución porque la DIGNIDAD, con mayúscula, se escribe cuando ves al otro y a la otra, sin distingos, y no se te borra esa herencia humana grabada cuando todas y todos caminan con la misma hermandad y solidaridad por la justicia y la verdad. Reunirse, entonces, como lo hicieron miles de chilenas y chilenos anoche en distintos lugares del país, para cenar, bailar, cantar, reír o conversar, es asumir un milagro real lleno de asombro y de esperanza porque nadie sabe con seguridad cómo o cuándo empezó a fraguarse el exacto segundo, de asumir a conciencia, de que tenemos dignidad y gritarla,por consecuencia, como se expresa hoy en las calles.

La gente, evidentemente, perdió el miedo y casi como un relámpago ha comenzado a recuperar su condición de ser humano, solidario, menos individualista y más amigable. Como dijo un joven, en plena marcha, “esta es una buena época para crecer como personas y no dejarnos pisotear más…”. Por esa razón, aunque hubiéramos obtenido el trofeo más grande a nivel deportivo, jamás se hubiera logrado ese nivel de compromiso y de efervescencia humana por habitar un mejor lugar, en esta tierra negada, aún, y de desear que todas y todos caben en este largo y angosto territorio.

Basta, entonces, de tener un pálido país. Un país del cual nos quieren hacer ver que es para unos pocos y que, como hay prerrogativas de todo tipo, se pueden hacer sesgos y abusos a mansalva atropellando, inclusive, sus propias legalidades.

El símbolo de la esperanza para este nuevo año será, por lo tanto, no solo recordarnos el verdadero significado de las cosas como una invocación a tener una mejor sociedad; sino, que a asumir “la vida en primera línea” a modo de los jóvenes que resguardan con su vida el acto de compartir marchando unidos.

¿Qué es eso, entonces, de haber prohibido el transporte público en Santiago en año nuevo? ¿Qué es eso, por ejemplo, de limitar y prohibir el derecho a caminar por las calles y de reunirse donde las personas quieran? ¿Qué es eso de prohibir ser y hacer comunidad más todavía en las últimas horas de un año que se va…? Con seguridad, solo es oponerse a cualquier idea de libertad, a ideas de pensamiento contrarias a lo neoliberal o bien de que no se tiene que incubar ninguna forma de sublevación o de crítica a lo establecido. Ante ello, sobreviene, por lo tanto, lo que se conoce como “la respiración del pensamiento” y de la cual las personas están poco a poco haciendo suya en el abordaje de que múltiples visiones pueden dejar perpleja a la autoridad en una singular forma de articular la hermandad de las ideas.

Que el eslabón recobrado por ser mejor persona y con dignidad sea, entonces, el mecanismo por continuar en este 2020, en Chile, desmarcándonos de las alambradas de la irracionalidad de las autoridades, de la censura y de la docilidad ramplona, porque nada de esto es una simple inquietud práctica, sino la conducente caminata, entre todas y todos, a compartir el peso de una realidad histórica y libertaria que llene el país de tiempos y décadas más dignas.

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