Columna: El escandaloso desempleo de dos dígitos en Antofagasta y los palos de ciego

Por Redacción May 4, 2018

Por Martín Arias Loyola, Ph.D. en Geografía Económica y Estudios de Planificación

Diversas opiniones se han levantado sobre la tasa de desempleo de la región de Antofagasta, la que, según reportó el INE, llegó a un histórico 10.9% para el período Enero – Marzo del 2018. Algunas de estas culpan a los conmutantes, otras a las mineras, otras a las políticas de este y el gobierno anterior. Sin embargo, aquí planteo algunas posibles reflexiones sobre el tema, esperando enriquecer esta discusión.

En primer lugar, la monodependencia de la región de Antofagasta de la industria minera podría explicar mucho del desempleo por varias razones. Esta industria es intensiva en el uso de capital (bienes que sirven para hacer otros bienes, como camiones, fundidoras, etc.) y no muy intensiva en el uso del trabajo.

Lo anterior implica que, a pesar de las creencias locales, la industria minera no se caracteriza por generar tanto trabajo como se le atribuye. Además, los pocos puestos de trabajo que genera (en términos relativos) usualmente se asignan a personas que conmutan, es decir, que trabajan en la región pero que residen en otra. Si también consideramos que alrededor del 45,5% de los trabajadores de la industria minera regional son conmutantes (según estimaciones del OLAB de Antofagasta), el efecto neto de la industria minera en la región sobre el trabajo es mucho menor al que se cree.

Sumado a esto es la creciente y exponencial subcontratación de trabajadores, la que ha aumentado desde un 12% en 1990 (cuando comienzan a operar los grandes proyectos mineros como Escondida), a casi el 68% el 2015 (según estimaciones de Atienza, Lufin y Soto, 2018 en base a datos del SERNAGEOMIN). Es decir, hoy por lo menos dos de cada tres trabajadores de la minería están subcontratados. Los trabajadores subcontratados se caracterizan por prestar servicios básicos a la industria minera, además de la precarización de sus condiciones laborales. Por tanto, ante variaciones en los precios del cobre, son los primeros en ser desvinculados.

Asimismo, el fenómeno de la conmutación tiene una arista grave sobre el empleo regional. No sólo los trabajos mejores pagados usualmente terminan siendo ocupados por trabajadores conmutantes, sino que la fuga de ingresos que implica esto para la región genera todo tipo de efectos sobre el tejido productivo local (sobre esto, ver artículo de Aroca y Atienza, 2008). Debido a que los salarios de los conmutantes son gastados en otras regiones, la región de Antofagasta no captura tales ingresos, lo que impide la diversificación productiva y el surgimiento de amenidades (elementos como servicios privados y públicos que hacen atractivo vivir en una ciudad, tales como buenos colegios, espacios públicos de calidad, etc.).

Es sabido que los trabajadores gastan en ocio en el lugar que residen, por lo que los emprendedores regionales que prestan servicios en esa área, tales como restaurantes, pubs, etc., no recibirán tales ingresos. Eso hace que muchas PYMEs y emprendimientos tengan una vida muy corta en la región. Si consideramos, además, que son las PYMEs las que más absorben trabajadores –y no las grandes empresas–  cada vez que cierran, empeora la tasa de desempleo.

A lo anterior sumo el hecho de que sólo se habla de la tasa de desempleo, pero nadie se escandaliza por las precarias condiciones laborales de los trabajadores chilenos, ni mucho menos, de los antofagastinos. En este sentido, ningún empresario, autoridad o analista ha mencionado los sueldos miserables que reciben los trabajadores chilenos.

Según un informe de la Fundación Sol (2015) la mitad de los trabajadores chilenos recibe un sueldo líquido de hasta $350.000 pesos, algo completamente insuficiente para vivir en una ciudad con un costo de vida tan alto como Antofagasta; lo cual también podrían estar expulsando trabajadores a los numerosos campamentos de la ciudad.

Asimismo, no se menciona como el mismo estado chileno ha promovido esta precarización, a través de la creciente subcontratación de empleados públicos a honorario, quienes cumplen todas las obligaciones de un empleado de planta pero sin ninguno de los beneficios. En este contexto, resulta difícil creer que una solución sustentable y digna al problema del desempleo venga desde los empresarios o el estado.

A modo de reflexión final, el alto desempleo en la región de Antofagasta está cercanamente relacionado con la monodependencia de la industria minera y la obsesión por parte de las políticas de estado por apoyar a grandes empresas multinacionales de este rubro en lugar de las PYMEs y trabajadores. Esto, a pesar de que son las PYMEs las que otorgan la mayoría de los trabajos.

Así, la alta tasa de desempleo refleja el pobre tejido productivo local (Arias, Atienza y Cademartori, 2014), donde las PYMEs cierran continuamente debido al endeudamiento, poco apoyo por parte del estado y condiciones asimétricas e injustas a las que tienen que acceder cuando son proveedoras de la minería (donde algunas de las grandes mineras pagan a 30, 60 y hasta 90 días después de haber recibido el bien o servicio).

En este contexto, es escandaloso que empresarios y dirigentes gremiales digan que la solución es facilitar la puesta en marcha de proyectos mineros o bajarles impuestos a las multinacionales. En Chile las grandes empresas ya tienen suficientes ventajas.

En mi opinión, una manera obvia (pero continuamente ignorada) de avanzar es a través de la generación de una estrategia de desarrollo nacional y regional, que considere a CODELCO como eje fundamental para promover la diversificación productiva de la región, el emprendimiento tecnológico, y las tan necesarias mejoras de las condiciones laborales y de trato entre las PYMEs proveedoras y la gran minería.

Para esto, el estado es fundamental, puesto que iniciativas privadas como el olvidado “Programa Cluster Minero Desarrollo de Proveedores de Clase Mundial” de BHP Billiton, no lograron generar ni siquiera una empresa proveedora de clase mundial, a pesar de sus buenas intenciones y cuantiosas inversiones.

Para lo anterior, no sólo se necesitan buenas empresas, sino buenos trabajadores privados y públicos, lo que resalta la urgencia de mejorar tanto sus condiciones laborales como capital humano a través de una mejor educación. Por tanto, es hora de dejar los titulares clichés y políticas copiadas de otros contextos desarrollados, y realmente potenciar el emprendimiento y la innovación; todo lo cual requiere trabajadores mejores pagados, preparados, satisfechos y creativos.

El desafío es, entonces, desarrollar políticas de estado a largo plazo creadas a la medida de la región, tal y como alguna vez lo intentó hacer la Agencia Regional de Desarrollo Productivo. ¿Estará a la altura del desafío este gobierno, o continuará la tradición de dar palos de ciego debido a la ausencia de una estrategia de desarrollo multi-escalar basada en la minería? Mientras responden esta pregunta, los trabajadores Antofagastinos continuarán esperando.

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